Corría el gobierno del Lic. Calderón Fournier, el gerente del Banco Anglo era Hernán Robles, un abogado que gustaba de un pefil alto: él mismo hacía los comerciales del Banco Anglo, se casó con una cantante famosa en aquel entonces. Llevó al Banco "nuevas ideas" de "nuevos negocios" sin pensar que eran fondos públicos, que no eran de él sino de todos los costarricenses. Compró una pantalla supergigante en muchos millones (en aquel tiempo decir millón era decir mucho) innecesaria por lo que luego lo condenarían.
Hizo inversiones en bonos de deuda venezolana que después no valían un cinco. Eso se llama especulación y eso lo pueden hacer los inversionistas de alto riesgo, NUNCA un banco, pues el dinero de los bancos no es propio, es de los depositantes y se basa en la confianza.
En la Junta Directiva se daban los sobregiros a las empresas como dar confites en una fiesta de carajillos. Perdón, es más difícil conseguir el confite en una fiesta de carajillos. Un amigo mío y amigo también de un directivo de aquel entonces, me contó que hizo una sociedad, abrió una cuenta nueva en el Anglo y a los ocho días le aprobaron un sobregiro millonario para que hiciera negocios. "¿Con garantía de qué? Pos ninguna garantía, compadre, mire nomás usted".
Bueno, sobra decir que muchos de esos sobregiros no los pagaron y los que sí lo hicieron fue porque se destapó el escándalo. Por otra parte, muchos de los directivos nombrados por Calderón no tenían el grado académico ni el conocimiento de la actividad bancaria como para ese puesto. Esos también pudieron ser rodados por Robles haciéndoles creer que todo andaba muy bien. Estos directivos estuvieron en la cárcel mucho tiempo y luego fueron sentenciados, no recuerdo bien si la sentencia era cárcel o los dejaron con libertad condicional.
Los chilenos que se fueron a Chile, se quedaron allá mientras prescribía el delito. Luego regresaron a Costa Rica, hace como dos años y como todo había prescrito y el estado no había hecho nada, recuperaron las propiedades que les habían sido incautadas. Es decir, el Estado les quitó las propiedades y nunca hicieron nada judicialmente. Como los chilenos no fueron sentenciados, podían recuperar sus bienes entre los que se cuentan unos buenos terrenos en Santo Domingo.
Cuando Chema llega como presidente, se destapa además de lo de los bonos, que el Anglo adquirió unas empresas en las que participaban estos chilenos. Estas empresas fueron sobrevaluadas para las compras, en muchos millones. Eso hizo incluso que un despacho de contadores públicos con mucho nombre prácticamente desapareció y ahora se dedica a otros asuntos.
Cuando el nuevo gobierno de Chema se encuentra con el problema, tenía que decidir: o le inyectaba dinero al Banco Anglo (dinero de todos los costarricenses) y escondía el tamal... o simplemente lo cerraba y destapaba el tamal. Recuerden que el negocio bancario es un negocio de confianza pública. Si usted a un banco le mete dinero pero siempre destapa el tamal de corrupción, igual se hunde. La solución solo eran dos opciones: o destapa el tamal o lo esconde. Si lo destapa prácticamente lo condena al cierre, si no lo destapa tiene que inyectarle capital y esconder la caquita como hacen los gatos, enterrándola en la arena. Es decir, los costarricenses pagábamos el desmadre con conocimiento de lo que pasó, o los costarricenses pagábamos el desmadre y otro poco más para salvarlo, sin que nos diéramos cuenta.
Ahora cabe preguntarse, los que critican el cierre del Anglo de aquel entonces: si Chema hubiera ocultado todo e inyectado el capital y luego se destapa la corrupción que hubo ¿No lo estarían criticando más fuerte? Además, por qué Chema iba a echarse ese chicharrón si venía de un gobierno "socialcristiano" de Calderón Fournier. Eso sin mencionar que los diputados calderonistas aceptaron que se cerrara el Anglo y que no iban a hacer alharaca en la Asamblea, condicionado a que no se investigara, bajo ninguna circunstancias, de forma similar en el Banco Crédito Agrícola de Cartago. El Crédito estaba muy mal y a ese el Banco Central le metió ayuda y plata. Dicen las malas lenguas que en el Banco Crédito Agrícola de Cartago la torta era mayor.
Y no digo que así fue como me lo contaron, porque viví esa época ya como profesional.