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Convirtiéndonos en una pareja ero-tica y exhibicionista

TicoNYC

ANÓNIMO

El inicio


Es un viernes en la tarde y estoy sentado en un café-restaurante en Plaza Mayor esperando por Marta. Llevamos seis meses saliendo juntos y no podríamos estar más enamorados. Escogí una mesa con una ventana a mí izquierda y por diez minutos fui el único ahí. Lo que no me sorprendió siendo como eran las cuatro de la tarde de un día laboral, aun así, un grupo de dos parejas hacen su aparición y se sientan una mesa más allá a mi derecha. Una pareja a cada lado de la mesa, pues las mesas son rectangulares y no cuadradas lo que ha hecho que las acomoden con dos sillas de cada lado a lo largo de la mesa. En eso la veo llegar.

Marta lleva tacones altos, una minifalda de mezclilla y una blusa negra con botones en el frente y se ve de infarto. Esta blusa es una de mis preferidas porque dependiendo de cómo se sienta y debido a donde están colocados los botones puede verse el lado de uno de sus hermosos senos. Hoy le pedí que se pusiera el sujetador negro de media copa que le había regalado y así lo hizo. Yo sé que tan sólo llega a cubrirle la mitad de sus pezones por lo que hoy debería poder verse más de lo que comúnmente es posible con esa blusa.

Al llegar Marta a la mesa nos besamos y saludamos. El mesero llega a nuestra mesa para ver que queremos pedir y rápido nos decidimos y ordenamos lo que queremos. Acto seguido empezamos a conversar acerca de los acontecimientos de la semana. Como a los veinte minutos de estar conversando hacemos una pausa antes de que todo se enfríe para tomarnos el café y comer algo de la repostería que nos han traído. Es entonces que noto, a través del reflejo de la ventana a mí izquierda, que uno de los tipos sentados a la derecha no le quita los ojos de encima a Marta. Pienso que es una jugada muy lista de su parte, pues su compañera está sentada a la par y puede pretender que la ve cuando en realidad está viendo a Marta y a su escote. Cada vez que su compañera interactúa con la otra pareja él aprovecha para ver a Marta y pues claro inmediatamente entiendo el espectáculo que ella le ofrece sin saberlo. El morbo de la situación me la pone dura, no sin una leve punzada de celos, pues el tipo no sólo no es feo, sino que, por el contrario, es bronceado, atlético y se nota que tiene dinero. Aun así, la excitación le gana a cualquier inseguridad que pueda sentir y casi de inmediato empiezo a tramar como explotar la situación para maximizar el morbo.

Dudo por un momento entre si decirle a Marta lo que pasa y ver su reacción o quedarme callado y ver como se dan las cosas. Al final, a pesar del riesgo de que Marta reaccione sintiendo vergüenza y tapándose decido decirle y ver si podemos compartir el morbo.

-Amor no volvas a ver y quédate cómo estás.

-Qué paso?

-Uno de los tipos de la mesa de la derecha, el que está a la par de la macha, no te quita ojo de encima. Creo que le gustaría venir a ver tu escote más de cerca, pero el pobre no puede. Al menos no sin que lo mate la macha.

Espero por la reacción de Marta ya que, si bien era cierto que hasta el momento había demostrado no ser mojigata, con tan sólo 6 meses de salir no sabía muy bien donde estaban los límites o si había alguno.

-Si ya sabía.

Me lo dijo con una pequeña sonrisa como quien ha estado ocultando que es parte de una pequeña travesura. Siento de forma inconfundible como mí ya dura verga se pone aún más dura.

-Harías algo por mí?

-Qué?

-Jugar con tu escote

- ¿Y si se dan cuenta las viejas?

No le respondo. Nada más me le quedo mirando como si no hubiera escuchado su pregunta. Entiendo la aprensión que siente ante la posibilidad de ser descubierta y que el jueguito, hasta ahora inocente, se convierta en una escena embarazosa, pero al mismo tiempo no se necesita ser un genio para darse cuenta que la situación también la ha excitado y que el empujón que necesita debe ser leve o podría tener el efecto contrario al deseado. Además, hace tiempo aprendí que la mayoría de las veces cuando una mujer no te da un no es porque quiere que la convenzas. Por eso decido callar y mirarla con la esperanza de que su excitación la haga convencerse a sí misma.

