Este comentario me parecio muy bueno para recordar, que los cristianos fanatico siempre han sido peligrosos( a mi me asustan). Usa palabras un poco fuertes pero no deja de ser historia.
HIPATIA Y LOS MÁRTIRES PAGANOS
Lo que llamamos historia cristiana se basa sobre todo en la mentira y la propaganda. Desde el mismo intento de hacer pasar por históricos libros como los evangelios, que son simples recopilaciones folklóricas relativas al mito de la existencia de Jesucristo y que ya en el siglo III el médico Celso, enfrentado a los propagandistas de las sectas cristianas en defensa de la civilización pagana, definió acertadamente como "invenciones" demostrando que los cristianos los corregían y cambiaban a conveniencia cuando sus detractores les hacían notar sus contradicciones y sus estupideces (y aun así siguen siendo contradictorios y estúpidos) hasta las últimas y más recientes producciones "historiográficas" con refrendo universitario que siguen enfangadas en la misma trayectoria de la mentira propagandística propia de estas tan peligrosas como poderosas sectas.
Sé que muchos católicos y miembros de otras sectas numerosas se ofenderán por el hecho de que yo denomine a las organizaciones a las que pertenecen como sectas, pero no existe otro apelativo posible. Estas asociaciones parten de la superstición, atentan contra la razón, la libertad y el progreso, son fanáticas y tienen como objetivo último la imposición de un totalitarismo teocrático al que pretenden someter toda la sociedad. Así las cosas, numerosas o no, mayoritarias o no, solo pueden ser tenidas por lo que han sido siempre: sectas. Y sectas nocivas, peligrosas para la salud mental de sus miembros y la evolución moral y social de la humanidad. Por lo tanto, como este es un foro de libertad y un reducto dispuesto a concienciar del principal deber moral del ser humano como individuo y como colectividad: dejar atrás sus estadios primarios (de los que surge la superstición semita) y avanzar con paso firme hacia formas superiores, jugar en definitiva a favor de la evolución y no como elementos involucionistas, mantendré el vocablo aun a sabiendas de que incluso amigos míos a los que aprecio se molestarán por él.
De hecho, la finalidad última de este artículo es recordar que las sectas cristianas fueron desde su origen destructivas y que entre sus estrategias de expansión y dominio se contaron siempre la mentira, la estafa y el terrorismo.
La historiografía confesional y mucha de la aparentemente neutral vende la idílica imágen de unos pobres cristianos bondadosos y amables, únicamente interesados por el bien de la humanidad y por cantar alabanzas a su dios perseguidos por unos perversos paganos que no podían soportar su elevación moral y que llenaron los tres primeros siglos de existencia de ese grupo de mártires y sangre. Venden también que el cristianismo se impuso por ser una "religión y una forma de civilización superior" y que la gente se convertía libremente porque ello suponía una mejora en su vida. Todo mentiras.
Si las sectas cristianas estuvieron alguna vez bajo el escrutinio de las autoridades romanas se debió a sus propias actividades: captaban incautos, les hacían donar a la comunidad (esto es: a sus dirigentes) todas sus posesiones y luego, bajo el nombre de monjes, los retenían en sus posesiones como fuerza de trabajo gratuita, haciéndoles ayunar y mortificarse mientras cantaban himnos, escuchaban las alocuciones de sus líderes y trabajaban de sol a sol en su beneficio. Es decir: el prototipo típico de cualquier secta destructiva. Hoy por hoy cualquier asociación que se comportase de ese modo no tardaría en ser desmantelada por la policía en bien del conjunto de la sociedad. Pero no quedaba ahí la cosa. Los cristianos se jactaban de odiar el mundo y a la humanidad y conspiraban constantemente por destruir la sociedad que les albergaba.
En todo el oriente imperial se dedicaron desde muy pronto a conspirar contra Roma con el enemigo persa y, además, se sumaron a todas las insurrecciones judías (en origen no eran sino ramas del judaísmo) que muy a menudo derivaban en asesinatos masivos de paganos (como sucedió en Chipre o en Cirene en el siglo II donde los judíos y los cristianos aniquilaron a toda la población, centenares de miles de personas, no yahvista y saquearon y destruyeron cuantos templos y bibliotecas encontraron a su paso) o en atentados directos contra el estado y la sociedad siendo el caso más conocido el incendio de Roma en tiempos de Nerón. La propaganda posterior de la secta triunfante atribuyó el mismo a este emperador pero sabemos por fuentes independientes que durante y después del incendio no solo admitieron ser los responsables del mismo, también presumían de ello. El terrorismo, hay que insistir, ha sido siempre un elemento básico de las sectas cristianas en sus campañas por conseguir y mantener el poder. ¿Qué fue la inquisición sino terrorismo de estado para combatir a los disidentes? ¿Qué, por ejemplo, la guerra civil española de 1936 sino una "santa cruzada" para exterminar a sus detractores?...
También son muy propensos a la propaganda y a la mentira, utilizando muy especialmente (y en esto no son muy diferentes de sus ancestros judíos) el victimismo.
