Oy, qué vaina... Roy Fallas, un agricultor de Acosta, pasó de sembrar aguacates a estar esposado y con la garganta apretada. Resulta que salió con otros campesinos a la marcha por la democracia en San José, buscando que el gobierno les preste atención, y acabó siendo el centro de todas las miradas, pero no precisamente por lo que querían.
La movilización, como ya saben, era para entregar un documento al Presidente. Llevaban sus tractores, esos “chapulines” que tanto sudan la camiseta arando la tierra, como muestra de su trabajo y su lucha diaria. Se imaginan, máquinas gastadas, polvorientas, simbolizando años de esfuerzo. Querían llegar justo a la puerta de Casa Presidencial para hacerle saber sus inquietudes, pero la Fuerza Pública tenía otras ideas y cerró el paso, creando un ambiente tenso desde el principio.
Según cuentan los testigos, incluyendo al propio Fallas, la intención era pacífica. Sólo buscaban dialogar, exponer cómo les afecta la competencia desleal de los productos importados. Ya se sabe, el negocio agrícola tico anda complicado. Cada vez es más difícil competir con la fruta que llega de afuera, y eso se siente duro en los bolsillos de las familias campesinas. Fallas, que además de aguacate produce limón mesino, mandarina, jocote y pitahaya, lo vive en carne propia. Dice que producen muchísima más fruta de la que consume el país y aun así, siguen llegando importaciones. ¡Qué brisa!
El quiebre llegó cuando intentaron pasar con los tractores. Hubo un forcejeo, una valla cayó, y en medio del tumulto, un oficial fue empujado. Ahí entró en juego la mala suerte –o quizás el destino– de Roy. Él se acercó para ayudar a su compañero, pero parece que en la confusión general, lo identificaron erróneamente como el responsable del empujón. “Yo sólo iba a echar una mano, diay... y de repente, ¡zas!, me toman del cuello y no puedo respirar,” relata con la voz aún temblorosa.
Lo sacaron de encima y lo metieron a la “perrera”, como cariñosamente le dicen a las comisarías aquí en Costa Rica. Pero, sorprendentemente, según cuenta, lo trataron con amabilidad. Le dieron agua, lo atendieron bien. “Allá dentro me dijeron ‘mae, estás cansado, bebe esto’. Ahí sí cambié de opinión, a pesar de todo, hay gente buena trabajando”, comenta, mostrando una actitud bastante positiva considerando lo que vivió.
Las imágenes del incidente se viralizaron rapidito en redes sociales. Se ven dos hombres con sombreros distintos: uno beige y otro azul. Claramente, el que empuja al policía no es Roy, pero él terminó arrestado. Parece que la identificación fue apresurada y basada en una simple impresión visual. Esa es la realidad que enfrenta mucha gente, ser juzgado sin tener la oportunidad de defenderse correctamente. Una verdadera torta.
Ahora, Roy tendrá que presentarse ante los tribunales el 21 de noviembre, acusado de resistencia a la autoridad. Mientras tanto, se ha convertido en un símbolo involuntario de la lucha del campesinado costarricense. Su foto, con el sombrero azul y la camisa de faena, resuena en las redes sociales, representando la frustración y la necesidad de ser escuchados. Mucha gente se identifica con su caso, pues refleja la precariedad económica que sufren muchos pequeños productores en nuestro país.
Y acá termina la historia, por ahora. Roy espera la audiencia con calma, agradecido por el apoyo que ha recibido. Pero la pregunta del millón es: ¿Cómo podemos garantizar que situaciones como ésta no se repitan? ¿Debería haber protocolos más claros para identificar a los manifestantes en casos de altercados y evitar detenciones injustificadas? ¿Ustedes creen que el gobierno realmente está dispuesto a escuchar las voces del campo?
La movilización, como ya saben, era para entregar un documento al Presidente. Llevaban sus tractores, esos “chapulines” que tanto sudan la camiseta arando la tierra, como muestra de su trabajo y su lucha diaria. Se imaginan, máquinas gastadas, polvorientas, simbolizando años de esfuerzo. Querían llegar justo a la puerta de Casa Presidencial para hacerle saber sus inquietudes, pero la Fuerza Pública tenía otras ideas y cerró el paso, creando un ambiente tenso desde el principio.
Según cuentan los testigos, incluyendo al propio Fallas, la intención era pacífica. Sólo buscaban dialogar, exponer cómo les afecta la competencia desleal de los productos importados. Ya se sabe, el negocio agrícola tico anda complicado. Cada vez es más difícil competir con la fruta que llega de afuera, y eso se siente duro en los bolsillos de las familias campesinas. Fallas, que además de aguacate produce limón mesino, mandarina, jocote y pitahaya, lo vive en carne propia. Dice que producen muchísima más fruta de la que consume el país y aun así, siguen llegando importaciones. ¡Qué brisa!
El quiebre llegó cuando intentaron pasar con los tractores. Hubo un forcejeo, una valla cayó, y en medio del tumulto, un oficial fue empujado. Ahí entró en juego la mala suerte –o quizás el destino– de Roy. Él se acercó para ayudar a su compañero, pero parece que en la confusión general, lo identificaron erróneamente como el responsable del empujón. “Yo sólo iba a echar una mano, diay... y de repente, ¡zas!, me toman del cuello y no puedo respirar,” relata con la voz aún temblorosa.
Lo sacaron de encima y lo metieron a la “perrera”, como cariñosamente le dicen a las comisarías aquí en Costa Rica. Pero, sorprendentemente, según cuenta, lo trataron con amabilidad. Le dieron agua, lo atendieron bien. “Allá dentro me dijeron ‘mae, estás cansado, bebe esto’. Ahí sí cambié de opinión, a pesar de todo, hay gente buena trabajando”, comenta, mostrando una actitud bastante positiva considerando lo que vivió.
Las imágenes del incidente se viralizaron rapidito en redes sociales. Se ven dos hombres con sombreros distintos: uno beige y otro azul. Claramente, el que empuja al policía no es Roy, pero él terminó arrestado. Parece que la identificación fue apresurada y basada en una simple impresión visual. Esa es la realidad que enfrenta mucha gente, ser juzgado sin tener la oportunidad de defenderse correctamente. Una verdadera torta.
Ahora, Roy tendrá que presentarse ante los tribunales el 21 de noviembre, acusado de resistencia a la autoridad. Mientras tanto, se ha convertido en un símbolo involuntario de la lucha del campesinado costarricense. Su foto, con el sombrero azul y la camisa de faena, resuena en las redes sociales, representando la frustración y la necesidad de ser escuchados. Mucha gente se identifica con su caso, pues refleja la precariedad económica que sufren muchos pequeños productores en nuestro país.
Y acá termina la historia, por ahora. Roy espera la audiencia con calma, agradecido por el apoyo que ha recibido. Pero la pregunta del millón es: ¿Cómo podemos garantizar que situaciones como ésta no se repitan? ¿Debería haber protocolos más claros para identificar a los manifestantes en casos de altercados y evitar detenciones injustificadas? ¿Ustedes creen que el gobierno realmente está dispuesto a escuchar las voces del campo?