Viene este artículo de La Nación:
Tragedia venezolana y latinoamericana
La llamada revolución social de Hugo Chávez ha sido más propaganda vacía que otra cosa
Exdirector de PDVSA
Un artículo del diputado José Merino (“¿Por qué Chávez?”, La Nación , 3/12/2008) sobre el régimen de Hugo Chávez en Venezuela debe ser desvirtuado ante la opinión pública costarricense por deformar groseramente la realidad de mi país.
Argumenta el diputado Merino que Hugo Chávez ha llevado a cabo once elecciones y ha ganado “limpiamente” diez de ellas. Debo decirle que lo de “limpiamente” no es verdad. Hugo Chávez ha poseído todos estos años el control político del Consejo Nacional Electoral. Las campañas para cada elección han sido modelo de abusos de poder por parte de Chávez, el cual encadena a su capricho los medios de comunicación para hacer su propaganda y utiliza sin ningún reparo fondos estatales para promover sus campañas y desvirtuar a sus oponentes.
Condiciones para la democracia. Pero más allá de esto, el diputado Merino debería saber que las elecciones transparentes son condición indispen- sable pero no suficiente para que un gobierno pueda ser definido como democrático. Se requiere, además, una separación efectiva de poderes, una rendición sistemática de cuentas al pueblo, una alta transparencia en el manejo de las finanzas públicas, respeto a la disidencia política y un tratamiento equitativo ante la justicia para todos los ciudadanos. Ninguno de estos requisitos ha estado presente en los diez años de régimen autocrático de Hugo Chávez, y ello es fácilmente comprobable.
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Se refiere Merino a los “logros” sociales del régimen chavista. Es necesario comenzar por decir que Chávez ha recibido ingresos del orden de los $600.000-700.000 millones –nadie sabe exactamente cuánto– durante sus diez años en el poder. El gasto público se ha incrementado de un 18% del PIB en 1999 a un 30% en el 2006. Sin embargo, afirma el brillante economista venezolano Francisco Rodríguez, profesor en Wesleyan University y exasesor de Economía del Congreso Nacional en Venezuela, la desigualdad social, medida por el coeficiente de Gini, ha aumentado bajo Chávez, al pasar de 0,44 en el 2000 a 0,48 en el 2005. En esta evaluación negativa concuerdan dos otros excolaboradores chavistas de mucho prestigio en Venezuela: Felipe Pérez Martí (exministro de Planificación de Chávez) y Domingo Maza Zavala (director del Banco Central de Venezuela). La política de Chávez ha sido la de repartir peces, pero no enseñar a pescar.
Estrepitosa caída. Sin embargo, no solo en la desigualdad social estamos peor. En 1999, un 8,4% de los niños recién nacidos en Venezuela estaban bajo peso. En el 2006 es el 9,1%. Los hogares sin agua corriente han aumentado del 7,2% en 1999 al 9,2% en el 2006 y las casas con pisos de barro han pasado a representar el 6,8% en comparación con el 2,5% de 1999. El presupuesto combinado del régimen de Chávez para educación, salud y vivienda representa el 24% del PIB, en comparación con el 26% durante los 8 años anteriores a Chávez. Al contrario de lo afirmado por Merino, el puesto de Venezuela en el Índice de Desarrollo Humano elaborado por las Naciones Unidas ha sufrido una estrepitosa caída, al pasar del número 43 en 1999 al 76 hoy en día.
Los índices de corrupción de Transparencia Internacional colocan a Venezuela en el último lugar del hemisferio, junto a Haití, mientras que los índices de competitividad y gobernabilidad generados por el Banco Mundial también colocan a Venezuela en uno de los últimos lugares, junto a algunos países de África. La llamada revolución social de Hugo Chávez ha sido más propaganda vacía que otra cosa.
Una mentira escandalosa del régimen chavista ha sido decir que el analfabetismo ha desaparecido en Venezuela, gracias a la revolución. El último informe de la Unesco establece la verdad: la tasa de analfabetismo en Venezuela en el 2007 es idéntica a la de 1999, el 7%. Más tristemente aún, el 15% de estos analfabetos tienen entre 15 y 24 años, es decir, crecieron durante estos diez años chavistas sin ser educados en lo más básico.
La tasa de mortalidad infantil durante el régimen de Chávez ha declinado en un 3,3% anual, lo mismo que declinaba antes de la llegada de Chávez al poder. Mientras tanto, en Chile declina al 5,3%, y en México, al 5,2%, excepto que en ninguno de estos países ha sido necesario tener una “revolución”.
La inflación venezolana este año será del 40%, la más alta en América Latina. Cerca de 14.000 venezolanos morirán violentamente en las calles del país. Mientras tanto, los venezolanos hacen colas de tres horas o más para comprar los alimentos más esenciales. Venezuela está gastando más de $40.000 millones al año en importar hasta lo más elemental, porque la insensata política agrícola de Chávez (invasiones de fincas productivas) e industrial (estatificación de empresas productivas sin pago de indemnización) y su control de cambios instalado hace seis años ha causado el cierre de la mitad de la capacidad productora del país. Según el Banco Central de Venezuela (manejado por Chávez) el índice de escasez de algunos alimentos básicos durante el 2007 en Venezuela fue del 86% (sardinas), 85% (cereales) y 65% (leche).
Manejo criminal. El manejo que Hugo Chávez ha hecho de nuestros recursos financieros ha sido criminal. Durante los últimos seis años ha dado a líderes amigos de otros países unos $30.000 millones. Solo a Fidel Castro le ha dado unos $14.000 millones en petróleo, casas y dinero en efectivo. Miles de millones han ido a los gobiernos de Evo Morales, Rafael Correa, los Kirchner, Daniel Ortega, entre otros. Esto no es “generosa ayuda exterior”, como lo define algún desprevenido presidente Nobel latinoamericano con reputación de demócrata, sino vulgar soborno y malversación del dinero que pertenecía a los venezolanos y que nunca más veremos.
Las instituciones de Venezuela, desde la empresa estatal Petróleos de Venezuela hasta el Ejército, pasando por el Consejo Nacional Electoral, el Tribunal Supremo de Justicia y la Asamblea Nacional, se encuentran en el bolsillo del autócrata, hasta el punto de que los contrapesos institucionales, que son esenciales para la democracia, han desaparecido.
El diputado Merino dirá si ese es el tipo de país donde a él le gustaría vivir. Sería bueno que los costarricenses lo supieran.