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Wilas

El Ladrón de Perros

C

Chuletón

Invitado
Tipificado por la sociedad y la historia como el mejor amigo del hombre, no es menos cierto que en las sociedades modernas el perro no goza de ningún privilegio legal o protección que haga pensar a sus abusadores o a quienes irrespetan los derechos de propiedad del animal, que la transgresión de esos principios es punible y que de persistir en sus acciones serán castigados severamente.

Leía hace unos días en el gimnasio una nota que me abrió los ojos: Se Busca! Obedece al nombre de Roko, de raza Bull Terrier. Se ofrece recompensa, no se harán preguntas. Necesita medicamentos.

Toda esta leyenda se acomodaba debajo de la imagen de un perro joven, de mirada apacible, elegante, sentado de una forma que indicaba buen entrenamiento y educación apropiada. Su dueño apelaba a la buena conciencia de quien lo “hubiera encontrado” en caso de haberse extraviado o bien del ladrón que se lo hubiera robado, pues además de ofrecer recompensa por su devolución hacía patente la necesidad que tenía el animal de seguir un tratamiento para corregir un problema de salud.

Difícilmente quien se lo hubiera “encontrado” tendría la consideración, el cariño y el cuidado que su dueño profesaba por Roko y al leer entre líneas se podía percibir dolor y preocupación en el propietario, en primer lugar por perder a alguien cercano en el hogar y en segundo aunque no menos importante, porque sabía que el animal necesitaba seguir un tratamiento.

Me hizo pensar esta nota y me llenó de pavor de solo pensar que nuestro Argus, un pastor Shetland de dos años de edad pudiera “extraviarse”. Aunque vivo en una zona de acceso controlada siempre somos muy celosos con nuestro Argus y tratamos de controlar sus salidas. A pesar de ello, de vez en cuando se nos escapa y es que claro, es un perro, él no se imagina que puede extraviarse en esta masa gris que constituye la urbanidad, que pueda ser atropellado por un carro o bien que un ladrón de perros decida simplemente echarle mano y llevárselo.

Para Argus la calle son jardines donde hay recodos y árboles en los cuales debe orinar para marcar su terreno y dejar huella de su existencia, para hacer saber de sí mismo a aquellos similares que habrán de pasar por allí. Es su forma de dejar huella. Lo mismo debe ser para Roko y todos los perros, domésticos y callejeros. Amistoso como es, Argus además ha sido entrenado para ser amigable “y darse a querer”. Para él una caricia o una mirada bonita son un premio, tanto o más que una galleta.

Me dirán algunos que la Convención tal o cual protege de manera clara a los animales domésticos y que los animales silvestres están ultra protegidos por la policía y los guardaparques, pero lo cierto es que por ejemplo tengo noticia de un cura infame que en San Juan de Tibás mandó a “poner a dormir” a la perrita callejera de la comunidad, esa que se arrimaba a las casas de los vecinos a esperar comida o que bajo la lluvia corría a guarecerse bajo un árbol del jardín de la iglesia, la misma que parecía importunar a los feligreses un domingo a la entrada o la salida de la misa de 10 de la mañana.

Claro, esa perrita pulgosa y flaca, mal entrenada o sin entrenamiento del todo, no le interesaba a ningún ladrón de perros y para el cura era una molestia. Y qué sucedió? Pues nada, el asunto se olvidó y el cura siguió predicando la palabra del señor y el respeto por la vida, claro, la humana nada más, porque el tema de la vida de los perros no posee esa envergadura de respeto y consideración. El cura le aplicó la eutanasia perruna a la mascota de la comunidad y sigue impune. Después de todo, quién se atreve a condenar seriamente la actuación de un repartidor de bendiciones, solo porque se deshizo de una perra callejera?

Lo mismo me pasa con los candidatos políticos, tanto los de segundo y tercer rango como los presidenciales. Ninguno está interesado realmente en la sociedad como un todo sino solamente en aquello que garantice votos. Y claro, un candidato que se pronuncie a favor de los perros y en contra de los curas perricidas, que además proteja el derecho a la propiedad del perro y castigue a los ladrones de canes y/o a sus abusadores, ese de seguro será un charlatán y un bobo porque los perros no votan, aunque de seguro sí lo hacen sus propietarios.

Cuando observo el perfil de los políticos de turno, desde la firme honestidad de la señora candidata y desastrosa presidente, pasando por el resentido discurso del candidato que pudo, pero que ya no será presidente, hasta alcanzar el territorio del candidato más soberbio en apariencia, quien con un discurso populista promete seguridad ciudadana –seguro que al estilo León Cortés- a juzgar por el tono retórico de su verborrea y el “palo” que muestra en la otra mano, me digo a mí mismo, está claro que tampoco los candidatos a la presidencia de la República de Costa Rica en el 2010 y años venideros comprenden a los perros y sus amos en esta sociedad y aquel que no entiende y protege ese derecho, no merece gobernar.

Dirán que soy un vagabundo, un charlatán del lenguaje, porque existiendo temas tan trascendentales en esta sociedad y en estos tiempos, me pongo a reclamar el derecho de los perros y a exigir leyes que los protejan contra los abusadores y ladrones, pero es que a veces me cuesta distinguir y muchas otras yo también me siento perro en esta sociedad, donde la lealtad se ha perdido pero nunca en los perros. Porque la verdad, solo quien conoce de perros, sabe realmente lo que significa la lealtad.

Yo lamento la suerte de Roko y espero que su amo lo encuentre aunque acabe pagando recompensa, pues estoy seguro que nadie sabrá darle a Roko la calidad de vida que su propietario se propuso darle.

Cuando veo estas injusticias de nuestra sociedad, cuando veo que un policía fue a la cárcel porque nuestras leyes no supieron articularse de manera correcta, cuando veo la acción de los sicarios y a mí vecino viendo de reojo a Argus –mi mascota - solo porque es perro y asiste al jardín común de nuestro vecindario, mientras él juega con su hijo y su hijo busca a Argus para acariciarlo y el vecino no puede admitirlo, a pesar de que yo puedo resultar más peligroso y agresivo que mi Argus, pero no soy perro; cuando veo la irresponsabilidad de personas que no saben manejar a sus mascotas y tienen perros de mandíbulas asesinas que sin proponérselo pero sin control hacen daños.

Cuando pienso en el Nica Canda que por robarse unos fierros es echado a los perros y éstos solamente hacen aquello para lo que fueron entrenados y luego fueron puestos a dormir, es cuando pienso: esta sociedad está siguiendo la ruta equivocada.

Y es entonces cuando coincido con Diógenes, el filósofo griego de la escuela Cínica, quien en el cenit de su vida dijo: “Entre más conozco al hombre, más quiero a mi perro”.
 
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