Un reino
Un cuento, sobre reyes poderosos,
señores de tan flamantes tierras,
que castillos de grandes puertas,
se amainan aún bañadas en oro.
Paraísos de frondoso jardín,
donde galopan corceles amables,
y donde el perenne recelo del mármol,
imita el sensato gavél de laudo admirable.
Una niña
Gozo tierno en el reino!
el suplicio cándido de las mariposas,
y será reina, la tiara matinal y fresca,
la pulida autoridad en esferas mocosas.
Así son las reinas,
¡valientes todas, tiernas y jocosas!
y todas navegan Egipto y su encanto pajizo,
pero solo en los vaivénes de la miel y la prosa.
Es la musita del trono,
y endulzada con la bélica brisa,
jugando, humedece su larga trenza,
y en cobre sediento así misma se alegoriza,
La niña y su Padre
Y Piensas:
"preciso es a mi Padre,
En la faena del yunque y del herrero,
mi prescencia en arados de estribo y fuego,
alentando a la victoria, los guerreros."
El Rey y sus Contactos
La algarabía de renombre al Rey asiste,
y la sesuda estrategia,
en vicario crepúsculo torna y se viste.
Y conversan:
Quiméricas armas en repliegue de fuerzas,
y una ojiva estelar de lanzas y arqueros,
alerta y trepados en viriles almenas.
El sueño de todas las niñas reinas
Ya es tarde y casi de noche,
el aplauso a la mesa,
y el fin de los comedores,
entonces, el noble adios perdura,
bajo el cortés dintel de honores!
Un ogro a la vez, lo firme y fausto,
y se marchan lúcidos señores,
vetusta, la túnica del consejo,
en seis huellas y en dos centuriones.
Las noches de princesas
Susurro de almohada!
es la hora del dulce sueño,
la musa se corona en suspiro,
Y entre su voz y su ronquido,
imperios socavan ante el ejército de tierno dueño.
¡ icemos banderas!,
¡ y la victoria se retuerce en las colchas!
De seguro al dormir,
Vivaz y alegre aflorás un orgulloso estandarte,
y atisbando la trompeta,
que melodiosa junta a los vivos,
y llevando la cuenta de los héroes caídos,
se vuelve, onírica madrugada,
el fin del cruel enemigo.
El frío de la madrugada
Un pequeño bostezo,
Y las finas sedas se apegan,
no es sino cansancio de guerra,
magno tropel en sus lechos de felpa.
Degolla por ramos al añil rebelde,
y se ofende un cielo de violetas,
es el agrio viento de una asfixia salina,
el fantástico hogar de la aspirante nereida!
Por la mañana
Llegó la luz!
Son las suertes de otro día,
y el Rey, conversa con el ceño galante,
con soberbios espejos,
coraje felino refleja,
su tez cual violenta querella,
Y así su corcel, benigna memoria,
tersa y camarada,
siempre resulta la epopeya,
Y Digno hoy por eso!
un precioso yelmo se prueba,
y el terror absoluto entonces!
sombra rígida de amenaza excelsa.
Entregado al negocio jerarca,
irreflexible, mudando en cruel enemigo,
Y en la arista del peñasco, los millares en anturios,
lo irremediable y lo elegante.
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