Fue así como se sacaron de la manga toda esa fábula de los pobres mártires cristianos que todavía esgrimen como supuesta verdad histórica para beneficiar su imagen. Pero se trata de una mentira. No estoy diciendo que hubiera menos mártires de los que ellos cuentan o que muchos de los santos mártires del santoral sean pura invención. Digo que no hubo mártires cristianos. Afirmarlo es mentir y hacerlo conscientemente.
Hubo, eso sí, cristianos culpables de traición, de robo, de estafa, de actos terroristas que evidentemente cayeron bajo la justicia imperial. Pero no eran mártires, eran delincuentes...y de los más peligrosos.
No se debe olvidar a ese respecto que el triunfo del cristianismo supuso la prohibición del teatro, de la música, del deporte, de la higiene (eso de frotarse el propio cuerpo desnudo solo podía ser pecado)...la edad oscura subsiguiente a la caída del imperio romano no es obra de los bárbaros sino de los cristianos.
Durante siglos este aspecto violento de la imposición del cristianismo ha quedado silenciado y nadie, o muy poca gente, tiene una noción clara de esos cientos de miles, por no decir millones, de mártires paganos torturados y asesinados por los cristianos (encabezados por cerriles individuos oscurantistas, sanguinarios y fanáticos que ahora conocemos con el apelativo de santos). En estos días, con el estreno de la película Ágora de Alejandro Amenabar parece que este espinoso asunto sale tímidamente a la luz aludiendo, como excepción, al asesinato de Hipatia y la destrucción de la biblioteca del Serapeum de Alejandría. La oportunidad es excelente para informar al público, de modo necesariamente somero, de la verdad histórica, de como se impuso el cristianismo y de la cantidad de mártires paganos (esto es: no seguidores del fanatismo teocrático cristiano y sí de la civilización y el racionalismo de la sociedad helénica) que bañaron con su sangre Europa, Asia, África y varios siglos.
Hagamos un breve repaso de aquellos terribles acontecimientos.
La película aludida mezcla dos sucesos separados algunos años en el tiempo. Por un lado la destrucción de la Biblioteca de Alejandría, llevada a cabo por un motín de monjes exaltados dirigidos por su patriarca, el obispo Teófilo, en el año 391. Y no puede considerarse un hecho aislado. Ya para entonces otro grupo de monjes fanáticos habían asaltado, incendiado y destruído la igualmente importantísima biblioteca de Antioquía asesinando a quienes encontraron en su interior y el propio papa San Gregorio I incendió a finales del siglo VI las dos más importantes que quedaban en Roma: la del Capitolio y la del Palatino. Otras de las falsas medallas que suelen colgarse los propagandistas cristianos es la de haber salvado la cultura antigua, es mentira: durante siglos se dedicaron únicamente a atacarla y destruirla. Empezaron quemando bibliotecas y asesinando filósofos e intelectuales paganos y siguieron a lo largo de los siglos hasta llegar al IX con las órdenes de Alcuino de York para destruir las obras supervivientes de Safo y Ovidio. Si algunos libros del pasado helenístico sobrevivieron se debió a dos factores: o servían a la propaganda cristiana o el celo de algunos elementos privados pagaron espléndidamente su copia a los monasterios que eran, después del siglo VI, los únicos centros con copistas especializados.
Copistas al servicio de la reproducción de textos religiosos pero que representaban una excelente fuente de ingresos alquilados a particulares aunque fuera para copiar obras reprobadas y prohibidas.
El segundo caso que trata la película es el asesinato de Hipatia, astrónoma, matemática y filósofa pagana, defensora de la razón y contraria al fanatismo, que en 415, bajo la inspiración del nuevo patriarca de Alejandría, San Cirilo, sobrino de Teófilo, fue abordada en la calle por un grupo de monjes fanáticos, arrastrada a la catedral de la ciudad, desnudada, golpeada y descuartizada viva con ostraka (trozos de teja) y su cadaver quemado en las puertas de dicha catedral. Tampoco fue este un caso aislado.
Hagamos un pequeño repaso de hechos puramente históricos.
Cabría decir que el primer motín exclusivamente cristiano que afectó al orden público y a la vida de ciudadanos no seguidores de esa religión en Alejandía se remonta al año 284 y que en lo sucesivo fueron muy frecuentes. Hay que decir también que estas revueltas no procedían exclusivamente de la masa sino que a menudo eran inspiradas por los propios jefes de las diferentes facciones que, una vez legalizado y protegido por el imperio el cristianismo, llegaron a protagonizar algaradas verdaderamente graves para defender sus intereses personales. Podría adjuntar una larga lista de ejemplos, pondré solo unos pocos ilustrativos. A saber: en el 366 San Dámaso aspiraba al obispado de Roma pero resultó elegido uno de sus rivales: Ursicio. El santo, sin pensárselo dos veces, reunió a sus seguidores e irrumpió en la basílica en la que estaban consagrando a Ursicio, que logró huir por los pelos, y disolvió la asamblea por las armas. Murieron casi trescientas personas pero San Dámaso consiguió el obispado de Roma y la santidad. Poco después, en Milán, para evitar altercados similares, las autoridades enviaron a la basílica de la ciudad una fuerza armada dirigida por el pagano Ambrosio.