Y tuve suerte. Marta se lleva la mano al escote yo vuelvo a ver a la ventana a mi izquierda y veo con claridad a Marta y al tipo. Ella acaricia lentamente la parte de arriba de su magnífico par de tetas como si estuviera quitándose algo que ha caído ahí y al hacerlo baja como sin querer su escote; de nuevo al retirar los dedos el escote vuelve a su lugar. Al tipo se le desorbitan los ojos. No sé cuántas veces lo hizo, pero sé que fueron varias. Por un momento quisiera ser él y poder ver directamente lo que él ve, sin duda media teta pezón incluido, pero lo que me excita tanto no es sólo el imaginarme lo que él ve es ver a Marta siendo “mala” saberla capaz de transgredir convenciones sociales. Además, le añado al coctel de la excitación el ingrediente de no saber si Marta ya estaba corrompida o la estoy corrompiendo yo. Me es indiferente lo uno o lo otro ya que ambas posibilidades acrecientan mi excitación por igual. Mi verga en este punto ya tiene vida propia y ha empezado a soltar gotas de pre-semen luchando por salir de mis pantalones mientras yo lucho con la decisión de si prolongar toda esta situación o dejar el monto de la cuenta sobre la mesa y tomar a Marta por el brazo mientras que nos vamos hacia mi apartamento tan rápido como sea posible.

De repente por el rabillo de mi ojo veo que el tipo se levanta y sé que va para el baño y que no se está yendo porque todos los demás en su mesa permanecen sentados. Marta también se ha dado cuenta. Sé que para ir al baño tiene que hacer un recorrido en L y pasar frente a Marta y por detrás mío donde tiene que doblar a la izquierda y avanzar unos 15 metros hasta el baño. Marta puede ver los baños desde donde estamos sentados Sin perder tiempo le digo:

-Amor vuélvase para que no la vean y desabróchese el primer botón.

No dice nada y ya sin vacilación se vuelve un poco hacía la izquierda quedando fuera de vista de la mesa de la derecha. Ahora soy yo quien puede ver su teta asomarse de medio lado por la blusa y al desabrocharse el botón de arriba por un segundo creo que voy a hacer historia y a regarme sin tocarme por primera vez.
Unos segundos después lo siento caminar a mis espaldas y aunque no puedo ver la reacción del tipo sé que estamos viendo el mismo espectáculo erótico porque puedo ver como Marta se ha puesto roja.

-Amor vaya al baño se quita la ropa interior y viene rápido.

No lo había terminado de decir cuando ya Marta estaba de pie caminando hacia el baño de mujeres. Me rio para mis adentros, confirmo que esta excitada porque más que caminar al baño de mujeres sería más correcto decir que trotó al baño de mujeres. Casi entramos al Guiness, pues estoy seguro que Marta debió haber roto algún record de la quitada de calzones más rápida en la historia. Menos de 2 minutos después oigo los tacones de Marta a mis espaldas. Marta me pregunta:

- ¿Y la silla?

Se refiere a la silla que yo tenía a la par mía y que disimuladamente moví a la mesa de a la par. Hace intento de sentarse donde estaba o sea frente a mí. Rápidamente le digo:

- ¡Ahí no, en la otra!

Se queda paralizada un segundo y en ese segundo veo pasar por sus ojos una chispa que dice que lo ha entendido todo. Que ha entendido que si sienta al otro lado y en diagonal a mí y ya sin la silla a mi lado cuando el tipo salga del baño será la perfecta oportunidad para…

- ¿No será muy obvio?

Me pregunta sabiendo que la respuesta es que si lo es. El asunto es si el que lo sea importa. Me pregunta porque quiere que la convenza de que todo está bien. De por si el tipo no puede hacer mucho estando yo ahí y mucho menos estando también su pareja. Así que empleo la misma estrategia que antes y guardo silencio y sonrío. Ella se sienta en la otra silla y yo no puedo resistir decirle:

- ¡Te ves preciosa!

Ella sonríe y justo en ese momento oigo una puerta abrirse y cerrarse a mis espaldas. En un segundo suceden varias cosas. Podría jurar que mi corazón hace todo lo posible por estallar dentro de mí pecho, se me seca la boca y Marta se acomoda en la silla sentándose más hacia la orilla. Sé que no podrá ver el espectáculo que Marta le ofrece inmediatamente. Eso probablemente ocurra unos segundos después cuando ya esté por lo menos a medio camino a nuestra mesa. Y dicho y hecho, veo como el pecho de Marta se mueve como una reacción involuntaria del abrir ella sus piernas. Un segundo más y sé que él está viendo su depilado sexo porque ella vuelve la mirada hacia mí e involuntariamente se muerde su labio inferior. Es entonces mi turno de hacer una pregunta de la que ya sé la respuesta.

- ¿Cómo estás?

- ¡Empapada!

Me responde sin titubear ni un segundo. Y como impulsado por un resorte me oigo a mí mismo decir en voz alta:

- ¡Cuenta!

