Yo diría, mejor tener doble moral que no tener moral del todo.
Toda sociedad tiene principios morales, que limitan lo que los individuos pueden o no hacer. Estos principios no son producto de la lógica o la razón pura. Sin duda pueden cambiar en el tiempo, y se adaptan al progreso de una sociedad. Pero tampoco hay que creer que, pro ser restrictivas, éstas deban ser abolidas o cambiadas por nuevas normas, sin antes reflexionar cuaóes serán las consecuencias para la convivencia social. Y si de verdad mejoran antes de empeorar la condición de las personas.
Por ejemplo, durante mucho tiempo se mantuvo el principio de que el matrimonio debería ser lo más posible a un acuerdo indisoluble. El divorcio era visto como un estigma. Ni qué decir del embarazo fuera del matrimonio: los hijos bastardos tenían poco reconocimiento. Esto no era un principio religioso per se: el Estado empezó a regular el matrimonio mucho antes que apareciera la Iglesia Católica. Despue´s de todo, las familias paganas debían tener un mecansimo de perpetuar su estirpe y delegar los bienes a su descendencia.
Sin duda este hecho resultaba muy injusto para cierto grupo de personas: las mujeres y los hijos de uniones extramaritales sin duda no la pasaban bien. Y la perspectiva de vivir por siempre con un hombre abusador e incluso violento, no era tampoco muy agradable.
Pero por erosionar la insititución del matrimonio, surgieron una serie de problemas iguales o mucho peores que antes. El abandono de la mujer y sus hijos, la violencia y el abuso de ellas, han continuado e incluso se ha namplificado. Ni que decir del desarrollo de la juventud en hogares sin un padre: es el factor más importante que explica distintas patologías sociales, como delincuencia, dorgadicción, etc. los cuales son más persistentes en familias donde la madre es la jefe de hogar. Esa es la triste realidad.
El que el alcohol y la droga tengan un trato legal distinto es producto de la costumbre, pero no debiera ser impedimento de replantearse si no sería más conveniente que tuviera un trato similar al que se le da al alcohol. Pero no desde el absurdo (pero válido) punto de vista libertario de la supuesta autonomía del individuo para hacer lo que no le plazca con su cuerpo. Sino de un análisis acerca de los beneficios y perjuicios que para la sociedad tiene mantener en la ilegalidad un área de actividad, que por cuyo motivo genera ganancias astronómicas que se pelean a muerte por individuos inescrupulosos, armados de fuertes recursos para corromper o intimidar conciencias.
De la misma forma, es cierto que muchos esposos y esposas creyentes son infieles. Y son hipócritas al denunciar a otros por los mismos actos. Pero eso acaso invalida el principio moral de mantener la fidelidad con la pareja? Debiéramos entonces botar el agua de la tina con el bebé y decir básicamente que el adulterio debiera verse como algo normal y aceptable?
Siempre en estas discusiones sale a flote la frase cliché de "No se debe juzgar a los demás", o que resulta improcedente que los creyentes juzguen a los demás, cuando el mismo Jesús dijo "el que esté libre de pecado que tire la primera piedra". Pero eso no significa que no deban existir jueces. SImplemente, quiere decir que el trabajo de juez es muy duro y no para todos: especialmente aquellos que quieren tomarse la ley en sus manos y dispensar justicia en la calle.
Pero siempre habrá alguien que deba dispensar justicia y decidir qué es o no correcto. Y muchas veces es mejor el estigma de ehcho que usar el poder del Estado. Si no, que lo digan los miles de maridos encarcelados por no pagar la pernsión alimenticia de los hijos que procrearon pero no tuvieron tiempo para estar a su lado mientras crecían. La misma función que antes el estigma social realizaba hoy lo hace el monopolio de la fuerza por parte del Estado. Qué nuevas ocnsecuencias traerá la legalización del matrimonio homosexual por ejemplo?