Hola amigo Aralan.
He seguido con mucho interés el intercambio de opiniones entre el amigo brujo y su persona, ha estado interesantísimo.
No es mi intención para nada terciar entre ustedes así que no voy a opinar nada acerca de todo lo escrito, pero me ha dejado pensando su última consulta.
¿De que me sirve Dios en mi vida?
Super interesante, me imagino que el brujito le responderá a su tiempo.
La verdad nunca he visto a Dios como algo lejano a mí, todo lo contrario, lo siento como un padre que vela por mí, con el cual se puede conversar tranquilamente y siempre lo va a escuchar a usted con detenimiento y amor.
Lo siento como un ser protector al cual acudir cuando la vida le da a usted pruebas que tal vez se sienten insuperables pero que misteriosa e inexplicablemente son superadas.
Lo veo como un guía que envío a este mundo consejos de vida, con los cuales usted sabrá si se rige o no. Valores que permiten la comunión entre los hombres.
Yo veo a Dios como una esperanza de que cuando esta vida finalice haya algo más, algo después de esto creado por él, no como mi muy amado hermano Alejandro dice, que cuando esta vida finaliza nos pudrimos y listo, que eso fue todo. Muy triste final según su humilde servidor.
Hola de nuevo y encantado de volver a leerle, ElErecto.
Creo que cuando nos movemos con el tema de Dios, el hecho de "sentir", "tener fe" y, en resumen, el mundo de las emociones y los sentimientos, es donde Dios, por lo que escucho a creyentes de diferentes creencias, cobra más sentido. De hecho, me temo que es el mundo donde Dios nació y su último refugio. Ahora Dios vuelve a convertirse en una "herramienta" para la que en origen fue creado. Se convierte entonces en un sentimiento, en una sensación, en una esperanza, en un psicólogo siempre disponible (perdone el ejemplo, pero es lo que se me viene a la cabeza).
Y está bien, ElErecto. Yo ahí no tengo nada nada que decir salvo esto: la verdad no tiene por qué ser consoladora, ni siquiera interesante. Que algo haga sentir triste no debe conllevar que sea falso. Sin embargo, no es menos cierto que algunos pensamientos son terribles. La idea de la extinción total para muchas personas es paralizante, inasumible, inimaginable. Va contra el mismo instinto de supervivencia pensar en ella. Nadie quiere pensar que de todos los días del calendario, uno es para él. Que de todas las horas del reloj, una es para él. Que en ese día y a esa hora, volverá al mismo sitio donde estaba antes de ser engendrado: a ser parte integrante del resto del universo, pues los átomos se disgregarán y pasarán a ser parte de la tierra, de los animales, de otras personas, de las estrellas, de otros planetas...
Tomé prestado mis átomos de cometas, estrellas, soles y lunas; de plantas, árboles, hijos, padres y madres y tendrán que ser devueltos para conformar otras cosas y personas. Algunos de mis átomos nacieron hace 13.700 millones de años. Otros estuvieron cerca al crearse la creación del sol y de la tierra. Y de la luna y de todo. Y otros en lugares más maravillosos.
Y sé que mi consciencia se desintegrará cuando mi cerebro se desintegre. "Yo" dejará de tener sentido. Pensar en morir me crea inquietud en vida porque anticipo mi sufrimiento, pero bien es verdad que cuando muera todo sufrimiento cesará porque dejaré de sentir. Epicuro supongo que tenía razón.
Así que entiendo perfectamente el recurso de un Dios para poder vivir con más tranquilidad en un mundo que tiene muchas cosas feas y repleto de casualidades afortunadas (te salvas de una bomba al pasar por un sitio diferente del que pasabas todos los días) y desafortunadas (te pilla una bomba cuando pasabas por una lugar por el que nunca pasabas). Nos paraliza pensar que qué sentido tiene esto. Que esa muerte y el sufrimiento tiene que ser para algo, que no puede ser todo puro azar. Nacer, crecer... ¿para luego morir? ¡Qué absurdo!, ¿verdad?
Y qué cierto.
Pero no, debe haber algo más.
Pero que deba haber algo más para apaciguar nuestros miedos, no significa que lo haya.
Sí, entiendo esa reacción mental (Dios) ante los hechos de un mundo donde ocurren desgracias azarosas (no hay una razón metafísica por la que pasan cosas malas porque el universo nos tiene tan en cuenta como a una ameba o un paramecio. El ser humano le encuentra razón, ya que la posee, que no es lo mismo).
Me despido diciendo que espero que su creencia le siga haciedo feliz, le siga haciendo estar a gusto en el mundo y le dé una razón para levantarse cada mañana.
Un saludo.