Este cercó el edificio y se hizo elegir obispo de Milán, con el tiempo y gracias a imponer su voluntad contra el emperador Teodosio al que obligó a hacer penitencia delante de la basílica de Milán, se convertiría en San Ambrosio. En Constantinopla los hechos alcanzaron, si cabe, mayor gravedad. En 341, aprovechando que el emperador se encontraba fuera de la ciudad, Pablo el Confesor, encabezando una turbamulta furiosa de monjes egipcios, dio un golpe de estado eclesiástico para hacerse con el patriarcado de Constantinopla y, de paso, con el control de la capital imperial de oriente. El emperador envió algunas fuerzas mandadas por Hermógenes para poner orden y el buen patriarca, sirviéndose siempre de sus monjes tumultuarios, las atacó y las derrotó asesinando a Hermógenes.
Al año siguiente el propio emperador, con todo su ejército, desatendiendo la frontera persa, hubo de volver a Constantinopla y conquistarla como si se tratara de un estado enemigo. El patriarca usurpador huyó a Roma para regresar en 346 y en esta ocasión mantuvo sublevada la capital imperial de oriente contra el emperador, cristiano, durante cuatro años. No fue el único, en 379 otro clérigo ambicioso, Máximo el Cínico, aprovechando la enfermedad del emperador Teodosio, se hizo con el patriarcado y la ciudad. Para su desgracia Teodosio se recuperó y como sus antecesores antes que él, dirigió hacia allí su ejército recuperando una capital que por tres veces le habían arrebatado los cristianos a los que él protegía.
Y estos no son casos aislados. El tumulto, el asesinato, el saqueo, la sublevación eran el comportamiento normal de los dirigentes de las sectas cristianas.
El cristianismo, como no podía ser de otro modo, permaneció prohibido durante mucho tiempo. Solo alcanzó tolerancia gracias a los intereses de un tirano despreciable y sanguinario (llegó a asesinar a toda su familia, incluyendo hermanos, esposas e hijos) llamado Constantino y apodado el Grande por la historiografía cristiana.
El siglo III había sido muy difícil para el imperio. Marco Aurelio quebró el sistema de emperadores electivos que había aportado estabilidad y prosperidad al imperio para imponer su propia dinastía, lo que encumbró a su hijo Commodo (exacto, el de Gladiator) e indujo a un golpe de estado para acabar con la tiranía de este. Ello dio origen a medio siglo de golpes y contragolpes que terminaron con el eficaz gobierno de Diocleciano que logró imponer la Tetrarquía, una forma de retorno al sistema de emperadores no dinásticos en el que el puesto no se consideraba patrimonial sino de servicio público. Los augustos dejaban el cargo pasado un tiempo y lo cedían a sucesores elegidos en virtud de sus méritos y experiencia.
Constantino era el hijo de uno de estos augustos temporales que habían ascendido por sus propios méritos a la cima del estado y no tenía ninguna posibilidad de conseguir algo similar, de modo que se sublevó militarmente e inició una larga guerra civil que le convirtió en tirano único del imperio. Ni la ley ni la moral le respaldaban y mucho menos garantizaban la supervivencia de su dinastía, para conseguir respaldo y continuidad recurrió a dos estrategias: el asesinato indiscriminado y la alianza con los cristianos que justificaban su ilegítima entronización diciendo que era voluntad de dios, un designio divino que solo los impíos podían discutir. Consiguieron de este modo hacerse con el poder y una patente de corso imperial para hacer lo que les viniera en gana.
Tanto es así que apenas unos años después de proclamarse el Edicto de Tolerancia de Milán (año 313) que hacía del cristianismo una religión legal, los monjes cristianos, encabezados por su obispo, asaltaron, saquearon e incediaron el templo de Apolo en Dídima torturando y asesinando impunemente a cuantos sacerdotes y fieles paganos encontraron en él. No tardaron en hacer lo mismo en el enclave sagrado del Monte Atos donde dejaron una guardia armada que es el origen de la actual acumulación de monasterios cristianos en ese enclave. Había comenzado la matanza, ya no se detendría.
En 326 asaltaron del mismo modo y destruyeron (con igual resultado de saqueo, torturas y asesinatos) y a instigación de Santa Elena, madre de Constantino, cristiana y, como tal, furibunda fanática, el templo de Asclepio en Aigai y el de Afrodita en Jerusalén. En 330, para decorar Constantinopla, Constantino saqueó los templos paganos. En 335 se decretó formalmanente la persecución de todos los "helenistas" esto es: los ciudadanos no cristianos que eran la mayoría de la población y ello dio alas a los sectarios cristianos para sus desafueros sangrientos, que alcanzaron a figuras relevantes como el filósofo Sopatro.
En 341 se decretó la crucifixión de todos los "adivinos y magos" lo que equivalía a decir los sacerdotes de las religiones no cristianas e incluso de filósofos. En 353 se condenaba a muerte a quienes "sacrificaran a los ídolos" y al año siguiente se decretaba el cierre definitivo de los templos paganos y el establecimiento en sus cercanías de fábricas para convertir en cal el mármol de los edificios y de las estatuas. De paso se decretó también la ejecución de todos los sacerdotes paganos y en 359 se creó en Escitópolis un campo de concentraciòn y exterminio en el que se encerró a paganos procedentes del todo el imperio y que muy pocos lograron abandonar con vida. Mientras tanto los obispos fueron exentos de comparecer ante tribunales civiles y ello les permitió organizar y encabezar tumultos como los de Alejandría a lo largo y ancho de todo el imperio. Por ejemplo en el 336 dos obispos que llegaron a santos: San Máximo, obispo de Tréveris, y San Atanasio, obispo de Alejandría, exiliado en ese momento por uno de tantos golpes armados dentro de su diócesis, dirigieron a una multitud exaltada de monjes y fieles contra el recinto sagrado de Altbactal en Tréveris que contaba con cincuenta capillas, un teatro y un santuario de Mitra y lo saquearon e incendiaron sin ahorrar muertes ni torturas a quienes pretendieron defenderlo. Esta práctica fue tan frecuente que aburriría al lector señalando todos los casos que conocemos.
Solo diré que a veces la cosa les salía mal a los obispos, como le sucedió en el 400 a otro obispo que llegaría a santo: San Vigilio de Trento, que dirigió la habitual turba de monjes asesinos para destruir una estatua de Saturno situada en los campos cercanos a su ciudad y acabó lapidado por los campesinos que la adoraban. Algo parecido le sucedió siglo y medio después a San Galo, tío de Gregorio de Tours, que asaltó y destruyó los santuarios paganos de Colonia provocando una reacción tal en la población pagana, todavía numerosísima entonces, que solo la intervención de las tropas del rey franco Teudeberto de Austrasia le permitió salvar la vida. Para entonces hacía ochenta años que había terminado el imperio romano de occidente pero la represión cristiana y sus asesinatos y coacciones continuaban.
En todas partes los monjes se instalaban en templos paganos (San Pacomio en uno de Serapis en Egipto, San Benito en uno de Apolo en Italia...) para impedir que continuase el culto, en el imperio de oriente se decretaba en 542 la confiscación de tierras y bienes a los paganos, tierras y bienes que se entregaron a la iglesia para que erigiera monasterios, en 580 se lanzó una nueva persecución contra los paganos que afectó incluso a gobernadores provinciales como Anatolio, gobernador de Siria, que fue empalado en el circo de Constantinopla y, estando todavía vivo tras varias horas de suplicio, despedazado por las fieras todo ello para regocijo del patriarca y sus fieles.
En occidente los concilios seguían legislando contra los paganos. Todos sin excepción, y hasta bien entrado el siglo VIII (por ejemplo uno de los últimos de Toledo celebrado en 695), ordenaban que los obispos debían destruir los santuarios paganos de sus diócesis y que las fuerzas de los nuevos reinos bárbaros debían apoyarlos y, de paso, continuaban legislando para establecer su dictadura sangrienta. Por ejemplo, el concilio de Macon en 585 ordenaba que se arrebataran los bienes de quienes no acudieran a misa los domingos y los "culpables" fueran, además, azotados públicamente.
...Y así continuamente durante siglos. Recordaré para terminar este artículo que ya se extiende demasiado el glorioso día para la cristiandad en el que Carlomagno hizo decapitar, e insisto: en un solo día, a 5000 sajones paganos que se negaban a bautizarse. Fue en el año 782 y desde el 313 no habían dejado de sucederse ni un solo año asaltos, saqueos, robos, asesinatos, coacciones y todo tipo de actos salvajes y terroristas protagonizados por los talibanes cristianos contra la población, más sana y numerosa, de la ecumené pagana. Y, por supuesto, esos actos no concluyeron en 782.
Puede afirmarse, entonces con total respaldo de los hechos históricos, lo que se afirmaba al principio de este artículo: las sectas cristianas son peligrosas organizaciones que proceden de la superstición más absurda y retorcida y defienden el totalitarismo teocrático usando para imponerlo y desde siempre todo tipo de métodos ilegítimos comenzando por la mentira y acabando por el terrorismo. Organizaciones sectarias incompatibles con la libertad y el progreso que deben ser despreciadas y combatidas aunque el número de sus seguidores sea elevado e incluso mayoritario. La democracia, por mucho que se empeñen algunos, no es una cuestión de mayorías sino de actitud. Pensemos, para tener una visión más objetiva, en Irán...allí se vota regularmente, ¿pero es la república islámica, cualquier repíblica islámica, una democracia?¿es compatible con la libertad, la felicidad y el progreso?...para conseguir una verdadera democracia, defender la libertad y el progreso humano es preciso destruir la república islámica y eliminar la influencia de los clérigos chiitas en la sociedad. Exactamente lo mismo sucede con los cristianos. El cristianismo en todas sus formas es incompatible con la verdadera democracia y, desde luego, con la civilización.
Hay que ser consciente de ello y saber que aceptar sus posiciones ideológicas o incluso adoptar una postura neutral es sinónimo de complicidad con los crímenes de estas sectas y apoyar la involución humana vulnerando de este modo la principal exigencia moral de la humanidad: el progreso hacia formas superiores de conciencia personal y organización social.
