¡Ay, Dios mío! Esta vainera que te dan ganas de tirarle piedras… Resulta que una señora allá en Estados Unidos, Michelle Willard, se encontró con una historia bastante inesperada. Empezó con unos dolores en la mandíbula y el oído que parecían bien típicos, de esas cosas que uno piensa 'ahora sí me va a salir un cólico de bilis'. Pero como dicen por acá, nunca hay que bajarle el diablo, y esa molestia resultó ser mucho más seria de lo que nadie esperaba.
Michelle, según cuentan, al principio pensó que era una simple infección. Le recetaron unos antibióticos y hasta ahí pareció todo tranquilo. Pero no, el asunto volvió con más ganas que nunca, volviéndole la vida un brete. Entonces decidió buscar segundas opiniones y hacer unas placas más detalladas, porque bueno, todos sabemos cómo anda la cosa con los médicos generales a veces, uno sale con más preguntas que respuestas. Y vaya si lo hizo bien…
Pues imagínate la sorpresa cuando le dijeron que tenía un carcinoma secretor, un tipo de cáncer rarísimo, casi como encontrar una rana dorada en el volcán Poás. Con entre 50 y 100 casos al año en Estados Unidos, este cáncer se camufla muy bien entre problemas dentales o de oído, ¡qué engaño! Y ahí empieza la verdadera torta, porque requiere de un diagnóstico temprano para poder darle pelea y evitarse males mayores. A ver, ¿cuántos de nosotros habríamos ignorado esos primeros dolores?
Para tener una idea de qué tan complicado estuvo el caso, Michelle necesitó una cirugía de ¡diez horas!, diezzzzz... ¡imagínate estar en ayunas todo ese tiempo! Le sacaron una buena parte de la glándula parótida, la submandibular y 23 ganglios linfáticos. ¡Un chururito! Además, tuvieron que recurrir a un injerto de piel del muslo para arreglarle la cara, porque el tumor estaba pegadito al nervio facial, y corría el riesgo de quedarse con la mitad de la cara paralizada. ¡Menuda carga!
Ahora, aunque conserva la capacidad de sonreír – gracias a Dios por eso, porque eso es lo importante – Michelle enfrenta un proceso de recuperación largo y con sus complicaciones. Dice que ha perdido sensibilidad en la oreja, tiene cicatrices que no se esconden y le cuesta comer y hablar, pero aún así se siente afortunada de haber salvado las funciones básicas. Es una guerrera, sin lugar a dudas.
Pero lo que realmente nos mueve a compartir esta historia es que Michelle está usando su experiencia para crear conciencia. Se ha convertido en una voz en redes sociales, donde cuenta lo que le pasó a más de 100,000 seguidores. Inspira a mucha gente, especialmente a aquellos que han perdido seres queridos por diagnósticos tardíos, y eso, mis amigos, vale oro.
Entonces, ¿qué debemos aprender de todo esto? Pues que si sentimos un dolor persistente en la mandíbula o el oído, que no se vaya con que es “solo un pinchazo”, hay que ir corriendo al médico. No hay que fiarse de los remedios caseros ni de los consejos de los vecinos, mejor hacerse revisar por un especialista. El carcinoma secretor puede imitar otras dolencias comunes, y la demora en el diagnóstico puede ser fatal. Mejor prevenir que lamentar, ¿verdad, mae?
Y hablando en serio, ¿ustedes qué piensan? ¿Creen que deberíamos enfocarnos más en campañas de concientización sobre estos tipos de cáncer poco conocidos? ¿Les da miedo pensar que un dolor aparentemente insignificante pueda ser señal de algo grave? Compartan sus opiniones y experiencias en el foro, ¡esta conversación necesita todas nuestras voces!
Michelle, según cuentan, al principio pensó que era una simple infección. Le recetaron unos antibióticos y hasta ahí pareció todo tranquilo. Pero no, el asunto volvió con más ganas que nunca, volviéndole la vida un brete. Entonces decidió buscar segundas opiniones y hacer unas placas más detalladas, porque bueno, todos sabemos cómo anda la cosa con los médicos generales a veces, uno sale con más preguntas que respuestas. Y vaya si lo hizo bien…
Pues imagínate la sorpresa cuando le dijeron que tenía un carcinoma secretor, un tipo de cáncer rarísimo, casi como encontrar una rana dorada en el volcán Poás. Con entre 50 y 100 casos al año en Estados Unidos, este cáncer se camufla muy bien entre problemas dentales o de oído, ¡qué engaño! Y ahí empieza la verdadera torta, porque requiere de un diagnóstico temprano para poder darle pelea y evitarse males mayores. A ver, ¿cuántos de nosotros habríamos ignorado esos primeros dolores?
Para tener una idea de qué tan complicado estuvo el caso, Michelle necesitó una cirugía de ¡diez horas!, diezzzzz... ¡imagínate estar en ayunas todo ese tiempo! Le sacaron una buena parte de la glándula parótida, la submandibular y 23 ganglios linfáticos. ¡Un chururito! Además, tuvieron que recurrir a un injerto de piel del muslo para arreglarle la cara, porque el tumor estaba pegadito al nervio facial, y corría el riesgo de quedarse con la mitad de la cara paralizada. ¡Menuda carga!
Ahora, aunque conserva la capacidad de sonreír – gracias a Dios por eso, porque eso es lo importante – Michelle enfrenta un proceso de recuperación largo y con sus complicaciones. Dice que ha perdido sensibilidad en la oreja, tiene cicatrices que no se esconden y le cuesta comer y hablar, pero aún así se siente afortunada de haber salvado las funciones básicas. Es una guerrera, sin lugar a dudas.
Pero lo que realmente nos mueve a compartir esta historia es que Michelle está usando su experiencia para crear conciencia. Se ha convertido en una voz en redes sociales, donde cuenta lo que le pasó a más de 100,000 seguidores. Inspira a mucha gente, especialmente a aquellos que han perdido seres queridos por diagnósticos tardíos, y eso, mis amigos, vale oro.
Entonces, ¿qué debemos aprender de todo esto? Pues que si sentimos un dolor persistente en la mandíbula o el oído, que no se vaya con que es “solo un pinchazo”, hay que ir corriendo al médico. No hay que fiarse de los remedios caseros ni de los consejos de los vecinos, mejor hacerse revisar por un especialista. El carcinoma secretor puede imitar otras dolencias comunes, y la demora en el diagnóstico puede ser fatal. Mejor prevenir que lamentar, ¿verdad, mae?
Y hablando en serio, ¿ustedes qué piensan? ¿Creen que deberíamos enfocarnos más en campañas de concientización sobre estos tipos de cáncer poco conocidos? ¿Les da miedo pensar que un dolor aparentemente insignificante pueda ser señal de algo grave? Compartan sus opiniones y experiencias en el foro, ¡esta conversación necesita todas nuestras voces!