Todo cambió



Sin embargo, las cosas hace mucho tiempo que ya no son así. Aventuras como la que acabo de describir hace tiempo que pasaron a la historia. Antes de seguir debería presentarnos. Mi nombre es Daniel y como ya saben el de mi mujer es Marta. Tenemos 34 y 30 años de edad respectivamente. Ambos somos profesionales y vivimos en San José. Yo mido 1.75 y soy delgado y proporcionado. Aunque me considero bien parecido, no tengo verga de actor porno ni soy carne torturada de gimnasio. Diría que soy un tipo de buen ver relativamente corriente. Marta es una mujer dulce e inteligente que es el pilar de nuestra casa y sin la cual estaría totalmente perdido. De pelo largo y ojos obscuros con un peso fluctuante entre delgada y tener unas pocas libritas de más. De bellos senos, ni muy pequeños ni muy grandes, y con unas piernas que me vuelven loco. Siempre me gustaron sus piernas, desde el primer momento en que la vi, porque son unas piernas gruesas que emanan una sensación de fuerza.

Marta probablemente estaría en desacuerdo con la descripción que acabo de hacer de ella ya que tiende a criticarse sin compasión. Esta mujer que tiende a ser increíblemente generosa con los demás no tiene la más mínima idea de cómo serlo con ella misma, especialmente si se trata de su aspecto físico. No importa cuánto le diga lo bella que es o le cuente luego de las miradas lascivas que le dirigen otros tipos cuando salimos nada parece hacer mella en la imagen negativa de su físico que ha desarrollado en los últimos años. Y esto y otras circunstancias sería parte de los problemas por venir, aunque yo también tuve parte de la culpa.

Un año después de esa tarde en Plaza Mayor nos casamos y después de 7 años de matrimonio empezamos a tener problemas. Como ya saben al principio de nuestra relación Marta y yo hicimos una conexión sexual que sólo se ve en las películas. Lo hacíamos todo el tiempo y en casi todo lugar. Y tal y como esa tarde en Plaza Mayor ella se ponía ropa más atrevida con escotes más pronunciados, y esto a su vez disparaba en mí deseos y fantasías de los que no sólo no le había hablado a Marta directamente si no que nunca me había atrevido a confesarle a ninguna pareja. En ese entonces Marta había estado entrenando para competir en carreras cortas de 5 y 10 kilómetros y aunque no corría peligro de que la llamaran para desfilar en pasarela, pues genéticamente no está construida de esa forma si estaba en la mejor forma física de su vida y eso definitivamente tenía un impacto en su disfrute del sexo sobre todo por cómo percibía ella su propio cuerpo y el permiso que se daba para ser sexy. Sin embargo, 7 años después casi toda esa conexión sexual se había esfumado bajo una montaña de estrés y responsabilidades.

Ambos trabajábamos en centros de atención al cliente y para colmo de males ni siquiera estaban cerca. Uno trabajaba en Pavas y el otro en Heredia. Dos años atrás a Marta la cambiaron de horario por necesidades de la cuenta en la que trabajaba sin que pudiera hacer nada para escaparse a ese cambio lo que nos dejó viéndonos únicamente los fines de semana. Al principio hicimos el esfuerzo de tener sexo de viernes a domingo, pero rápidamente se empezó a sentir como una obligación. Lo hacíamos porque no podíamos hacerlo el resto de la semana, lo hacíamos porque de saltarnos un fin de semana significaría que lo estaríamos haciendo cada 2 semanas lo que dicho en vos alta sonaba a muy poco y lo hacíamos porque nos daba miedo que la otra persona encontrara alguien más con quien satisfacer sus necesidades o sea lo hacíamos por todas las razones incorrectas. Y no es que el sexo fuera malo es que simplemente era satisfactorio o sea aburrido. Como los fines de semana también estaban llenos de obligaciones como visitar familia, hacer oficio, hacer compras, dejar cosas listas para entre semana, etc., pronto nuestros encuentros se reducían a hacerlo en nuestro cuarto en algún momento después de las 7PM dependiendo de lo que hubiera en televisión. Eso fue el primer año después del cambio de horario para el segundo lo hacíamos una vez al mes y en el resto del tiempo compartido nos irritábamos con el otro con suma facilidad. Era obvio para ambos que algo debía a hacerse o nuestra relación iba a llegar a su fin en un futuro no muy lejano. Simplemente entre el cansancio y el estrés no sabíamos por dónde empezar. Todo cambiaría un miércoles dos semanas después.


Recuperando las ganas



Se avecinaba un día feriado entre semana y preocupado por la situación busqué algo que Marta y yo pudiéramos hacer juntos para distraernos un poco de las responsabilidades habituales. En La Nación del Viernes vi una reseña de un nuevo restaurante en Rohrmoser. La zona me intimidó un poco, pues la mayoría de los restaurantes ahí están fuera de mi presupuesto, pero este era un restaurante de comida típica que si bien no era lo que se dice barato si podía ir sin miedo a tener que dejar empeñado el reloj.

