Pared de texto abajo.
Fui de perfil de atención medio a medio alto. Era algo nerd, pero tampoco era un santo:
- El payaso de la clase durante los primeros años de colegio. Me sacaron más de una vez del aula por portarme mal. Estaba en un colegio católico, si lo sacaban del aula, tenía que quedarse de pie afuera hasta que comenzara la otra lección.
- El director era un sacerdote bien severo (pero era un tipo divertido). En aquellos tiempos le daba de cachetadas fuertes a aquellos que se portaban mal. Alguien sabrá a qué colegio me refiero.
- La única manera de poder entrar al aula es hasta que comenzara una clase nueva, o el padre lo pescara afuera y le diera una cachetada de aquellas. Una vez, nos sacaron como a 7 por una broma que hicimos en clase. Nunca vi tanta gente afuera del pasillo. Contábamos los minutos para poder entrar y así el padre no nos pescara afuera. Faltando UN MINUTO para que empezara la otra clase se apareció el padre en el pasillo. Jamás vi al padre corriendo tan rápido por el pasillo con esa sonrisa en el rostro para venir a castigarnos. Justo apenas terminó de darnos el castigo, sonó el desgraciado timbre para cambiar de lección.
- Si alguna vez vio algún video sobre el cielo nocturno durante la guerra del Golfo Pérsico durante la década de 1990, figúrese esto mismo pero haciendo guerras con bodoques de papel:
Y no, no exagero. Aprendí a maximizar la cantidad de bodoques de papel que sacaba de una hoja de papel, y tirar varios al mismo tiempo o en rápida sucesión. Podía esconder bien rápido la mano y hacerme el disimulado cuando era necesario. Cuando ya la gente se enojaba, empezaban a volar los bodoques yendo y viniendo por todo lado sin pausa por varios minutos. Ayudaba mucho a la guerra de papeles el hecho de que yo ya había tirado un montón y se volvían a usar como munición.
- Durante los primeros tres años en mi segundo colegio, los maestros y orientadores me conocían por mi nombre de pila, terminé más de una vez en la oficina de orientación.
- Habían pupitres tan viejos y en tan mala condición, que muchos tenían huecos en la superficie. Esto aunado a los usuales grafitis que dejan los estudiantes con lapiceros y corrector. Tomaba diminutos rollos de papel y los metía dentro de los huecos. Escribía mensajes en los rollos de papel retando a quien los encontrara, a que buscara todos los rollos escondidos en el pupitre. Tapaba los huecos con un pequeño pedazo de papel, le pasaba corrector encima y rayaba encima para hacer que pareciera una parte sin huecos del pupitre que había sido rayada con corrector. La mejor parte es que, la gente se ponía a buscar los rollitos de papel escondido.
- Teníamos competencias para ver quién se tiraba de la grada más alta de unas gradas en el patio principal. Yo tenía el récord tirándome de la novena grada de una escalera de 29 escalones. Nadie se atrevía a tirarse de una grada más alta. No es algo que definitivamente recomiendo hacer. Tampoco decidí tratar de romper mi récord, ya que una vez que traté, casi me descalabro toda la vida. Igual caí de pie, pero toqué con el talón el borde de la última grada cuando caía, lo que me hizo irme hacia adelante con el impulso. Por dicha me salvó el buen equilibrio que tengo, sino de seguro hubiera besado el concreto.
- En los días de lluvia, se mojaba el piso de los pasillos exteriores y se hacía extremadamente resbaloso. Me ponía a patinar todo el recreo.
- Hacía sonidos de animales de la jungla, cuando la clase se estaba portando muy mal y haciendo mucha bulla. Mi cara de inocencia y de yo no fui, me ayudaba mucho para que no me agarraran.
- Habían unas verjas dentro de la ventana en un aula. La proeza favorita de toda la clase, era que yo me subiera por la verja hasta el techo, me lanzara y cayera de pie. Obviamente, era una altura segura, así que nunca me herí. Nadie más se atrevía. Aunque yo hacía ciertas cosas físicas que los demás no se atrevían a hacer, siempre medía lo que iba a hacer, nunca hice algo con lo que me pudiera descalabrar la vida.
- Ponerme afuera de otra clase ajena a la mía y comenzar a hacer ruidos de la jungla. Así supe qué tan rápido podía correr para que el profesor no me viera ni me agarrara cuando salía a ver qué pasaba. Nunca me pescaron.
- Clase de biología. Ya saben por dónde va el asunto. Habían varios contenedores llenos de formol que preservaban varias cosas orgánicas. Nadie se atrevía a tocarlos por lo que había dentro. Yo los tomaba frente a la clase sin asco y miraba de cerca lo que contenían (me daban también mucha curiosidad). Dentro de los frascos habían conservados medio cerebro, una serpiente, una tarántula, algo que no recuerdo qué era y que nunca pude describir, y un feto producto de un aborto espontáneo.
- Habían maestros que me veían como todo un punk en la clase, el que desordenaba todo, y no esperaban mucho de mí. Aunque luego me compuse (un poco pero no del todo), siempre me veían igual. Siempre he sabido cosas y he tenido impecable ortografía y gramática, y algunos me cuestionaban que si en serio había yo hecho tal trabajo o tal tarea. A un par, creo que eso les causaba algo de malestar porque para ellos no era posible que yo pudiera hacer trabajos así. Dicho esto, me di a la tarea desde entonces de hacer trabajos muy bien hechos y organizados, sólo para ver sus reacciones (no siempre llevaba la tarea, como todo colegial) pero cuando lo hacía, se me salía el autor literario que llevaba dentro. Estos dos profesores, cuando dictaban, a veces se venían a ver lo que yo estaba escribiendo para ver si en realidad yo escribía de esa manera. Ahhh... la satisfacción y sonrisota internas que tenía yo cuando constataban que era verdad.
Eso es lo que puedo recordar y escribir por el momento.