PD.- Recomiendo al lector la lectura de Historia Criminal del Cristianismo, excelente trabajo historiográfico publicado por Karlheinz Deschner en 1970. Y me gustaría recordar que la públicación de este documentado y extenso trabajo todavía no superado, le valió enfrentarse a un juicio por difamación a la iglesia en 1971 (que ganó) seguido de una sorda y sórdida persecución contra él y su trabajo por parte de esas mismas sectas que continuan siendo totalitarias, terroristas y contrarias a la libertad y la civilización.
Nota.- la fotografia es de Mharrsch. Estatua de Serapis, uno de los dioses salvadores que copiaron los cristianos para inventarse su Jesucristo.
HIPATIA Y LOS MÁRTIRES PAGANOS
Sé que muchos católicos y miembros de otras sectas numerosas se ofenderán por el hecho de que yo denomine a las organizaciones a las que pertenecen como sectas, pero no existe otro apelativo posible. Estas asociaciones parten de la superstición, atentan contra la razón, la libertad y el progreso, son fanáticas y tienen como objetivo último la imposición de un totalitarismo teocrático al que pretenden someter toda la sociedad. Así las cosas, numerosas o no, mayoritarias o no, solo pueden ser tenidas por lo que han sido siempre: sectas. Y sectas nocivas, peligrosas para la salud mental de sus miembros y la evolución moral y social de la humanidad. Por lo tanto, como este es un foro de libertad y un reducto dispuesto a concienciar del principal deber moral del ser humano como individuo y como colectividad: dejar atrás sus estadios primarios (de los que surge la superstición semita) y avanzar con paso firme hacia formas superiores, jugar en definitiva a favor de la evolución y no como elementos involucionistas, mantendré el vocablo aun a sabiendas de que incluso amigos míos a los que aprecio se molestarán por él.
De hecho, la finalidad última de este artículo es recordar que las sectas cristianas fueron desde su origen destructivas y que entre sus estrategias de expansión y dominio se contaron siempre la mentira, la estafa y el terrorismo.
La historiografía confesional y mucha de la aparentemente neutral vende la idílica imágen de unos pobres cristianos bondadosos y amables, únicamente interesados por el bien de la humanidad y por cantar alabanzas a su dios perseguidos por unos perversos paganos que no podían soportar su elevación moral y que llenaron los tres primeros siglos de existencia de ese grupo de mártires y sangre. Venden también que el cristianismo se impuso por ser una "religión y una forma de civilización superior" y que la gente se convertía libremente porque ello suponía una mejora en su vida. Todo mentiras.
Si las sectas cristianas estuvieron alguna vez bajo el escrutinio de las autoridades romanas se debió a sus propias actividades: captaban incautos, les hacían donar a la comunidad (esto es: a sus dirigentes) todas sus posesiones y luego, bajo el nombre de monjes, los retenían en sus posesiones como fuerza de trabajo gratuita, haciéndoles ayunar y mortificarse mientras cantaban himnos, escuchaban las alocuciones de sus líderes y trabajaban de sol a sol en su beneficio. Es decir: el prototipo típico de cualquier secta destructiva. Hoy por hoy cualquier asociación que se comportase de ese modo no tardaría en ser desmantelada por la policía en bien del conjunto de la sociedad. Pero no quedaba ahí la cosa. Los cristianos se jactaban de odiar el mundo y a la humanidad y conspiraban constantemente por destruir la sociedad que les albergaba.
En todo el oriente imperial se dedicaron desde muy pronto a conspirar contra Roma con el enemigo persa y, además, se sumaron a todas las insurrecciones judías (en origen no eran sino ramas del judaísmo) que muy a menudo derivaban en asesinatos masivos de paganos (como sucedió en Chipre o en Cirene en el siglo II donde los judíos y los cristianos aniquilaron a toda la población, centenares de miles de personas, no yahvista y saquearon y destruyeron cuantos templos y bibliotecas encontraron a su paso) o en atentados directos contra el estado y la sociedad siendo el caso más conocido el incendio de Roma en tiempos de Nerón. La propaganda posterior de la secta triunfante atribuyó el mismo a este emperador pero sabemos por fuentes independientes que durante y después del incendio no solo admitieron ser los responsables del mismo, también presumían de ello. El terrorismo, hay que insistir, ha sido siempre un elemento básico de las sectas cristianas en sus campañas por conseguir y mantener el poder. ¿Qué fue la inquisición sino terrorismo de estado para combatir a los disidentes? ¿Qué, por ejemplo, la guerra civil española de 1936 sino una "santa cruzada" para exterminar a sus detractores?...
También son muy propensos a la propaganda y a la mentira, utilizando muy especialmente (y en esto no son muy diferentes de sus ancestros judíos) el victimismo.
Fue así como se sacaron de la manga toda esa fábula de los pobres mártires cristianos que todavía esgrimen como supuesta verdad histórica para beneficiar su imagen. Pero se trata de una mentira. No estoy diciendo que hubiera menos mártires de los que ellos cuentan o que muchos de los santos mártires del santoral sean pura invención. Digo que no hubo mártires cristianos. Afirmarlo es mentir y hacerlo conscientemente.
Hubo, eso sí, cristianos culpables de traición, de robo, de estafa, de actos terroristas que evidentemente cayeron bajo la justicia imperial. Pero no eran mártires, eran delincuentes...y de los más peligrosos.
