¡Ay, Dios mío, qué bronca! Parece que las aguas bajaron, pero el drama apenas empieza por Barrio Dent. Uno piensa que con quitar el lodo y empezar a reconstruir se acaba, pero la realidad es que la gente está hecha polvo, ¿me entienden?
Desde que el río Los Negritos decidió tomarle prestada la calle a Dent y Escalante, la vida de los vecinos cambió radicalmente. Ya no hablamos solo de casas destruidas y electrodomésticos perdidos, estamos hablando de corazones rotos y mentes agobiadas. Las inundaciones dejaron cicatrices que van más allá de la pintura descascarada y los muebles podridos.
La Brigada de Acompañamiento Psicosocial en Emergencias y Desastres de la UCR, liderada por docentes como María Lourdes Correa y Marco Carranza, lleva semanas trabajando incansablemente con la comunidad, brindando apoyo psicológico crucial. Esta brigada, que tiene casi treinta años, ha atendido a damnificados en zonas como Muelle y Florencia, pero esta situación en Dent es particularmente compleja, dicen los expertos.
Lo que empezó siendo un apoyo a unas pocas vecinas preocupadas, se convirtió en una necesidad urgente para toda la comunidad. Imagínense, gente que ha perdido absolutamente todo, que ha visto cómo sus pertenencias flotaban arrastradas por las aguas turbias, que ha tenido que huir de sus propios hogares a altas horas de la noche. El susto, el miedo, la incertidumbre... ¡qué cargada!
Correa explica que muchos de los vecinos presentan síntomas compatibles con el Trastorno de Estrés Postraumático. Hipervigilancia, ansiedad constante, pesadillas recurrentes... “El color oscuro de las nubes ahora les dispara el estado de alerta, un terror palpable,” comenta Correa, refiriéndose a la historia de una vecina que antes amaba observar las nubes. Ahora, solo le trae recuerdos angustiantes de la tragedia.
Carranza enfatiza que la recuperación va más allá de reparar ladrillos y techos. “Después de la emergencia vienen problemas más profundos: desempleo, dificultades económicas, tensiones familiares, problemas educativos y de salud. Todo esto se interrelaciona y agrava la situación.” Incluso, advierte sobre el riesgo de consumo de sustancias como mecanismo de afrontamiento y el potencial aumento de casos de violencia doméstica. ¡Duro, eh!
Melina Dada, residente de Barrio Dent y también psicóloga clínica, comparte su propia experiencia. “Mi propio sistema nervioso se ha ido quebrando,” confiesa. Relata cómo ha vivido una sucesión de traumas y cómo difícil es mantener la calma y ofrecer apoyo emocional tanto a su hijo como a sus vecinos, mientras lidia con sus propias emociones. Describe el duelo como integral, afirmando que la verdadera pérdida reside en la desaparición del sentido de seguridad personal.
Así que, queridos lectores, después de leer esta cruda realidad, les pregunto: ¿Consideran que el Estado está haciendo lo suficiente para apoyar la salud mental de las comunidades afectadas por desastres naturales en Costa Rica, o se necesita urgentemente un cambio de enfoque y mayores recursos para atender esta problemática silenciosa?
Desde que el río Los Negritos decidió tomarle prestada la calle a Dent y Escalante, la vida de los vecinos cambió radicalmente. Ya no hablamos solo de casas destruidas y electrodomésticos perdidos, estamos hablando de corazones rotos y mentes agobiadas. Las inundaciones dejaron cicatrices que van más allá de la pintura descascarada y los muebles podridos.
La Brigada de Acompañamiento Psicosocial en Emergencias y Desastres de la UCR, liderada por docentes como María Lourdes Correa y Marco Carranza, lleva semanas trabajando incansablemente con la comunidad, brindando apoyo psicológico crucial. Esta brigada, que tiene casi treinta años, ha atendido a damnificados en zonas como Muelle y Florencia, pero esta situación en Dent es particularmente compleja, dicen los expertos.
Lo que empezó siendo un apoyo a unas pocas vecinas preocupadas, se convirtió en una necesidad urgente para toda la comunidad. Imagínense, gente que ha perdido absolutamente todo, que ha visto cómo sus pertenencias flotaban arrastradas por las aguas turbias, que ha tenido que huir de sus propios hogares a altas horas de la noche. El susto, el miedo, la incertidumbre... ¡qué cargada!
Correa explica que muchos de los vecinos presentan síntomas compatibles con el Trastorno de Estrés Postraumático. Hipervigilancia, ansiedad constante, pesadillas recurrentes... “El color oscuro de las nubes ahora les dispara el estado de alerta, un terror palpable,” comenta Correa, refiriéndose a la historia de una vecina que antes amaba observar las nubes. Ahora, solo le trae recuerdos angustiantes de la tragedia.
Carranza enfatiza que la recuperación va más allá de reparar ladrillos y techos. “Después de la emergencia vienen problemas más profundos: desempleo, dificultades económicas, tensiones familiares, problemas educativos y de salud. Todo esto se interrelaciona y agrava la situación.” Incluso, advierte sobre el riesgo de consumo de sustancias como mecanismo de afrontamiento y el potencial aumento de casos de violencia doméstica. ¡Duro, eh!
Melina Dada, residente de Barrio Dent y también psicóloga clínica, comparte su propia experiencia. “Mi propio sistema nervioso se ha ido quebrando,” confiesa. Relata cómo ha vivido una sucesión de traumas y cómo difícil es mantener la calma y ofrecer apoyo emocional tanto a su hijo como a sus vecinos, mientras lidia con sus propias emociones. Describe el duelo como integral, afirmando que la verdadera pérdida reside en la desaparición del sentido de seguridad personal.
Así que, queridos lectores, después de leer esta cruda realidad, les pregunto: ¿Consideran que el Estado está haciendo lo suficiente para apoyar la salud mental de las comunidades afectadas por desastres naturales en Costa Rica, o se necesita urgentemente un cambio de enfoque y mayores recursos para atender esta problemática silenciosa?