En un cementerio, mientras todos ofrendaban flores y lloraban a sus muertos, Jaimito sollozaba, al tiempo que ponía un plato de arroz, como ofrenda para su muertito. Un tipo que lo veía de reojo le preguntó en tono de burla:
- ¿A qué hora sale a comer su arroz el difunto?
Jaimito con seriedad contesta:
- A la misma hora que el tuyo sale a oler las flores, viejo hijueputa