No se debe olvidar a ese respecto que el triunfo del cristianismo supuso la prohibición del teatro, de la música, del deporte, de la higiene (eso de frotarse el propio cuerpo desnudo solo podía ser pecado)...la edad oscura subsiguiente a la caída del imperio romano no es obra de los bárbaros sino de los cristianos.
Durante siglos este aspecto violento de la imposición del cristianismo ha quedado silenciado y nadie, o muy poca gente, tiene una noción clara de esos cientos de miles, por no decir millones, de mártires paganos torturados y asesinados por los cristianos (encabezados por cerriles individuos oscurantistas, sanguinarios y fanáticos que ahora conocemos con el apelativo de santos). En estos días, con el estreno de la película Ágora de Alejandro Amenabar parece que este espinoso asunto sale tímidamente a la luz aludiendo, como excepción, al asesinato de Hipatia y la destrucción de la biblioteca del Serapeum de Alejandría. La oportunidad es excelente para informar al público, de modo necesariamente somero, de la verdad histórica, de como se impuso el cristianismo y de la cantidad de mártires paganos (esto es: no seguidores del fanatismo teocrático cristiano y sí de la civilización y el racionalismo de la sociedad helénica) que bañaron con su sangre Europa, Asia, África y varios siglos.
Hagamos un breve repaso de aquellos terribles acontecimientos.
La película aludida mezcla dos sucesos separados algunos años en el tiempo. Por un lado la destrucción de la Biblioteca de Alejandría, llevada a cabo por un motín de monjes exaltados dirigidos por su patriarca, el obispo Teófilo, en el año 391. Y no puede considerarse un hecho aislado. Ya para entonces otro grupo de monjes fanáticos habían asaltado, incendiado y destruído la igualmente importantísima biblioteca de Antioquía asesinando a quienes encontraron en su interior y el propio papa San Gregorio I incendió a finales del siglo VI las dos más importantes que quedaban en Roma: la del Capitolio y la del Palatino. Otras de las falsas medallas que suelen colgarse los propagandistas cristianos es la de haber salvado la cultura antigua, es mentira: durante siglos se dedicaron únicamente a atacarla y destruirla. Empezaron quemando bibliotecas y asesinando filósofos e intelectuales paganos y siguieron a lo largo de los siglos hasta llegar al IX con las órdenes de Alcuino de York para destruir las obras supervivientes de Safo y Ovidio. Si algunos libros del pasado helenístico sobrevivieron se debió a dos factores: o servían a la propaganda cristiana o el celo de algunos elementos privados pagaron espléndidamente su copia a los monasterios que eran, después del siglo VI, los únicos centros con copistas especializados.
Copistas al servicio de la reproducción de textos religiosos pero que representaban una excelente fuente de ingresos alquilados a particulares aunque fuera para copiar obras reprobadas y prohibidas.
El segundo caso que trata la película es el asesinato de Hipatia, astrónoma, matemática y filósofa pagana, defensora de la razón y contraria al fanatismo, que en 415, bajo la inspiración del nuevo patriarca de Alejandría, San Cirilo, sobrino de Teófilo, fue abordada en la calle por un grupo de monjes fanáticos, arrastrada a la catedral de la ciudad, desnudada, golpeada y descuartizada viva con ostraka (trozos de teja) y su cadaver quemado en las puertas de dicha catedral. Tampoco fue este un caso aislado.
Hagamos un pequeño repaso de hechos puramente históricos.
Cabría decir que el primer motín exclusivamente cristiano que afectó al orden público y a la vida de ciudadanos no seguidores de esa religión en Alejandía se remonta al año 284 y que en lo sucesivo fueron muy frecuentes. Hay que decir también que estas revueltas no procedían exclusivamente de la masa sino que a menudo eran inspiradas por los propios jefes de las diferentes facciones que, una vez legalizado y protegido por el imperio el cristianismo, llegaron a protagonizar algaradas verdaderamente graves para defender sus intereses personales. Podría adjuntar una larga lista de ejemplos, pondré solo unos pocos ilustrativos. A saber: en el 366 San Dámaso aspiraba al obispado de Roma pero resultó elegido uno de sus rivales: Ursicio. El santo, sin pensárselo dos veces, reunió a sus seguidores e irrumpió en la basílica en la que estaban consagrando a Ursicio, que logró huir por los pelos, y disolvió la asamblea por las armas. Murieron casi trescientas personas pero San Dámaso consiguió el obispado de Roma y la santidad. Poco después, en Milán, para evitar altercados similares, las autoridades enviaron a la basílica de la ciudad una fuerza armada dirigida por el pagano Ambrosio.
Este cercó el edificio y se hizo elegir obispo de Milán, con el tiempo y gracias a imponer su voluntad contra el emperador Teodosio al que obligó a hacer penitencia delante de la basílica de Milán, se convertiría en San Ambrosio. En Constantinopla los hechos alcanzaron, si cabe, mayor gravedad. En 341, aprovechando que el emperador se encontraba fuera de la ciudad, Pablo el Confesor, encabezando una turbamulta furiosa de monjes egipcios, dio un golpe de estado eclesiástico para hacerse con el patriarcado de Constantinopla y, de paso, con el control de la capital imperial de oriente. El emperador envió algunas fuerzas mandadas por Hermógenes para poner orden y el buen patriarca, sirviéndose siempre de sus monjes tumultuarios, las atacó y las derrotó asesinando a Hermógenes.
