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Pareja en el Video Rex (Crónicas de un heterosexual tirando a swinger)

Hoy fue la tercera vez que visité el Video Rex. Y a la tercera es la vencida. Mi rutina ha sido simple: Me encierro en el cubículo número 13, que es donde ponen porno hetero, y me quedo ahí masturbándome por horas. A veces abro la puerta y me asomo a ver qué pasa afuera, o trato de escuchar algo... Lo que espero escuchar es la voz de una mujer, o el taconeo de sus zapatos al pasar. A veces abandono el refugio del cubículo 13, y me aventuro más allá, adonde los gays me siguen con la mirada y los pasos a todas partes, hasta al mismo baño. Les explico respetuosamente que soy hetero; pero eso parece alimentar más la tensión erótica del lugar. Uno de ellos me manosea allá en lo más oscuro de un rincón, entonces cierro el puño y le tiro un golpe mientras le grito con voz de demonio metalero: "¡Soy hetero, güevón!" Por fin, después de ese vulgar despliegue de agresividad y testosterona, entran en razón y me dejan en paz; aunque siempre mirándome. Lo irónico es que nunca en mi vida me había sentido tan hombre como ahora, ahora que estaba entre maricas.

Era como la una de la tarde cuando los vi entrar desde la oscuridad de un pasillo. Era como si los hubiera invocado con el deseo y el pensamiento. Había leído aquí en el foro que de vez en cuando (muy rara vez) se aparecía alguna mujer con su pareja en el video. Había deseado con ansias ese momento, que parecía improbable, como una fantasía, o como una leyenda urbana... Pero no era una fantasía, porque ahí venía ella cogida de la mano de su compañero, caminando por el pasillo. A los demás no pareció inquietarles; pero a mí me empezó a latir el corazón muy rápido.

Pasaron frente a mí, y le sonreí a ella luego de mirarla a los ojos. Era como de 28 años de edad, tatuada por todo lado, cabello oscuro, ojos bonitos, piernas firmes y buen trasero. La acompañaba un hombre como de unos 55 años de edad, obeso, alto. Se encerraron en un cubículo, y los miré a través de unos huecos que hay en las paredes. Se acariciaban, se besaban, se escuchaban los chupetazos de lengua por encima de los gritos y los típicos "Fuck me! Oh, yes! Oh, God!" de las actrices porno en la pantalla de los televisores.

De pronto abrieron la puerta, y a sangre fría les dije: "Hola. Si están interesados en un trío me avisan". Él contestó muy amablemente, explicando que era mejor que nos fuéramos a un cubículo más grande, al cubículo 10. Creo que era el 10.

Él empezó a desnudarla, a quitarle la blusa y a tocarle los senos. Yo miraba ansioso en un rincón oscuro. Después él se bajó los pantalones y ella empezó a masturbarlo con fuerza. "Venga un ratito", me dijo ella. No había terminado de decirlo cuando yo ya tenía los pantalones por las rodillas y el pene erecto. Ella empezó a masturbarme también, con fuerza y rapidez. Después chupó el pene de su pareja mientras me seguía masturbando sin parar... Y luego chupó el mío por varios minutos, haciéndome un "mouthfuck".

Entonces de repente pasó algo que no me esperaba: Él se agachó y empezó a chuparme el pene. Confieso que me enojé en ese momento y quise tirarle un golpe como lo había hecho con los gays allá afuera. Los dos me lamían el pene al mismo tiempo, ella y él, y se besaban allí entre mi pene. Pensé: "Este tipo está compartiendo a su novia conmigo, me deja hacerle de todo, y lo menos que puedo hacer es dejarlo que me de una probadita a cambio." Hasta ahí llegó mi orgullosa y prepotente heterosexualidad, una heterosexualidad que yo había defendido como la cosa más sagrada del mundo.

Ella se levantó y me besó con todo y lengua, y luego me puso los pezones en la boca para que yo se los chupara.

Me practicó otro "mouthfuck", que aguanté como 4 minutos apenas, porque no pude contenerme más y acabé eyaculando en su boca. Pensé que se iba a enojar o que le iba a dar asco; pero se lo tomó con naturalidad, como las actrices porno, porque después su novio hizo lo mismo. "¿Te gustó?", le preguntó él, y ella sólo asintió con la cabeza.
Ella limpió su boca con papel higiénico, mientras él y yo nos poníamos los pantalones. Y los dos se fueron al baño. Cuando pasaron de regreso por el pasillo, antes de irse, él me dijo simplemente a manera de despedida: "¡Pura vida!" Y salieron de ahí como un rayo, sin mirar atrás. Ella ni se despidió de mí ni alzó la mirada para verme. Entonces me dije: "Así es esto de simple. Ahora me siento más solo y triste que antes. Ojalá vengan más parejas o mujeres solas ahora más tarde". Y regresé a mi refugio, al cubículo número 13, a salvo de todos, donde los gays no se acercan a molestarme porque saben que me encierro ahí por horas a ver porno hetero y no tiene sentido que toquen la puerta.

Video Rex, San José, Costa Rica. 17 de noviembre del 2017.
 
