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Wilas

LARGO .... PERO BUENO . REFLEXION SOBRE A TOLERANCIA

Señores ..... Ya se que es muy largo .... pero por favor cuando tengan tiempo , traten de leerlo :

REFLEXIONES SOBRE LA TOLERANCIA

o Teoría de los defectos mínimos





Mucho tiempo y mucha energía se gastan en el mundo para convencer a los demás que se tiene la razón y que los demás están equivocados.. Cuántas guerras se han desencadenado en pos de las razones de la “sinrazón”. Cuántos han sufrido la injusticia de la descalificación de sus razones no escuchadas por los agresores, sordos por sus propios gritos irracionales. Cuántas vidas vieron truncadas sus posibilidades de realización por el filo de la prepotencia de los que creían tener la razón. Muchos de estos verdugos a menudo cumplen tan fatídica tarea convencidos que es su deber de padres, superiores o guías, frente a seres que pretenden pensar y ser diferentes a ellos y a sus ideales. En nuestra preparación para el nuevo siglo vamos a necesitar un arma poderosa: la tolerancia. Sólo con ella podremos defendernos del aniquilamiento recíproco. Por lo demás, este debiera ser un requisito importante para el desarrollo de la inteligencia emocional. Es muy poco inteligente quien porfía creyendo tener la verdad sin abrirse a la posibilidad de que existan otros puntos de vista mejores que el propio.



Mi esposa, por enésima vez, estaba criticando el desorden de nuestra hija. Por supuesto no logró otro resultado que el disgusto del mal rato, situación que se venía repitiendo ya por años. Algo parecido sucedía con nuestro hijo, en otros aspectos.



Quizás ese día me encontraba muy cansado como para entrar al campo de batalla o bien tuve un instante de inspiración, pero el asunto es que me puse a cavilar sobre esta infructuosa e ingrata pugna que cada cierto tiempo nos alteraba la armonía familiar.



Observé que este desgaste de energía era absolutamente ineficaz ya que se había transformado en una rutina y que nada cambiaba en los comportamientos criticados. Dentro de mi cavilación me planteé que éstos no revestían una gravedad que justificara la reiterada pérdida del clima armonioso que todos anhelábamos. Comprobé que lo que tanto nos inquietaba no pasaban de ser niñerías frente al terrible muestrario de conductas indeseables que corroen a miles de jóvenes, muchas veces víctimas inocentes de pervertidores “profesionales”.



Al respecto, conversé con mi esposa y la invité a que analizáramos la situación referida. Le hice ver que ninguno de nuestros hijos había llegado al extremo de desarrollar comportamientos agresivos ni menos delictuales; que eran muchachos normales, como la gran mayoría. Si bien es cierto que son desordenados, poco colaboradores, llevados de sus ideas; no es menos cierto que son sanos física y psicológicamente, que llegado el caso son cariñosos y sensibles con nuestros problemas, que están desarrollando sus vidas con los altos y bajos de la normalidad. ¿Se justifica entonces esa agresividad doméstica, rutinaria y, para colmo, ineficaz? ¿Cuántas horas perdidas en recriminaciones inútiles? ¿Cuántas de ellas no fueron más que descargas de nuestras propias frustraciones? ¿Cuántas veces estuvimos frenando la libre y sana expresión de sus personalidades ebullentes por ese ardor juvenil que los impulsa, aún irracionalmente, hacia la realización?



Esta situación debe ser corriente entre padres e hijos de todo el mundo, en especial en culturas abiertas a la libre expresión de los jóvenes. No creo que se trate de una situación particular. Por eso estoy escribiendo estas reflexiones, pensando que serán de utilidad para padres como nosotros y para cualquier persona que desee relacionarse con otras personas en términos más amorosos y constructivos.



De dichas cavilaciones surgió la teoría de los defectos mínimos (TDM) o, más irónicamente planteada como teoría de la taradéz mínima (TTM), para referirme a las pifias del comportamiento de nuestros hijos, ahora transformadas en sombras al escape de la luz de la reflexión. De ese modo bajó la presión como por arte de magia. Prácticamente las eternas recriminaciones desaparecieron y creo que sus causas no volverán.