El miércoles poco antes de salir hacía el restaurante Marta me sorprendió vistiéndose como hace mucho no lo hacía. Un vestido de verano azul de tirantes hecho de una tela fina que se transparentaba un poco cuando le daba el sol. Además, un escote generoso que dejaba ver bastante de sus bellos pechos. No sólo aprecié como se veía si no también el obvio esfuerzo por complacerme. A pesar de todas las peleas y la creciente tensión que se había vuelto nuestra vida no pude evitar sentirme querido. No sabía lo que llevaba debajo, pero me sentí emocionado como un niño al despertar la mañana de navidad anticipando los regalos que está a punto de abrir.
Ambos teníamos la intención de que el otro lo pasara bien y así fue, el almuerzo transcurrió de forma agradable, la comida estuvo muy buena y conversamos de forma amena sobre varias cosas como en los viejos tiempos. Llegamos tarde a almorzar, a eso de las 2 de la tarde, y al terminar; a eso de las tres y media o cuatro la tarde estaba nublada y parecía que el resto de la tarde continuaría igual. Aun así, los dos nos sentíamos de buen humor y Marta sugirió caminar un poco e ir al Parque La Sabana, que aunque no quedaba exactamente lejos tampoco era muy cerca, lo dude un momento, pero lo luego me decidí a ir por temor a echar a perder la tarde. Ya que parte del objetivo de hacer esto era que Marta lo pasara lo mejor posible.

Al llegar a La Sabana caminamos un rato. Estaba bastante sola probablemente por la amenaza de lluvia. Cuando nos cansamos nos sentamos en unos bancos de cemento alrededor de una mesa circular también de cemento cerca del Museo de Arte Costarricense. Unos cuantos metros más allá estaba sentada una pareja muy parecida a nosotros, aunque talvez más cercana a los cuarentas de lo que Marta y yo estábamos. Eran las únicas personas que veíamos alrededor. Ella lleva también un vestido de verano obscuro, sólo que el que ella lleva tiene un diseño de flores. Ella estaba sentada de frente a nosotros y con la espalda a recostada a la orilla de la mesa. El tenía una pierna a cada de la banca y estaba de frente a ella. Se besaban como rara vez se besan las parejas en público, se besan sin pudor.

Marta y yo nos sentamos de la misma forma que están ellos sentados. Miro a Marta, volteo a verlos a ellos y vuelvo a mirar a Marta esta vez como preguntando: ¿y si hacemos lo mismo? Marta sonríe y comenzamos a besarnos justo en el momento en que la pareja se ha detenido. Nos damos besos más allá del afecto, besos levanta vergas y provoca humedades, besos que se turnan succionando intermitentemente labios superiores e inferiores. Tomando un pequeño respiro Marta me pregunta:

- ¿Qué? ¿Un pequeño show?

Okay! – Le dije mientras sonreía.

Un par de minutos después Marta vuelve a ver de reojo a la otra pareja para saber su reacción. Con estas cosas hay que ser cuidadoso. No vaya a ser que se tope uno con puritanos que se indignen en lugar de gozar el espectáculo gratuito.

Entre beso y beso nos las arreglamos para asegurarnos que no hubiera nadie alrededor excepto nosotros y la pareja en la otra banca. Volvimos a besarnos y esta vez mientras lo hacía puse una mano un poco más arriba de la rodilla de Marta y le acaricié esa parte de su pierna. Seguimos así unos minutos más y le dije a Marta: “Fijate” de nuevo Marta trató de ver a la otra pareja con disimulo y sin parar de besarme. Supe que nos seguían viendo porque Marta me dijo:

- Tenemos audiencia

Luego me di cuenta que el tipo tocaba el pecho de su pareja por encima del vestido. En eso Marte me dijo:

- Seguí

Y separó las piernas un par de centímetros y yo correspondí su gesto subiendo mi mano un poco más arriba, pero no tan arriba como para tocar su…
Ahora le acariciaba la pierna desde la rodilla hasta detenerme justo antes del centro de su placer. Para ese momento era obvio que nuestra “audiencia” estaba hechizada por nuestro espectáculo e intrigada por ver el desenlace. Me dijo una vez más:

- Seguí

Y abrió sus piernas un poco más. No había duda para ese momento la pareja tenía palco de primera para ver la ropa interior de Marta. Yo metí mi mano dentro de su tanga y mis dedos más allá los cuales empecé a mover de forma rítmica guiado sólo por los jadeos de placer de Marta. Esto duro unos minutos hasta que sentí a Marta convulsionar de placer y venirse.

Durante todo ese tiempo sólo me distraje unos segundos de vez en cuando para asegurarme que nadie más estuviera cerca. Mientras que todo esto pasaba la pareja que nos miraba parecía de mármol, ni siquiera pestañaban. Es más, no estoy seguro de que estuvieran respirando, tan concentrados estaban con el show que les estábamos poniendo.