Hoy fue la tercera vez que visité el Video Rex. Y a la tercera es la vencida. Mi rutina ha sido simple: Me encierro en el cubículo número 13, que es donde ponen porno hetero, y me quedo ahí masturbándome por horas. A veces abro la puerta y me asomo a ver qué pasa afuera, o trato de escuchar algo... Lo que espero escuchar es la voz de una mujer, o el taconeo de sus zapatos al pasar. A veces abandono el refugio del cubículo 13, y me aventuro más allá, adonde los gays me siguen con la mirada y los pasos a todas partes, hasta al mismo baño. Les explico respetuosamente que soy hetero; pero eso parece alimentar más la tensión erótica del lugar. Uno de ellos me manosea allá en lo más oscuro de un rincón, entonces cierro el puño y le tiro un golpe mientras le grito con voz de demonio metalero: "¡Soy hetero, güevón!" Por fin, después de ese vulgar despliegue de agresividad y testosterona, entran en razón y me dejan en paz; aunque siempre mirándome. Lo irónico es que nunca en mi vida me había sentido tan hombre como ahora, ahora que estaba entre maricas.

Era como la una de la tarde cuando los vi entrar desde la oscuridad de un pasillo. Era como si los hubiera invocado con el deseo y el pensamiento. Había leído aquí en el foro que de vez en cuando (muy rara vez) se aparecía alguna mujer con su pareja en el video. Había deseado con ansias ese momento, que parecía improbable, como una fantasía, o como una leyenda urbana... Pero no era una fantasía, porque ahí venía ella cogida de la mano de su compañero, caminando por el pasillo. A los demás no pareció inquietarles; pero a mí me empezó a latir el corazón muy rápido.

Pasaron frente a mí, y le sonreí a ella luego de mirarla a los ojos. Era como de 28 años de edad, tatuada por todo lado, cabello oscuro, ojos bonitos, piernas firmes y buen trasero. La acompañaba un hombre como de unos 55 años de edad, obeso, alto. Se encerraron en un cubículo, y los miré a través de unos huecos que hay en las paredes. Se acariciaban, se besaban, se escuchaban los chupetazos de lengua por encima de los gritos y los típicos "Fuck me! Oh, yes! Oh, God!" de las actrices porno en la pantalla de los televisores.

De pronto abrieron la puerta, y a sangre fría les dije: "Hola. Si están interesados en un trío me avisan". Él contestó muy amablemente, explicando que era mejor que nos fuéramos a un cubículo más grande, al cubículo 10. Creo que era el 10.

Él empezó a desnudarla, a quitarle la blusa y a tocarle los senos. Yo miraba ansioso en un rincón oscuro. Después él se bajó los pantalones y ella empezó a masturbarlo con fuerza. "Venga un ratito", me dijo ella. No había terminado de decirlo cuando yo ya tenía los pantalones por las rodillas y el pene erecto. Ella empezó a masturbarme también, con fuerza y rapidez. Después chupó el pene de su pareja mientras me seguía masturbando sin parar... Y luego chupó el mío por varios minutos, haciéndome un "mouthfuck".

Entonces de repente pasó algo que no me esperaba: Él se agachó y empezó a chuparme el pene. Confieso que me enojé en ese momento y quise tirarle un golpe como lo había hecho con los gays allá afuera. Los dos me lamían el pene al mismo tiempo, ella y él, y se besaban allí entre mi pene. Pensé: "Este tipo está compartiendo a su novia conmigo, me deja hacerle de todo, y lo menos que puedo hacer es dejarlo que me de una probadita a cambio." Hasta ahí llegó mi orgullosa y prepotente heterosexualidad, una heterosexualidad que yo había defendido como la cosa más sagrada del mundo.

Ella se levantó y me besó con todo y lengua, y luego me puso los pezones en la boca para que yo se los chupara.

Me practicó otro "mouthfuck", que aguanté como 4 minutos apenas, porque no pude contenerme más y acabé eyaculando en su boca. Pensé que se iba a enojar o que le iba a dar asco; pero se lo tomó con naturalidad, como las actrices porno, porque después su novio hizo lo mismo. "¿Te gustó?", le preguntó él, y ella sólo asintió con la cabeza.
Ella limpió su boca con papel higiénico, mientras él y yo nos poníamos los pantalones. Y los dos se fueron al baño. Cuando pasaron de regreso por el pasillo, antes de irse, él me dijo simplemente a manera de despedida: "¡Pura vida!" Y salieron de ahí como un rayo, sin mirar atrás. Ella ni se despidió de mí ni alzó la mirada para verme. Entonces me dije: "Así es esto de simple. Ahora me siento más solo y triste que antes. Ojalá vengan más parejas o mujeres solas ahora más tarde". Y regresé a mi refugio, al cubículo número 13, a salvo de todos, donde los gays no se acercan a molestarme porque saben que me encierro ahí por horas a ver porno hetero y no tiene sentido que toquen la puerta.

Video Rex, San José, Costa Rica. 17 de noviembre del 2017.

Esta seguro que no era el viejo gordo y un trasgenero mae? Por que siento que le vendieron gato por liebre??
 
#1 en FACTURA ELECTRÓNICA
Lo vacilaron

Coincido en que lo mas seguro era un gordo gay con un travesty, cual novia?
 
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