Al año siguiente el propio emperador, con todo su ejército, desatendiendo la frontera persa, hubo de volver a Constantinopla y conquistarla como si se tratara de un estado enemigo. El patriarca usurpador huyó a Roma para regresar en 346 y en esta ocasión mantuvo sublevada la capital imperial de oriente contra el emperador, cristiano, durante cuatro años. No fue el único, en 379 otro clérigo ambicioso, Máximo el Cínico, aprovechando la enfermedad del emperador Teodosio, se hizo con el patriarcado y la ciudad. Para su desgracia Teodosio se recuperó y como sus antecesores antes que él, dirigió hacia allí su ejército recuperando una capital que por tres veces le habían arrebatado los cristianos a los que él protegía.
Y estos no son casos aislados. El tumulto, el asesinato, el saqueo, la sublevación eran el comportamiento normal de los dirigentes de las sectas cristianas.
El cristianismo, como no podía ser de otro modo, permaneció prohibido durante mucho tiempo. Solo alcanzó tolerancia gracias a los intereses de un tirano despreciable y sanguinario (llegó a asesinar a toda su familia, incluyendo hermanos, esposas e hijos) llamado Constantino y apodado el Grande por la historiografía cristiana.
El siglo III había sido muy difícil para el imperio. Marco Aurelio quebró el sistema de emperadores electivos que había aportado estabilidad y prosperidad al imperio para imponer su propia dinastía, lo que encumbró a su hijo Commodo (exacto, el de Gladiator) e indujo a un golpe de estado para acabar con la tiranía de este. Ello dio origen a medio siglo de golpes y contragolpes que terminaron con el eficaz gobierno de Diocleciano que logró imponer la Tetrarquía, una forma de retorno al sistema de emperadores no dinásticos en el que el puesto no se consideraba patrimonial sino de servicio público. Los augustos dejaban el cargo pasado un tiempo y lo cedían a sucesores elegidos en virtud de sus méritos y experiencia.
Constantino era el hijo de uno de estos augustos temporales que habían ascendido por sus propios méritos a la cima del estado y no tenía ninguna posibilidad de conseguir algo similar, de modo que se sublevó militarmente e inició una larga guerra civil que le convirtió en tirano único del imperio. Ni la ley ni la moral le respaldaban y mucho menos garantizaban la supervivencia de su dinastía, para conseguir respaldo y continuidad recurrió a dos estrategias: el asesinato indiscriminado y la alianza con los cristianos que justificaban su ilegítima entronización diciendo que era voluntad de dios, un designio divino que solo los impíos podían discutir. Consiguieron de este modo hacerse con el poder y una patente de corso imperial para hacer lo que les viniera en gana.
Tanto es así que apenas unos años después de proclamarse el Edicto de Tolerancia de Milán (año 313) que hacía del cristianismo una religión legal, los monjes cristianos, encabezados por su obispo, asaltaron, saquearon e incediaron el templo de Apolo en Dídima torturando y asesinando impunemente a cuantos sacerdotes y fieles paganos encontraron en él. No tardaron en hacer lo mismo en el enclave sagrado del Monte Atos donde dejaron una guardia armada que es el origen de la actual acumulación de monasterios cristianos en ese enclave. Había comenzado la matanza, ya no se detendría.
En 326 asaltaron del mismo modo y destruyeron (con igual resultado de saqueo, torturas y asesinatos) y a instigación de Santa Elena, madre de Constantino, cristiana y, como tal, furibunda fanática, el templo de Asclepio en Aigai y el de Afrodita en Jerusalén. En 330, para decorar Constantinopla, Constantino saqueó los templos paganos. En 335 se decretó formalmanente la persecución de todos los "helenistas" esto es: los ciudadanos no cristianos que eran la mayoría de la población y ello dio alas a los sectarios cristianos para sus desafueros sangrientos, que alcanzaron a figuras relevantes como el filósofo Sopatro.
En 341 se decretó la crucifixión de todos los "adivinos y magos" lo que equivalía a decir los sacerdotes de las religiones no cristianas e incluso de filósofos. En 353 se condenaba a muerte a quienes "sacrificaran a los ídolos" y al año siguiente se decretaba el cierre definitivo de los templos paganos y el establecimiento en sus cercanías de fábricas para convertir en cal el mármol de los edificios y de las estatuas. De paso se decretó también la ejecución de todos los sacerdotes paganos y en 359 se creó en Escitópolis un campo de concentraciòn y exterminio en el que se encerró a paganos procedentes del todo el imperio y que muy pocos lograron abandonar con vida. Mientras tanto los obispos fueron exentos de comparecer ante tribunales civiles y ello les permitió organizar y encabezar tumultos como los de Alejandría a lo largo y ancho de todo el imperio. Por ejemplo en el 336 dos obispos que llegaron a santos: San Máximo, obispo de Tréveris, y San Atanasio, obispo de Alejandría, exiliado en ese momento por uno de tantos golpes armados dentro de su diócesis, dirigieron a una multitud exaltada de monjes y fieles contra el recinto sagrado de Altbactal en Tréveris que contaba con cincuenta capillas, un teatro y un santuario de Mitra y lo saquearon e incendiaron sin ahorrar muertes ni torturas a quienes pretendieron defenderlo. Esta práctica fue tan frecuente que aburriría al lector señalando todos los casos que conocemos.
