Hay un punto interesante que se debe resaltar, respecto a la idea de que con una mejor educación en el uso de anticonceptivos, se puede lograr disminuir la incidencia de abortos y embarazos adolescentes, y es el impacto que tuvieron estos métodos en la sociedad.
Hoy día se observa como normal, pero la introducción de la píldora significó un suceso de altísimo impacto a nivel mundial. Trajo consigo un cambio radical en las costumbres y el comportamiento sexual de las personas. Y sus repercusiones continúan.
La idea principal ha sido que la píldora y los métodos anti-conceptivos permitieron liberar a las mujeres de las consecuencias de embarazos no planeados, permitiéndoles desarrollarse profesionalmente más allá de sus labores de madres y el hogar.
Pero esto también trajo consigo un sútil cambio en los términos de lo que podríamos llamar el "juego de la seducción" entre hombres y mujeres. Este "shock tecnológico" tendría como consecuencia un incremento más que una disminución en abortos y embarazos no deseados.
El propulsor de esta teoría es el economista George Akerlof, ganador del Premio Nobel en 2001. Akerlof afirma que previo a la introducción y masificación de los anti-conceptivos en la década de 1960, el estigma de la mujer soltera embarazada era muy grande. La historia es bien conocida: si la familia tenía dinero, mandaba a la hija de vacaciones. También estaba la costumbre de los "matrimonios forzados" que era en el fondo una forma de cumplir un acuerdo implícito previo a la relación sexual: las mujeres aceptaban los avances del hombre a cambio de que si por accidente las consecuencias fueran un embarazo, ellos se casaran y evitaran así el estigma. El hombre, sabiendo que cualquier otra mujer haría la misma demanda, estaba dispuesto a aceptar el riesgo.
La introducción de los anticonceptivos y la liberalización del aborto durante los sesenta (La decisión Roe v Wade de 1973 despenalizó el aborto en todo el país, pero ya había estados que habían lieralizado estas leyes), los términos cambiaron. Ahora, las mujeres dispuesta a abortar, o que usaban la píldora en forma regular, podían evitar el embarazo y por ende no era necesaria la promesa de matrimonio de los hombres.
Pero para otro segmento de mujeres, menos reacias a abortar o que no son capaces de utilizar métodos anti-conceptivos adecuadamente, imponer el contrato anterior no era posible. Esto, debido a que los hombres podían escapar a las mujeres del primer grupo. Por ende, éstas últimas estaban dispuestas a tener relaciones sexuales aún sin la promesa de matrimonio.
En la medida que el estigma contra el embarazo adolescente ha venido desapareciendo, la incidencia de embarazos en amdres solteras se ha disparado. Un uso más generalizado de anti-conceptivos podría disminuirlo, pero la experiencia de países más desarrollados no parece mostrar que la tendencia tiende a bajar. Países como Grna Bretaña, donde el aborto y anti-conceptivos son altamente disponibles, aún mantienen altas tasas de embarazos no planificados.
Curiosamente, esta situación fue prevista, entre otros, por la Iglesia. Akerlof escribió esta tesis en 1996, pero ya rn 1968 el Papa Paulo VI escribió la encíclica Humanae Vitae, donde explicaba la posición de la Iglesia, en términos que hoy en día suenan bastante proféticos.