Al terminar nos acomodamos la ropa rápidamente y nos fuimos. Desde entonces nuestra vida sexual se reactivó y también nuestras aventuras. Si veo interés tal vez cuente algunas de esas aventuras.
 
super morbosa...
claro que interesado en escuchar mas historias!
:fijo::fijo:
 
#1 en FACTURA ELECTRÓNICA
Me interesa

Mae esan muy buenas la historias, a mi me interesaria hacer algo asi con mi pareja, pero se nos complica un poco

El inicio


Es un viernes en la tarde y estoy sentado en un café-restaurante en Plaza Mayor esperando por Marta. Llevamos seis meses saliendo juntos y no podríamos estar más enamorados. Escogí una mesa con una ventana a mí izquierda y por diez minutos fui el único ahí. Lo que no me sorprendió siendo como eran las cuatro de la tarde de un día laboral, aun así, un grupo de dos parejas hacen su aparición y se sientan una mesa más allá a mi derecha. Una pareja a cada lado de la mesa, pues las mesas son rectangulares y no cuadradas lo que ha hecho que las acomoden con dos sillas de cada lado a lo largo de la mesa. En eso la veo llegar.

Marta lleva tacones altos, una minifalda de mezclilla y una blusa negra con botones en el frente y se ve de infarto. Esta blusa es una de mis preferidas porque dependiendo de cómo se sienta y debido a donde están colocados los botones puede verse el lado de uno de sus hermosos senos. Hoy le pedí que se pusiera el sujetador negro de media copa que le había regalado y así lo hizo. Yo sé que tan sólo llega a cubrirle la mitad de sus pezones por lo que hoy debería poder verse más de lo que comúnmente es posible con esa blusa.

Al llegar Marta a la mesa nos besamos y saludamos. El mesero llega a nuestra mesa para ver que queremos pedir y rápido nos decidimos y ordenamos lo que queremos. Acto seguido empezamos a conversar acerca de los acontecimientos de la semana. Como a los veinte minutos de estar conversando hacemos una pausa antes de que todo se enfríe para tomarnos el café y comer algo de la repostería que nos han traído. Es entonces que noto, a través del reflejo de la ventana a mí izquierda, que uno de los tipos sentados a la derecha no le quita los ojos de encima a Marta. Pienso que es una jugada muy lista de su parte, pues su compañera está sentada a la par y puede pretender que la ve cuando en realidad está viendo a Marta y a su escote. Cada vez que su compañera interactúa con la otra pareja él aprovecha para ver a Marta y pues claro inmediatamente entiendo el espectáculo que ella le ofrece sin saberlo. El morbo de la situación me la pone dura, no sin una leve punzada de celos, pues el tipo no sólo no es feo, sino que, por el contrario, es bronceado, atlético y se nota que tiene dinero. Aun así, la excitación le gana a cualquier inseguridad que pueda sentir y casi de inmediato empiezo a tramar como explotar la situación para maximizar el morbo.

Dudo por un momento entre si decirle a Marta lo que pasa y ver su reacción o quedarme callado y ver como se dan las cosas. Al final, a pesar del riesgo de que Marta reaccione sintiendo vergüenza y tapándose decido decirle y ver si podemos compartir el morbo.

-Amor no volvas a ver y quédate cómo estás.

-Qué paso?

-Uno de los tipos de la mesa de la derecha, el que está a la par de la macha, no te quita ojo de encima. Creo que le gustaría venir a ver tu escote más de cerca, pero el pobre no puede. Al menos no sin que lo mate la macha.

Espero por la reacción de Marta ya que, si bien era cierto que hasta el momento había demostrado no ser mojigata, con tan sólo 6 meses de salir no sabía muy bien donde estaban los límites o si había alguno.

-Si ya sabía.

Me lo dijo con una pequeña sonrisa como quien ha estado ocultando que es parte de una pequeña travesura. Siento de forma inconfundible como mí ya dura verga se pone aún más dura.

-Harías algo por mí?

-Qué?

-Jugar con tu escote

- ¿Y si se dan cuenta las viejas?

No le respondo. Nada más me le quedo mirando como si no hubiera escuchado su pregunta. Entiendo la aprensión que siente ante la posibilidad de ser descubierta y que el jueguito, hasta ahora inocente, se convierta en una escena embarazosa, pero al mismo tiempo no se necesita ser un genio para darse cuenta que la situación también la ha excitado y que el empujón que necesita debe ser leve o podría tener el efecto contrario al deseado. Además, hace tiempo aprendí que la mayoría de las veces cuando una mujer no te da un no es porque quiere que la convenzas. Por eso decido callar y mirarla con la esperanza de que su excitación la haga convencerse a sí misma.