Posteriormente, la lectura del libro de Wayne W. Dyer, Tus Zonas Mágicas[1], reforzó mi teoría. En él encontré varias referencias a conceptos semejantes vinculados con la tolerancia, con la aceptación de opiniones o actitudes diferentes a las de uno. Nuestra cultura tradicional nos impele a imponer nuestros criterios sobre los demás; a descalificar todo aquello diferente a lo que nosotros aceptamos como valedero; a acusar de equivocados a los que plantean ideas diferentes a las nuestras, etcétera.



Uno de los consejos que Dyer nos da es renunciar a la necesidad de tener razón. “Ésta por sí sola es la mayor causa de dificultades y de deterioro en las relaciones: la necesidad de hacer que la otra persona demuestre su error o tú tu razón... Recuerda que a nadie, y tampoco a ti, le gusta que le demuestren que está equivocado. Sabes que a ti te desagrada; honra pues este derecho también en los demás y renuncia a la necesidad de llevarte el mérito o de mostrar tu superioridad. En una relación espiritual no hay superior e inferior, ambos son iguales, y esta igualdad se respeta. Practica esto y verás cómo el amor sustituye a la ira en esa relación.”



“Esto es también cierto por lo que se refiere a las relaciones con los demás. Tus hijos necesitan que se los guíe, no que les demuestren sus errores. Siempre hay un modo de enseñar a los pequeños (y a los no tan pequeños) sin necesidad de que vean que se equivocan. La vergüenza que acompaña al hecho de quedar como un “estúpido” lleva a una propia imagen de estupidez. Puedes sustituir esas observaciones destinadas a demostrar tu enorme superioridad por respuestas afectuosas destinadas a ayudar a tus hijos y a otros a examinar sus propias opiniones. O bien puedes responder tranquilamente con estas palabras: Yo lo veo de otro modo. Dime, ¿Cómo has llegado tú a esa conclusión?. La clave no está en memorizar observaciones que hacer en el momento adecuado sino en no perder de vista que a nadie le gusta quedar mal, especialmente en público.”



Nuestra teoría familiar (TTM), expresada más seriamente como la teoría del umbral de la tolerancia (TUT), puede ser de utilidad en cualquier ambiente o circunstancia donde interactúen personas de distintas categorías, con diferentes habilidades, con otras experiencias, de diversas culturas, etcétera. Siempre habrá la posibilidad de creer estar en la razón y encontrar el error en los demás. Si lo que creemos erróneo en los demás, después de analizado serenamente, aparece como tolerable o no tan grave como se nos presentó en un comienzo, bien se le podría aplicar nuestra teoría y bajar nuestras armas y evitarnos guerras o guerrillas infructuosas y desgastadoras. Esto es válido tanto en relaciones descendentes como ascendentes y también entre pares. Algunas veces nuestros superiores nos pueden resultar más soportables si los comparamos con otros. Si nuestro jefe es gruñón, podremos tolerárselo si al mismo tiempo nos da la oportunidad de aplicar y desarrollar nuestras potencialidades. Frente a otro, que pudiendo ser muy amable pero que nos inhiba nuestra creatividad con su autoritarismo, lo gruñón de nuestro jefe no pasa de ser una deficiencia mínima y por tanto, dentro del umbral de la tolerancia.



En todo caso, si del mencionado análisis resulta la convicción de que el error ajeno es real y reviste alguna gravedad más allá del umbral de la tolerancia, nos queda el recurso de aplicar las habilidades de la inteligencia emocional y sustituir las críticas descalificatorias por orientaciones afectuosas, objetivas y, al mismo tiempo, respetuosas de la autoestima, tan necesaria para conservar la salud mental.



Obviamente aquí nos estamos refiriendo a relaciones con iguales o con subordinados. Tratándose de la conducta de superiores, sólo llegaremos al diagnóstico so pena de provocar una descarga en contra nuestra de los criterios y comportamientos que pretendemos criticar. Una de mis alumnas aplicó este método con su padre. Se trata de una profesional joven, que vive en su casa paterna. A pesar de estar ya titulada y disponer de rentas propias, su padre insiste en guiarla y reprenderla en aquello que él estima que no está bien, incluso en lo profesional. Después de conocer nuestra técnica ella estuvo alerta cada vez que su padre se acercaba a regañarla –como era su hábito- y se planteaba que esto no era más que una “pequeña pifia”, al lado de otros comportamientos insoportables dentro de las familias, como la embriaguez y otros por el estilo, que en su caso felizmente no se daban. Al pensar en esto, a ella le daba risa en vez de molestarse y defenderse de los regaños paternos, como lo hacía anteriormente. Esta situación, obviamente, descolocó a su padre quien extrañado y malhumorado indagó la causa de este cambio de actitud de su hija y de esa inexplicable hilaridad. Como mi alumna estaba impresionada con la eficacia de la técnica aprendida, ya que ahora ella se mantenía inalterable frente a retos y acusaciones, creyó oportuno explicárselo. Su padre entendió la técnica... pero todavía no acepta que le haya supuesto un cierto nivel de “taradez”, aunque sea en un grado mínimo.



