¡Ay, Dios mío, puré! Aquí en Costa Rica estamos viviendo tiempos raros, ¿verdad? Entre inflación, clima loco y ahora esto… Parece sacado de novela, pero es verdad: una vecina nuestra evitó caer en las garras de unos estafarines gracias a un simple “aiga”. Sí, así como lo leen, una simple falla en la conjugación del verbo ‘haber’ la salvó de perder el aguinaldo, justo cuando más lo necesitamos pa' echarle gasolina al carro y comprar los regalos.
La movida, según nos cuentan desde el Organismo de Investigación Judicial (OIJ), es que un tipo –faché, seguramente– se hizo pasar por funcionario municipal, buscando sacarles plata a los bienpensados. Con un guion aprendido de memoria, intentaba convencer a la señora de actualizar sus datos bancarios. Pero ahí, en medio del discurso, se le escapó el “aiga” en vez de decir ‘había’. ¡Un lapsus lingüístico que valió oro!
“La señora comentó que sintió que algo andaba mal porque el tipo usó ‘aiga’, eso no suena nada formal”, nos cuenta Stephanie Sibaja, investigadora de la Sección de Fraudes del OIJ. Y vaya que tenía razón; nadie en la administración pública va a usar ese término. Esta dama, con toda la malicia indígena que tenemos nosotros los ticos, cortó la comunicación de inmediato y corrió la voz. ¡Bien hecha!
Pero la cosa no termina ahí, mis queridos lectores. El OIJ descubrió algo aún más inquietante: estos estafadores están operando desde lugares que parecen escenarios de película de terror. Olvídense de call centers lujosos; estos tipos se esconden en closets, ¡sí, closets!, con auriculares y orejeras para evitar cualquier ruido externo. Imagínense la incomodidad, ¡qué brete! Todo para que la llamada suene perfecta y engañar a la gente.
Paulo Sequeira, jefe de investigación de Fraudes, nos dice que diciembre es la época dorada para estos delincuentes. Aprovechan el flujo de dinero que viene con el pago de aguinaldos para lanzar sus trampas. Tenemos que estar ojo avizor con actualizaciones de datos bancarios falsas, premios navideños inexistentes, rebajas en impuestos que no existen y solicitudes de firma digital que buscan robar nuestros números. ¡Más vale prevenir que lamentar, mi pana!
Y es que estos sujetos se adaptan a las noticias del momento. Si hay un tema candente en los medios, ellos lo usan para elaborar sus engaños. Por eso, les digo, si escuchan un ‘aiga’, un tono demasiado empalagoso o un silencio sepulcral que te pone los pelos de punta, ¡cuelgue inmediatamente! Ningún banco ni municipalidad les pedirá información personal por teléfono. Recuerden eso, es ley.
Por cierto, recordemos que no solo los adultos mayores son víctimas de estas estafas. Jóvenes, profesionales, gente de todas las edades pueden caer en estas trampas. Así que, compartan esta información con sus familiares y amigos, especialmente aquellos que no están muy familiarizados con la tecnología. ¡Una pequeña precaución puede ahorrarles muchos dolores de cabeza y, sobre todo, gran parte de su aguinaldo!
Ahora me pregunto, ¿creen ustedes que deberíamos implementar campañas de concientización más agresivas sobre este tipo de fraudes, quizás involucrando a influencers y utilizando memes virales para llegar a un público más amplio? ¡Déjenme saber su opinión en los comentarios!
La movida, según nos cuentan desde el Organismo de Investigación Judicial (OIJ), es que un tipo –faché, seguramente– se hizo pasar por funcionario municipal, buscando sacarles plata a los bienpensados. Con un guion aprendido de memoria, intentaba convencer a la señora de actualizar sus datos bancarios. Pero ahí, en medio del discurso, se le escapó el “aiga” en vez de decir ‘había’. ¡Un lapsus lingüístico que valió oro!
“La señora comentó que sintió que algo andaba mal porque el tipo usó ‘aiga’, eso no suena nada formal”, nos cuenta Stephanie Sibaja, investigadora de la Sección de Fraudes del OIJ. Y vaya que tenía razón; nadie en la administración pública va a usar ese término. Esta dama, con toda la malicia indígena que tenemos nosotros los ticos, cortó la comunicación de inmediato y corrió la voz. ¡Bien hecha!
Pero la cosa no termina ahí, mis queridos lectores. El OIJ descubrió algo aún más inquietante: estos estafadores están operando desde lugares que parecen escenarios de película de terror. Olvídense de call centers lujosos; estos tipos se esconden en closets, ¡sí, closets!, con auriculares y orejeras para evitar cualquier ruido externo. Imagínense la incomodidad, ¡qué brete! Todo para que la llamada suene perfecta y engañar a la gente.
Paulo Sequeira, jefe de investigación de Fraudes, nos dice que diciembre es la época dorada para estos delincuentes. Aprovechan el flujo de dinero que viene con el pago de aguinaldos para lanzar sus trampas. Tenemos que estar ojo avizor con actualizaciones de datos bancarios falsas, premios navideños inexistentes, rebajas en impuestos que no existen y solicitudes de firma digital que buscan robar nuestros números. ¡Más vale prevenir que lamentar, mi pana!
Y es que estos sujetos se adaptan a las noticias del momento. Si hay un tema candente en los medios, ellos lo usan para elaborar sus engaños. Por eso, les digo, si escuchan un ‘aiga’, un tono demasiado empalagoso o un silencio sepulcral que te pone los pelos de punta, ¡cuelgue inmediatamente! Ningún banco ni municipalidad les pedirá información personal por teléfono. Recuerden eso, es ley.
Por cierto, recordemos que no solo los adultos mayores son víctimas de estas estafas. Jóvenes, profesionales, gente de todas las edades pueden caer en estas trampas. Así que, compartan esta información con sus familiares y amigos, especialmente aquellos que no están muy familiarizados con la tecnología. ¡Una pequeña precaución puede ahorrarles muchos dolores de cabeza y, sobre todo, gran parte de su aguinaldo!
Ahora me pregunto, ¿creen ustedes que deberíamos implementar campañas de concientización más agresivas sobre este tipo de fraudes, quizás involucrando a influencers y utilizando memes virales para llegar a un público más amplio? ¡Déjenme saber su opinión en los comentarios!