¡Ay, Dios mío! Aquí vamos otra vez. Resulta que ahora el Ministro Rudolf Lücke nos viene a justificar dos créditos internacionales, uno con el BCIE y otro con el Fondo OPEC, para ampliar la vieja confiable, la carretera San José-San Ramón. ¿En qué lío nos estamos metiendo, diay?
Según Hacienda, estos $770 millones entre dólares y euros –sí, porque claro, ¡siempre tienen que estar en diferentes divisas!– van a solucionar todos nuestros males. Menos tiempo en el camino, menos contaminación, ahorros en el transporte… Suena lindo en papel, ¿verdad? Pero a ver si le creen a toda esa vaina.
Lücke nos recuerda, con cara de pocos amigos, que la ley del fideicomiso para esa vía ya lleva como diez años aprobada. Diez años, chunches. Eso significa que durante una década hemos estado hablando de arreglar esa carretera que parece sacada de una película antigua. Y ahora, ¿la solución es meterle más deuda encima?
Las bondades de la ampliación, según Hacienda, son claras: reducción de tiempos de viaje (obvio), menor contaminación (esperemos que sí), ahorro en costos de operación (eso dicen...) y mejoras en la seguridad vial. Todo suena maravilloso, pero hay que ponerle pausa a la buena onda, mae. ¿Realmente vale la pena endeudarnos tanto por eso?
Pero ahí viene la parte jugosa: Hacienda dice que el mercado local no puede absorber esos $770 millones. Que colocar títulos valores en el mercado doméstico implicaría subir las tasas de interés, lo cual frenaría la reactivación económica y afectaría el empleo. ¡Ah, mira quién habla! Como si nosotros fuéramos idiotas y no supieramos que siempre buscan excusas para ir a pedir prestado afuera.
Y luego, nos hablan de plazos de financiamiento de 20 años. Veinte años, pura vida. Eso quiere decir que nuestros hijos y nietos tendrán que pagar esta deuda por nuestra culpa. Que salado. Claro, ellos no están viendo los recortes presupuestarios actuales ni la necesidad urgente de inversión social.
Al final del día, el panorama es complejo. Por un lado, necesitamos mejorar la infraestructura vial para facilitar el transporte de bienes y personas. Por el otro, no podemos seguir acumulando deuda como si no hubiera un mañana. ¿Será que estamos tomando la decisión correcta, o simplemente estamos posponiendo el problema para el futuro?
Entonces, les pregunto a ustedes, mis queridos foristas: ¿cree usted que estos créditos internacionales son realmente necesarios para la ampliación de la vía San José-San Ramón, o sería preferible buscar alternativas de financiación más sostenibles a largo plazo? Díganme qué piensan, a ver si me aclaran un poquito esta tortilla.
Según Hacienda, estos $770 millones entre dólares y euros –sí, porque claro, ¡siempre tienen que estar en diferentes divisas!– van a solucionar todos nuestros males. Menos tiempo en el camino, menos contaminación, ahorros en el transporte… Suena lindo en papel, ¿verdad? Pero a ver si le creen a toda esa vaina.
Lücke nos recuerda, con cara de pocos amigos, que la ley del fideicomiso para esa vía ya lleva como diez años aprobada. Diez años, chunches. Eso significa que durante una década hemos estado hablando de arreglar esa carretera que parece sacada de una película antigua. Y ahora, ¿la solución es meterle más deuda encima?
Las bondades de la ampliación, según Hacienda, son claras: reducción de tiempos de viaje (obvio), menor contaminación (esperemos que sí), ahorro en costos de operación (eso dicen...) y mejoras en la seguridad vial. Todo suena maravilloso, pero hay que ponerle pausa a la buena onda, mae. ¿Realmente vale la pena endeudarnos tanto por eso?
Pero ahí viene la parte jugosa: Hacienda dice que el mercado local no puede absorber esos $770 millones. Que colocar títulos valores en el mercado doméstico implicaría subir las tasas de interés, lo cual frenaría la reactivación económica y afectaría el empleo. ¡Ah, mira quién habla! Como si nosotros fuéramos idiotas y no supieramos que siempre buscan excusas para ir a pedir prestado afuera.
Y luego, nos hablan de plazos de financiamiento de 20 años. Veinte años, pura vida. Eso quiere decir que nuestros hijos y nietos tendrán que pagar esta deuda por nuestra culpa. Que salado. Claro, ellos no están viendo los recortes presupuestarios actuales ni la necesidad urgente de inversión social.
Al final del día, el panorama es complejo. Por un lado, necesitamos mejorar la infraestructura vial para facilitar el transporte de bienes y personas. Por el otro, no podemos seguir acumulando deuda como si no hubiera un mañana. ¿Será que estamos tomando la decisión correcta, o simplemente estamos posponiendo el problema para el futuro?
Entonces, les pregunto a ustedes, mis queridos foristas: ¿cree usted que estos créditos internacionales son realmente necesarios para la ampliación de la vía San José-San Ramón, o sería preferible buscar alternativas de financiación más sostenibles a largo plazo? Díganme qué piensan, a ver si me aclaran un poquito esta tortilla.