Solo diré que a veces la cosa les salía mal a los obispos, como le sucedió en el 400 a otro obispo que llegaría a santo: San Vigilio de Trento, que dirigió la habitual turba de monjes asesinos para destruir una estatua de Saturno situada en los campos cercanos a su ciudad y acabó lapidado por los campesinos que la adoraban. Algo parecido le sucedió siglo y medio después a San Galo, tío de Gregorio de Tours, que asaltó y destruyó los santuarios paganos de Colonia provocando una reacción tal en la población pagana, todavía numerosísima entonces, que solo la intervención de las tropas del rey franco Teudeberto de Austrasia le permitió salvar la vida. Para entonces hacía ochenta años que había terminado el imperio romano de occidente pero la represión cristiana y sus asesinatos y coacciones continuaban.
En todas partes los monjes se instalaban en templos paganos (San Pacomio en uno de Serapis en Egipto, San Benito en uno de Apolo en Italia...) para impedir que continuase el culto, en el imperio de oriente se decretaba en 542 la confiscación de tierras y bienes a los paganos, tierras y bienes que se entregaron a la iglesia para que erigiera monasterios, en 580 se lanzó una nueva persecución contra los paganos que afectó incluso a gobernadores provinciales como Anatolio, gobernador de Siria, que fue empalado en el circo de Constantinopla y, estando todavía vivo tras varias horas de suplicio, despedazado por las fieras todo ello para regocijo del patriarca y sus fieles.
En occidente los concilios seguían legislando contra los paganos. Todos sin excepción, y hasta bien entrado el siglo VIII (por ejemplo uno de los últimos de Toledo celebrado en 695), ordenaban que los obispos debían destruir los santuarios paganos de sus diócesis y que las fuerzas de los nuevos reinos bárbaros debían apoyarlos y, de paso, continuaban legislando para establecer su dictadura sangrienta. Por ejemplo, el concilio de Macon en 585 ordenaba que se arrebataran los bienes de quienes no acudieran a misa los domingos y los "culpables" fueran, además, azotados públicamente.
...Y así continuamente durante siglos. Recordaré para terminar este artículo que ya se extiende demasiado el glorioso día para la cristiandad en el que Carlomagno hizo decapitar, e insisto: en un solo día, a 5000 sajones paganos que se negaban a bautizarse. Fue en el año 782 y desde el 313 no habían dejado de sucederse ni un solo año asaltos, saqueos, robos, asesinatos, coacciones y todo tipo de actos salvajes y terroristas protagonizados por los talibanes cristianos contra la población, más sana y numerosa, de la ecumené pagana. Y, por supuesto, esos actos no concluyeron en 782.
Puede afirmarse, entonces con total respaldo de los hechos históricos, lo que se afirmaba al principio de este artículo: las sectas cristianas son peligrosas organizaciones que proceden de la superstición más absurda y retorcida y defienden el totalitarismo teocrático usando para imponerlo y desde siempre todo tipo de métodos ilegítimos comenzando por la mentira y acabando por el terrorismo. Organizaciones sectarias incompatibles con la libertad y el progreso que deben ser despreciadas y combatidas aunque el número de sus seguidores sea elevado e incluso mayoritario. La democracia, por mucho que se empeñen algunos, no es una cuestión de mayorías sino de actitud. Pensemos, para tener una visión más objetiva, en Irán...allí se vota regularmente, ¿pero es la república islámica, cualquier repíblica islámica, una democracia?¿es compatible con la libertad, la felicidad y el progreso?...para conseguir una verdadera democracia, defender la libertad y el progreso humano es preciso destruir la república islámica y eliminar la influencia de los clérigos chiitas en la sociedad. Exactamente lo mismo sucede con los cristianos. El cristianismo en todas sus formas es incompatible con la verdadera democracia y, desde luego, con la civilización.
Hay que ser consciente de ello y saber que aceptar sus posiciones ideológicas o incluso adoptar una postura neutral es sinónimo de complicidad con los crímenes de estas sectas y apoyar la involución humana vulnerando de este modo la principal exigencia moral de la humanidad: el progreso hacia formas superiores de conciencia personal y organización social.
PD.- Recomiendo al lector la lectura de Historia Criminal del Cristianismo, excelente trabajo historiográfico publicado por Karlheinz Deschner en 1970. Y me gustaría recordar que la públicación de este documentado y extenso trabajo todavía no superado, le valió enfrentarse a un juicio por difamación a la iglesia en 1971 (que ganó) seguido de una sorda y sórdida persecución contra él y su trabajo por parte de esas mismas sectas que continuan siendo totalitarias, terroristas y contrarias a la libertad y la civilización.
Nota.- la fotografia es de Mharrsch. Estatua de Serapis, uno de los dioses salvadores que copiaron los cristianos para inventarse su Jesucristo.