Donald Trump se siente vapuleado por la comunidad internacional en la ONU y está harto de que además su país sea, con diferencia, el principal contribuyente a los gastos de esta organización multilateral. En la actualidad, Estados Unidos aporta el 22% del presupuesto total de Naciones Unidas, más del doble de lo que pone el siguiente en la lista, que es Japón, que no llega al 10%.
El último desaire que ha desencadenado la ira del presidente estadounidense ha sido la votación en la que, por abrumadora mayoría, la Asamblea General de Naciones Unidas condenó la decisión de la Casa Blanca de trasladar la Embajada norteamericana a Jerusalén. En contra de esa decisión se pronunciaron 128 países, mientras que 35 se abstuvieron y solo nueve, incluidos EE.UU. e Israel, la respaldaron.
Antes incluso de la votación, en vista del rechazo generalizado, Trump advirtió de que se tomaría «personalmente» la postura de cada miembro y la representante de EE.UU. en la ONU, Nikki Haley, dijo que su país «recordaría» el voto la próxima vez que otro pidiera apoyo financiero o político o cuando se le volviera a reclamar ser el primer contribuyente de Naciones Unidas.
En esa línea, la propia Haley anunció que el presupuesto de la ONU para el próximo bienio, 2018-2019, sufrirá una «reducción histórica» de 285 millones de dólares (240 millones de euros), algo que saludó como «un gran paso en la buena dirección». En el periodo anterior, 2016-2017, el presupuesto fue de algo más de 5.400 millones de dólares (casi 4.550 millones de euros).
«La ineficacia y despilfarro de la ONU son bien conocidos», señaló la embajadora, que añadió: «No seguiremos dejando que se aprovechen de la generosidad del pueblo estadounidense o que esta permanezca sin control».