¡Ay, mae! La he armado tremenda… La noticia cayó como un balde de agua fría este martes: Richard Molina, figura clave del periodismo nacional y director de El Guardián, nos dejó. Un golpe duro pa’ to’ los que seguimos de cerca la movida mediática en el país, y especialmente para los que trabajamos en el brete del periodismo.
Molina, con sus 54 años, era un reconocido nombre, sobre todo por su paso largo y fructífero por Grupo Extra. Pero fue con El Guardián donde realmente demostró su visión y compromiso con un periodismo independiente, crítico y cercano a la gente. El Guardián le dio un aire fresco a la farándula y política nacional, siempre buscando la verdad detrás de la pura fanfarronada.
Según fuentes cercanas, el fallecimiento ocurrió alrededor de las seis de la tarde, dejando a todos consternados. Incluso el Tribunal Supremo de Elecciones ya registró el deceso, lo cual confirma la triste realidad. El medio El Guardián emitió un comunicado lamentando profundamente la pérdida de su director y amigo, anunciando un tiempo de duelo y prometiendo comunicar las fechas de sus honores fúnebres tan pronto como estén disponibles. Qué pena, porque estaba haciendo un buen trabajo, teniéndole el ojo puesto en los políticos y sacando a relucir lo que otros preferían esconder.
Richard Molina era conocido por su estilo directo y sin pelos en la lengua. No se mordía la lengua, y eso lo hacía aún más querido por muchos. Siempre buscaba exponer la corrupción y los abusos de poder, aunque eso significara meterse en problemas con ciertos sectores. Era un peleón, un mae que defendía lo suyo hasta el final. Recuerdo entrevistas donde sacaba verdades increíbles, justo a quien menos te esperabas. El tipo tenía olfato pa' encontrar las vacas sagradas.
Desde sus inicios en Grupo Extra, Molina mostró un talento innato para la investigación y la narración. Su transición al ámbito digital fue natural, adaptándose rápidamente a las nuevas tecnologías y formatos de comunicación. Creó un espacio valioso en la web, un lugar donde la información se presentaba de manera clara, concisa y accesible para todos los costarricenses. Él entendió rápido cómo funcionaba internet y cómo utilizarlo para llevar la información a más personas, sin importar su nivel educativo o ubicación geográfica.
La partida de Richard Molina deja un vacío enorme en el panorama mediático de Costa Rica. Perder a alguien así, con su trayectoria y compromiso, es un golpe duro para toda la comunidad periodística. Además, pierde el Guardián a su líder, a su motor. ¿Quién ahora va a mantener esa llama encendida, buscando la verdad y exponiendo las injusticias?
Muchos colegas recuerdan a Molina como un mentor, un compañero leal y un ejemplo a seguir. Le gustaba ayudar a los jóvenes periodistas, compartiendo su experiencia y conocimientos. “Le daba consejos sabios, maquina,” me comentó un joven reportero que tuvo la fortuna de trabajar con él. “Te enseñaba a investigar a fondo, a contrastar la información y a no tener miedo de decir la verdad.” Tenías que verlo en acción, investigando cualquier caso, nunca se rendía ante los obstáculos. ¡Un crack!
Este suceso nos invita a reflexionar sobre la importancia del periodismo libre e independiente en nuestra sociedad. Richard Molina dedicó su vida a defender estos valores, y su legado perdurará en el tiempo. Ahora, me pregunto, ¿qué podemos hacer nosotros, los ciudadanos, para apoyar a los medios independientes y garantizar que la verdad siga siendo revelada, incluso cuando incomoda? ¿Cómo podemos honrar su memoria contribuyendo a un ecosistema mediático más sano y diverso?
Molina, con sus 54 años, era un reconocido nombre, sobre todo por su paso largo y fructífero por Grupo Extra. Pero fue con El Guardián donde realmente demostró su visión y compromiso con un periodismo independiente, crítico y cercano a la gente. El Guardián le dio un aire fresco a la farándula y política nacional, siempre buscando la verdad detrás de la pura fanfarronada.
Según fuentes cercanas, el fallecimiento ocurrió alrededor de las seis de la tarde, dejando a todos consternados. Incluso el Tribunal Supremo de Elecciones ya registró el deceso, lo cual confirma la triste realidad. El medio El Guardián emitió un comunicado lamentando profundamente la pérdida de su director y amigo, anunciando un tiempo de duelo y prometiendo comunicar las fechas de sus honores fúnebres tan pronto como estén disponibles. Qué pena, porque estaba haciendo un buen trabajo, teniéndole el ojo puesto en los políticos y sacando a relucir lo que otros preferían esconder.
Richard Molina era conocido por su estilo directo y sin pelos en la lengua. No se mordía la lengua, y eso lo hacía aún más querido por muchos. Siempre buscaba exponer la corrupción y los abusos de poder, aunque eso significara meterse en problemas con ciertos sectores. Era un peleón, un mae que defendía lo suyo hasta el final. Recuerdo entrevistas donde sacaba verdades increíbles, justo a quien menos te esperabas. El tipo tenía olfato pa' encontrar las vacas sagradas.
Desde sus inicios en Grupo Extra, Molina mostró un talento innato para la investigación y la narración. Su transición al ámbito digital fue natural, adaptándose rápidamente a las nuevas tecnologías y formatos de comunicación. Creó un espacio valioso en la web, un lugar donde la información se presentaba de manera clara, concisa y accesible para todos los costarricenses. Él entendió rápido cómo funcionaba internet y cómo utilizarlo para llevar la información a más personas, sin importar su nivel educativo o ubicación geográfica.
La partida de Richard Molina deja un vacío enorme en el panorama mediático de Costa Rica. Perder a alguien así, con su trayectoria y compromiso, es un golpe duro para toda la comunidad periodística. Además, pierde el Guardián a su líder, a su motor. ¿Quién ahora va a mantener esa llama encendida, buscando la verdad y exponiendo las injusticias?
Muchos colegas recuerdan a Molina como un mentor, un compañero leal y un ejemplo a seguir. Le gustaba ayudar a los jóvenes periodistas, compartiendo su experiencia y conocimientos. “Le daba consejos sabios, maquina,” me comentó un joven reportero que tuvo la fortuna de trabajar con él. “Te enseñaba a investigar a fondo, a contrastar la información y a no tener miedo de decir la verdad.” Tenías que verlo en acción, investigando cualquier caso, nunca se rendía ante los obstáculos. ¡Un crack!
Este suceso nos invita a reflexionar sobre la importancia del periodismo libre e independiente en nuestra sociedad. Richard Molina dedicó su vida a defender estos valores, y su legado perdurará en el tiempo. Ahora, me pregunto, ¿qué podemos hacer nosotros, los ciudadanos, para apoyar a los medios independientes y garantizar que la verdad siga siendo revelada, incluso cuando incomoda? ¿Cómo podemos honrar su memoria contribuyendo a un ecosistema mediático más sano y diverso?