En cierto modo toda la confusión y sufrimiento que se produce en nuestras relaciones se generan en el afán de imponer nuestros criterios o en el tratar de comprender por qué los demás se comportan tan diferentes a nosotros. Dyer, en el libro citado, nos dice que no es necesario comprender. “Esta es una gran lección en el aprendizaje del modo de hacer que todas las relaciones funcionen en un plano mágico. Y lo que ocurre es que no es preciso comprender por qué una persona actúa y piensa como lo hace. No darás más comprensión que diciendo: No lo entiendo, y está bien así. Cada uno de mis siete hijos tiene una personalidad y unos intereses totalmente únicos e independientes. Es más, lo que les interesa a ellos no ofrece a menudo ningún interés para mí, y viceversa. He aprendido a superar la idea que deberían pensar como yo y pasar por este mundo como paso yo; en lugar de ello, tomo distancia y me digo: Es su viaje, han venido a través de mí, no para mí... Rara vez entiendo por qué les gusta lo que les gusta, pero tampoco necesito ya entenderlo, y esto hace que nuestra relación sea mágica.



En una relación amorosa, renuncia a la necesidad de comprender por qué a tu pareja le gustan los programas de televisión que ve, por qué se acuesta a la hora que se acuesta, come lo que come, lee lo que lee, le gusta la compañía de las personas a quienes frecuenta, le gustan las películas que ve, etcétera.

...Cuando se abandona la necesidad de entenderlo todo del otro, se abre la verja de un jardín de las delicias en la relación. Puedes aceptar a esa persona y decir: Yo no pienso así pero ella sí, y es algo que respeto. Es por eso que la quiero tanto, no porque sea como yo sino porque me aporta aquello que yo no soy. Si fuera igual que yo y pudiera así entenderla, ¿para qué la necesitaría? Sería una redundancia tener a mi lado a alguien igual que yo. Respeto esa parte de ella que me resulta incomprensible. La amo no por lo que entiendo sino por esa alma invisible que está detrás de ese cuerpo y de todas esas acciones.”



Por su parte Thaddeus Golas, en su Manual de Iluminación para Holgazanes[2], nos dice: “Las mismas personas que ahora vemos como vulgares, oscuras, estúpidas, parásitas, locas: estas personas, cuando aprendemos a amarlas y a todo lo que sentimos hacia ellas, son nuestros pasajes al paraíso. Y eso es todo lo que necesitamos hacer: amarlos. Podemos expresar ese amor o no expresarlo, como queramos y en la forma que queramos. Ni siquiera importa la forma cómo las tratemos. Sin embargo, debemos verlas y amarlas tal como son ahora, porque no podemos negarles la libertad de ser lo que son, del mismo modo como debemos amarnos a nosotros mismos tal como somos ahora.”



Podemos estar seguros que muchas relaciones en la pareja, entre padres e hijos, entre jefes y subordinados, etcétera, adquirirán un tono más humano, enriquecedor, eficiente y muy gratificante para el que se decida adoptar esta modesta pero potente teoría. Con esas observaciones y si se atreve, le deseo mucho éxito en esta práctica y ojalá que los que están observándonos a Ud. y a mi, también estén dispuestos a aplicarla con nosotros mismos.



Alfonso Baraona Sotomayor
Viña del Mar, Chile
 
#1 en FACTURA ELECTRÓNICA
Sugerencia a la admistración: necesito un emoticon que esté aplaudiendo. jajajajajaj

ya en serio, gente, leer no es malo, siempre trae algo nuevo y/o refrescante. y la reflexión que conlleva este texto es de valor incalculable.

Jordy, valió la pena la inversión de tiempo en la lectura que compartes con nosotros! :cool:
 

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