Querido diario (que aplayado que se lee eso)
En fin… ejem…
Querido diario. Está lloviendo demasiado, con relámpagos y truenos, hace frío. Extrañamente es el clima que me gusta (tengo el gusto de los locos Adams). La lluvia me relaja, me tranquiliza, aun cuando los truenos me sobresaltan de vez en cuando.
Me recuerda que así estaba aquel día almorzando en que yo le pedí probar de su comida y me dijo que no, que no le gustaba compartir. Se amargaba tanto… no sé de dónde sacaba tanta amargura. Entonces yo dije: bueno, está bien. Y me fui a comer un helado feliz de la vida. La felicidad son momentos.
Hoy la verdad que no me siento exactamente feliz, tengo muchos, muchos pendientes, por llamarles de algún modo. No se como definirlos. Como esas emociones con las que uno carga y solo lo cansan. Tal vez me tomo mucho a manera personal. Pero aun así, afortunadamente el rencor no es uno de mis pesares y creo que el orgullo es solo una tontería que se inventa la gente para sentirse más importante cuando no encuentra otra forma más productiva de valorarse.
Tengo un collage de recuerdos buenos y malos, de personas y lugares. Aun estoy a tiempo de desempacar un poco y dejar solo lo necesario.
Me acuerdo de aquel día comiendo helado y vuelvo a pensar que la felicidad son momentos. Por eso nunca se me ocurre nada mejor que brindar por el ahora, porque nada es tan valioso como lo efímero.
Y el mañana llegará cuando deba llegar, siempre lleno de novedades.