El cura no puede creer lo que ve pero trata de disimular su asombro ante la octogenaria profesora.
- claro, Padre, ¡claro que sí, es maravilloso!. El año pasado estaba caminando por el pueblo y de pronto vi un sobrecito en el suelo. Me dio curiosidad y lo recogí a ver que era. Se podía leer en letras muy pequeñas un cartelito que decía: “Colóquelo sobre el órgano, manténgalo húmedo y prevendrá cualquier enfermedad”… Y desde entonces, Padre, ¡ni gripe me ha dado!