Y tuve suerte. Marta se lleva la mano al escote yo vuelvo a ver a la ventana a mi izquierda y veo con claridad a Marta y al tipo. Ella acaricia lentamente la parte de arriba de su magnífico par de tetas como si estuviera quitándose algo que ha caído ahí y al hacerlo baja como sin querer su escote; de nuevo al retirar los dedos el escote vuelve a su lugar. Al tipo se le desorbitan los ojos. No sé cuántas veces lo hizo, pero sé que fueron varias. Por un momento quisiera ser él y poder ver directamente lo que él ve, sin duda media teta pezón incluido, pero lo que me excita tanto no es sólo el imaginarme lo que él ve es ver a Marta siendo “mala” saberla capaz de transgredir convenciones sociales. Además, le añado al coctel de la excitación el ingrediente de no saber si Marta ya estaba corrompida o la estoy corrompiendo yo. Me es indiferente lo uno o lo otro ya que ambas posibilidades acrecientan mi excitación por igual. Mi verga en este punto ya tiene vida propia y ha empezado a soltar gotas de pre-semen luchando por salir de mis pantalones mientras yo lucho con la decisión de si prolongar toda esta situación o dejar el monto de la cuenta sobre la mesa y tomar a Marta por el brazo mientras que nos vamos hacia mi apartamento tan rápido como sea posible.

De repente por el rabillo de mi ojo veo que el tipo se levanta y sé que va para el baño y que no se está yendo porque todos los demás en su mesa permanecen sentados. Marta también se ha dado cuenta. Sé que para ir al baño tiene que hacer un recorrido en L y pasar frente a Marta y por detrás mío donde tiene que doblar a la izquierda y avanzar unos 15 metros hasta el baño. Marta puede ver los baños desde donde estamos sentados Sin perder tiempo le digo:

-Amor vuélvase para que no la vean y desabróchese el primer botón.

No dice nada y ya sin vacilación se vuelve un poco hacía la izquierda quedando fuera de vista de la mesa de la derecha. Ahora soy yo quien puede ver su teta asomarse de medio lado por la blusa y al desabrocharse el botón de arriba por un segundo creo que voy a hacer historia y a regarme sin tocarme por primera vez.
Unos segundos después lo siento caminar a mis espaldas y aunque no puedo ver la reacción del tipo sé que estamos viendo el mismo espectáculo erótico porque puedo ver como Marta se ha puesto roja.

-Amor vaya al baño se quita la ropa interior y viene rápido.

No lo había terminado de decir cuando ya Marta estaba de pie caminando hacia el baño de mujeres. Me rio para mis adentros, confirmo que esta excitada porque más que caminar al baño de mujeres sería más correcto decir que trotó al baño de mujeres. Casi entramos al Guiness, pues estoy seguro que Marta debió haber roto algún record de la quitada de calzones más rápida en la historia. Menos de 2 minutos después oigo los tacones de Marta a mis espaldas. Marta me pregunta:

- ¿Y la silla?

Se refiere a la silla que yo tenía a la par mía y que disimuladamente moví a la mesa de a la par. Hace intento de sentarse donde estaba o sea frente a mí. Rápidamente le digo:

- ¡Ahí no, en la otra!

Se queda paralizada un segundo y en ese segundo veo pasar por sus ojos una chispa que dice que lo ha entendido todo. Que ha entendido que si sienta al otro lado y en diagonal a mí y ya sin la silla a mi lado cuando el tipo salga del baño será la perfecta oportunidad para…

- ¿No será muy obvio?

Me pregunta sabiendo que la respuesta es que si lo es. El asunto es si el que lo sea importa. Me pregunta porque quiere que la convenza de que todo está bien. De por si el tipo no puede hacer mucho estando yo ahí y mucho menos estando también su pareja. Así que empleo la misma estrategia que antes y guardo silencio y sonrío. Ella se sienta en la otra silla y yo no puedo resistir decirle:

- ¡Te ves preciosa!

Ella sonríe y justo en ese momento oigo una puerta abrirse y cerrarse a mis espaldas. En un segundo suceden varias cosas. Podría jurar que mi corazón hace todo lo posible por estallar dentro de mí pecho, se me seca la boca y Marta se acomoda en la silla sentándose más hacia la orilla. Sé que no podrá ver el espectáculo que Marta le ofrece inmediatamente. Eso probablemente ocurra unos segundos después cuando ya esté por lo menos a medio camino a nuestra mesa. Y dicho y hecho, veo como el pecho de Marta se mueve como una reacción involuntaria del abrir ella sus piernas. Un segundo más y sé que él está viendo su depilado sexo porque ella vuelve la mirada hacia mí e involuntariamente se muerde su labio inferior. Es entonces mi turno de hacer una pregunta de la que ya sé la respuesta.

- ¿Cómo estás?

- ¡Empapada!

Me responde sin titubear ni un segundo. Y como impulsado por un resorte me oigo a mí mismo decir en voz alta:

- ¡Cuenta!

Todo cambió



Sin embargo, las cosas hace mucho tiempo que ya no son así. Aventuras como la que acabo de describir hace tiempo que pasaron a la historia. Antes de seguir debería presentarnos. Mi nombre es Daniel y como ya saben el de mi mujer es Marta. Tenemos 34 y 30 años de edad respectivamente. Ambos somos profesionales y vivimos en San José. Yo mido 1.75 y soy delgado y proporcionado. Aunque me considero bien parecido, no tengo verga de actor porno ni soy carne torturada de gimnasio. Diría que soy un tipo de buen ver relativamente corriente. Marta es una mujer dulce e inteligente que es el pilar de nuestra casa y sin la cual estaría totalmente perdido. De pelo largo y ojos obscuros con un peso fluctuante entre delgada y tener unas pocas libritas de más. De bellos senos, ni muy pequeños ni muy grandes, y con unas piernas que me vuelven loco. Siempre me gustaron sus piernas, desde el primer momento en que la vi, porque son unas piernas gruesas que emanan una sensación de fuerza.

Marta probablemente estaría en desacuerdo con la descripción que acabo de hacer de ella ya que tiende a criticarse sin compasión. Esta mujer que tiende a ser increíblemente generosa con los demás no tiene la más mínima idea de cómo serlo con ella misma, especialmente si se trata de su aspecto físico. No importa cuánto le diga lo bella que es o le cuente luego de las miradas lascivas que le dirigen otros tipos cuando salimos nada parece hacer mella en la imagen negativa de su físico que ha desarrollado en los últimos años. Y esto y otras circunstancias sería parte de los problemas por venir, aunque yo también tuve parte de la culpa.

Un año después de esa tarde en Plaza Mayor nos casamos y después de 7 años de matrimonio empezamos a tener problemas. Como ya saben al principio de nuestra relación Marta y yo hicimos una conexión sexual que sólo se ve en las películas. Lo hacíamos todo el tiempo y en casi todo lugar. Y tal y como esa tarde en Plaza Mayor ella se ponía ropa más atrevida con escotes más pronunciados, y esto a su vez disparaba en mí deseos y fantasías de los que no sólo no le había hablado a Marta directamente si no que nunca me había atrevido a confesarle a ninguna pareja. En ese entonces Marta había estado entrenando para competir en carreras cortas de 5 y 10 kilómetros y aunque no corría peligro de que la llamaran para desfilar en pasarela, pues genéticamente no está construida de esa forma si estaba en la mejor forma física de su vida y eso definitivamente tenía un impacto en su disfrute del sexo sobre todo por cómo percibía ella su propio cuerpo y el permiso que se daba para ser sexy. Sin embargo, 7 años después casi toda esa conexión sexual se había esfumado bajo una montaña de estrés y responsabilidades.

Ambos trabajábamos en centros de atención al cliente y para colmo de males ni siquiera estaban cerca. Uno trabajaba en Pavas y el otro en Heredia. Dos años atrás a Marta la cambiaron de horario por necesidades de la cuenta en la que trabajaba sin que pudiera hacer nada para escaparse a ese cambio lo que nos dejó viéndonos únicamente los fines de semana. Al principio hicimos el esfuerzo de tener sexo de viernes a domingo, pero rápidamente se empezó a sentir como una obligación. Lo hacíamos porque no podíamos hacerlo el resto de la semana, lo hacíamos porque de saltarnos un fin de semana significaría que lo estaríamos haciendo cada 2 semanas lo que dicho en vos alta sonaba a muy poco y lo hacíamos porque nos daba miedo que la otra persona encontrara alguien más con quien satisfacer sus necesidades o sea lo hacíamos por todas las razones incorrectas. Y no es que el sexo fuera malo es que simplemente era satisfactorio o sea aburrido. Como los fines de semana también estaban llenos de obligaciones como visitar familia, hacer oficio, hacer compras, dejar cosas listas para entre semana, etc., pronto nuestros encuentros se reducían a hacerlo en nuestro cuarto en algún momento después de las 7PM dependiendo de lo que hubiera en televisión. Eso fue el primer año después del cambio de horario para el segundo lo hacíamos una vez al mes y en el resto del tiempo compartido nos irritábamos con el otro con suma facilidad. Era obvio para ambos que algo debía a hacerse o nuestra relación iba a llegar a su fin en un futuro no muy lejano. Simplemente entre el cansancio y el estrés no sabíamos por dónde empezar. Todo cambiaría un miércoles dos semanas después.


Recuperando las ganas



Se avecinaba un día feriado entre semana y preocupado por la situación busqué algo que Marta y yo pudiéramos hacer juntos para distraernos un poco de las responsabilidades habituales. En La Nación del Viernes vi una reseña de un nuevo restaurante en Rohrmoser. La zona me intimidó un poco, pues la mayoría de los restaurantes ahí están fuera de mi presupuesto, pero este era un restaurante de comida típica que si bien no era lo que se dice barato si podía ir sin miedo a tener que dejar empeñado el reloj.

El miércoles poco antes de salir hacía el restaurante Marta me sorprendió vistiéndose como hace mucho no lo hacía. Un vestido de verano azul de tirantes hecho de una tela fina que se transparentaba un poco cuando le daba el sol. Además, un escote generoso que dejaba ver bastante de sus bellos pechos. No sólo aprecié como se veía si no también el obvio esfuerzo por complacerme. A pesar de todas las peleas y la creciente tensión que se había vuelto nuestra vida no pude evitar sentirme querido. No sabía lo que llevaba debajo, pero me sentí emocionado como un niño al despertar la mañana de navidad anticipando los regalos que está a punto de abrir.
Ambos teníamos la intención de que el otro lo pasara bien y así fue, el almuerzo transcurrió de forma agradable, la comida estuvo muy buena y conversamos de forma amena sobre varias cosas como en los viejos tiempos. Llegamos tarde a almorzar, a eso de las 2 de la tarde, y al terminar; a eso de las tres y media o cuatro la tarde estaba nublada y parecía que el resto de la tarde continuaría igual. Aun así, los dos nos sentíamos de buen humor y Marta sugirió caminar un poco e ir al Parque La Sabana, que aunque no quedaba exactamente lejos tampoco era muy cerca, lo dude un momento, pero lo luego me decidí a ir por temor a echar a perder la tarde. Ya que parte del objetivo de hacer esto era que Marta lo pasara lo mejor posible.

Al llegar a La Sabana caminamos un rato. Estaba bastante sola probablemente por la amenaza de lluvia. Cuando nos cansamos nos sentamos en unos bancos de cemento alrededor de una mesa circular también de cemento cerca del Museo de Arte Costarricense. Unos cuantos metros más allá estaba sentada una pareja muy parecida a nosotros, aunque talvez más cercana a los cuarentas de lo que Marta y yo estábamos. Eran las únicas personas que veíamos alrededor. Ella lleva también un vestido de verano obscuro, sólo que el que ella lleva tiene un diseño de flores. Ella estaba sentada de frente a nosotros y con la espalda a recostada a la orilla de la mesa. El tenía una pierna a cada de la banca y estaba de frente a ella. Se besaban como rara vez se besan las parejas en público, se besan sin pudor.

Marta y yo nos sentamos de la misma forma que están ellos sentados. Miro a Marta, volteo a verlos a ellos y vuelvo a mirar a Marta esta vez como preguntando: ¿y si hacemos lo mismo? Marta sonríe y comenzamos a besarnos justo en el momento en que la pareja se ha detenido. Nos damos besos más allá del afecto, besos levanta vergas y provoca humedades, besos que se turnan succionando intermitentemente labios superiores e inferiores. Tomando un pequeño respiro Marta me pregunta:

- ¿Qué? ¿Un pequeño show?

Okay! – Le dije mientras sonreía.

Un par de minutos después Marta vuelve a ver de reojo a la otra pareja para saber su reacción. Con estas cosas hay que ser cuidadoso. No vaya a ser que se tope uno con puritanos que se indignen en lugar de gozar el espectáculo gratuito.

Entre beso y beso nos las arreglamos para asegurarnos que no hubiera nadie alrededor excepto nosotros y la pareja en la otra banca. Volvimos a besarnos y esta vez mientras lo hacía puse una mano un poco más arriba de la rodilla de Marta y le acaricié esa parte de su pierna. Seguimos así unos minutos más y le dije a Marta: “Fijate” de nuevo Marta trató de ver a la otra pareja con disimulo y sin parar de besarme. Supe que nos seguían viendo porque Marta me dijo:

- Tenemos audiencia

Luego me di cuenta que el tipo tocaba el pecho de su pareja por encima del vestido. En eso Marte me dijo:

- Seguí

Y separó las piernas un par de centímetros y yo correspondí su gesto subiendo mi mano un poco más arriba, pero no tan arriba como para tocar su…
Ahora le acariciaba la pierna desde la rodilla hasta detenerme justo antes del centro de su placer. Para ese momento era obvio que nuestra “audiencia” estaba hechizada por nuestro espectáculo e intrigada por ver el desenlace. Me dijo una vez más:

- Seguí

Y abrió sus piernas un poco más. No había duda para ese momento la pareja tenía palco de primera para ver la ropa interior de Marta. Yo metí mi mano dentro de su tanga y mis dedos más allá los cuales empecé a mover de forma rítmica guiado sólo por los jadeos de placer de Marta. Esto duro unos minutos hasta que sentí a Marta convulsionar de placer y venirse.

Durante todo ese tiempo sólo me distraje unos segundos de vez en cuando para asegurarme que nadie más estuviera cerca. Mientras que todo esto pasaba la pareja que nos miraba parecía de mármol, ni siquiera pestañaban. Es más, no estoy seguro de que estuvieran respirando, tan concentrados estaban con el show que les estábamos poniendo.

Al terminar nos acomodamos la ropa rápidamente y nos fuimos. Desde entonces nuestra vida sexual se reactivó y también nuestras aventuras. Si veo interés tal vez cuente algunas de esas aventuras.
 
Buen relato, espero continues para deleite de todos...

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