Juraron amarse y respetarse por toda la vida... hasta que la muerte los separe. Un beso sella el sí que cada uno pronunció frente al altar y los anillos dorados, reflejaron una nueva luz en aquellos rostros jóvenes de la pareja que acaba de formar una nueva familia. Prósperos, como muchas parejas que vieron en su horizonte, un futuro lleno de parabienes, y la esperanza y la fé en Dios los llevaba por un camino envidiable. Nació su primer hijo y creció siendo educado con las bases firmes que sólo el amor y las bondades de una excelente relación de pareja puede producir... con esfuerzo, diálogo y mucho amor. Pero vendría el día... ese fatídico día. Él sale como todos los sábados, a mejenguear con sus amigos. Ella tenía una corazonada y le pidió a él que se quedara en casa, pero no pudo decirle el por qué de aquella petición. El compromiso con sus amigos era ineludible y siempre se fué a la mejenga. De regreso, antes de recibir la obligatoria ducha, se sentó en el sofá y quedó entonces en un estado de petrificación que más tarde, los doctores habrían dictaminado accidente cerebral moderado.
Se disparó entonces no solo la urgencia por recuperarle su estado físico sino mental, porque entre otras cosas sufrió problemas que le afloraron bipolaridad. Al cabo de casi 5 años de ayuda, ella ya no daba más. Cansada de vivir obligatoriamente a velar por su esposo las 24 horas, y por su hijo otras 24 horas, por la casa 24 horas y nada de tiempo para ella, ella decide poner su caso en manos de profesionales, porque sentía que ya no daba más. Agotada por el proceso y la prueba sufrida, la que soportó tan sólo por un juramento, ella comenzaba a despertar de una pesadilla en la que se le olvidó que es un ser humano, y que llevar esta cruz hasta la muerte, podría significar también la muerte psicológica no solo de ella sino de su hijo. Finalmente los psiquiatras le recomendaron la separación de cuerpos. Los suegros de ella deciden llevarse al ya recuperado físicamente en un 75%de su parálisis, y ella queda en la casa de aquel ejemplar matrimonio, solitaria, con sus fotos, sus recuerdos y mucho mucho que contar de su experiencia. Siente mucha paz, pero quedan las lesiones producto de tan cruenta guerra contra la sombra de la soledad... ahora todo son recuerdos. El aún tiene esperanzas de regresar algún día a casa, con su hijo y su señora, a quienes dejó por recomendación médica pero siente la esperanza de volver. Ella ya no quiere repetir la historia, a pesar de que siente por él y respeto y admiración religiosos, nada más.
Sale decidida a buscar trabajo y logra ser contratada en una compañía en la que destaca por sus grandes habilidades y cualidades humanas y se dedica al trabajo y a su hijo. Un día sale con una amiga, a un lugar donde jamás se imaginó podría ir ni aún cuando compartía con su esposo. Con un coctel en la mano, dirige solamente una mirada al lugar y nada mas... cautivó al que ahora es su pareja. El, divorciado hace ya mucho tiempo, un hombre estable, de una edad como para ella, se gustaron y se unieron pensando en una linda relación. Ella le cuenta su historia y él acepta llevar con ella lo que le falte para llegar a un feliz fin. Aunque no viven juntos ella aún no decide firmar su divorcio... y dejó su estatus civil tal y como quedó aquel día en que su esposo salió de la casa. Su juramento quedó en el eco de un templo pero también visualiza la situación legal en defensa de los derechos suyos y de su hijo. Lo cierto es que no se ha divorciado y en sus planes no existe una intención clara por hacerlo. Mientras tanto, su pareja siente que lo que hacen no es correcto, al cabo de un año de relación... El sintoniza en el radio de su vehículo un tema que interpreta Mercedes Sosa y dice ....EL TIEMPO PASA.. NOS VAMOS PONIENDO VIEJOS... cierra la libreta donde escribe esta historia y mira los celajes que el Sol poniente pinta en el ocaso... sin saber qué pasará mañana..
Una mujer que leyó su historia le podría hacer el siguiente comentario:
Se disparó entonces no solo la urgencia por recuperarle su estado físico sino mental, porque entre otras cosas sufrió problemas que le afloraron bipolaridad. Al cabo de casi 5 años de ayuda, ella ya no daba más. Cansada de vivir obligatoriamente a velar por su esposo las 24 horas, y por su hijo otras 24 horas, por la casa 24 horas y nada de tiempo para ella, ella decide poner su caso en manos de profesionales, porque sentía que ya no daba más. Agotada por el proceso y la prueba sufrida, la que soportó tan sólo por un juramento, ella comenzaba a despertar de una pesadilla en la que se le olvidó que es un ser humano, y que llevar esta cruz hasta la muerte, podría significar también la muerte psicológica no solo de ella sino de su hijo. Finalmente los psiquiatras le recomendaron la separación de cuerpos. Los suegros de ella deciden llevarse al ya recuperado físicamente en un 75%de su parálisis, y ella queda en la casa de aquel ejemplar matrimonio, solitaria, con sus fotos, sus recuerdos y mucho mucho que contar de su experiencia. Siente mucha paz, pero quedan las lesiones producto de tan cruenta guerra contra la sombra de la soledad... ahora todo son recuerdos. El aún tiene esperanzas de regresar algún día a casa, con su hijo y su señora, a quienes dejó por recomendación médica pero siente la esperanza de volver. Ella ya no quiere repetir la historia, a pesar de que siente por él y respeto y admiración religiosos, nada más.
Sale decidida a buscar trabajo y logra ser contratada en una compañía en la que destaca por sus grandes habilidades y cualidades humanas y se dedica al trabajo y a su hijo. Un día sale con una amiga, a un lugar donde jamás se imaginó podría ir ni aún cuando compartía con su esposo. Con un coctel en la mano, dirige solamente una mirada al lugar y nada mas... cautivó al que ahora es su pareja. El, divorciado hace ya mucho tiempo, un hombre estable, de una edad como para ella, se gustaron y se unieron pensando en una linda relación. Ella le cuenta su historia y él acepta llevar con ella lo que le falte para llegar a un feliz fin. Aunque no viven juntos ella aún no decide firmar su divorcio... y dejó su estatus civil tal y como quedó aquel día en que su esposo salió de la casa. Su juramento quedó en el eco de un templo pero también visualiza la situación legal en defensa de los derechos suyos y de su hijo. Lo cierto es que no se ha divorciado y en sus planes no existe una intención clara por hacerlo. Mientras tanto, su pareja siente que lo que hacen no es correcto, al cabo de un año de relación... El sintoniza en el radio de su vehículo un tema que interpreta Mercedes Sosa y dice ....EL TIEMPO PASA.. NOS VAMOS PONIENDO VIEJOS... cierra la libreta donde escribe esta historia y mira los celajes que el Sol poniente pinta en el ocaso... sin saber qué pasará mañana..
Una mujer que leyó su historia le podría hacer el siguiente comentario: