Mae, seamos honestos. En Costa Rica, el boom de las cirugías plásticas no es ningún secreto. Cada vez más gente se anima a meterse al quirófano buscando ese “cuerpazo” de revista, y diay, ¡cada quien con sus gustos y su plata! El problema es que, en medio de la emoción por el cambio, a muchos se les olvida el “lado B” de la vara: las posibles complicaciones. Y es ahí cuando el sueño de verse a cachete se puede convertir en una verdadera pesadilla, y una de las más comunes tiene nombre y apellido: fibrosis postoperatoria.
Para que nos entendamos sin mucho enredo técnico, la fibrosis es cuando el cuerpo se pone rebelde después de una cirugía, sobre todo de una lipo o una abdominoplastia. En lugar de cicatrizar bonito y liso, empieza a crear un tejido duro, como unas pelotas o cordones debajo de la piel. El resultado es un despiche: la zona operada se ve llena de irregularidades, la piel queda como un acordeón, se siente dura al tacto y, para rematar, duele. O sea, usted paga un platal para quedar sin rollitos y termina con un relieve peor y un dolor que no estaba en el presupuesto. ¡Qué torta!
Hablamos con Jocelin Navarro, una especialista de la Clínica Estética Lux Uzuri, en Chepe, que se ha vuelto una especie de “ángel de la guarda” para quienes ya están sufriendo este calvario. La mae nos cuenta que la cantidad de pacientes que le llegan pidiendo auxilio es alarmante. “Vienen con secuelas mal manejadas, frustrados y adoloridos. Muchos llegan hechos leña, sintiendo que toda la plata y el esfuerzo de la cirugía se les fue al traste”, explica. Y es que el impacto no es solo físico; la autoestima, que era la razón principal del “arreglito”, termina por el suelo.
Ahora, ¿cómo se evita jalarse una torta de este calibre? Según la experta, una buena parte de la bronca se origina en un postoperatorio deficiente. A veces es por culpa del paciente, que se hace el valiente y no sigue las indicaciones, y otras veces es porque el centro donde se operó simplemente no le da el seguimiento adecuado. La clave, nos dice Navarro, no es física cuántica: tomar suficiente agua, comer bien, usar las fajas como se debe y, sobre todo, no saltarse las terapias postoperatorias. Es en esos masajes y drenajes donde un profesional puede detectar a tiempo si la vara se está poniendo color de hormiga y frenar la fibrosis antes de que se vuelva un problema crónico.
La buena noticia es que, si usted ya está en este enredo, no todo está perdido. Existen tratamientos avanzados, como los que aplican en Lux Uzuri, que combinan terapias con láser, enzimas y masajes especializados para “suavizar” ese tejido duro y devolverle a la piel una apariencia más normal. El brete es personalizado, porque cada cuerpo es un mundo. Lo importante es no quedarse en la casa aguantando dolor y pensando “¡qué sal!”, sino buscar ayuda profesional apenas sienta que algo no va bien. Un bulto, una dureza o un dolorcito persistente no es normal. Hay que moverse rápido para que la solución sea más sencilla y el camino a sentirse bien de verdad sea más corto.
Y ustedes, ¿qué opinan de esta vara? ¿Conocen a alguien que haya pasado por un calvario así después de una cirugía? ¿O creen que la gente se manda a hacerse de todo sin investigar bien los riesgos? ¡Los leo en el foro!
Para que nos entendamos sin mucho enredo técnico, la fibrosis es cuando el cuerpo se pone rebelde después de una cirugía, sobre todo de una lipo o una abdominoplastia. En lugar de cicatrizar bonito y liso, empieza a crear un tejido duro, como unas pelotas o cordones debajo de la piel. El resultado es un despiche: la zona operada se ve llena de irregularidades, la piel queda como un acordeón, se siente dura al tacto y, para rematar, duele. O sea, usted paga un platal para quedar sin rollitos y termina con un relieve peor y un dolor que no estaba en el presupuesto. ¡Qué torta!
Hablamos con Jocelin Navarro, una especialista de la Clínica Estética Lux Uzuri, en Chepe, que se ha vuelto una especie de “ángel de la guarda” para quienes ya están sufriendo este calvario. La mae nos cuenta que la cantidad de pacientes que le llegan pidiendo auxilio es alarmante. “Vienen con secuelas mal manejadas, frustrados y adoloridos. Muchos llegan hechos leña, sintiendo que toda la plata y el esfuerzo de la cirugía se les fue al traste”, explica. Y es que el impacto no es solo físico; la autoestima, que era la razón principal del “arreglito”, termina por el suelo.
Ahora, ¿cómo se evita jalarse una torta de este calibre? Según la experta, una buena parte de la bronca se origina en un postoperatorio deficiente. A veces es por culpa del paciente, que se hace el valiente y no sigue las indicaciones, y otras veces es porque el centro donde se operó simplemente no le da el seguimiento adecuado. La clave, nos dice Navarro, no es física cuántica: tomar suficiente agua, comer bien, usar las fajas como se debe y, sobre todo, no saltarse las terapias postoperatorias. Es en esos masajes y drenajes donde un profesional puede detectar a tiempo si la vara se está poniendo color de hormiga y frenar la fibrosis antes de que se vuelva un problema crónico.
La buena noticia es que, si usted ya está en este enredo, no todo está perdido. Existen tratamientos avanzados, como los que aplican en Lux Uzuri, que combinan terapias con láser, enzimas y masajes especializados para “suavizar” ese tejido duro y devolverle a la piel una apariencia más normal. El brete es personalizado, porque cada cuerpo es un mundo. Lo importante es no quedarse en la casa aguantando dolor y pensando “¡qué sal!”, sino buscar ayuda profesional apenas sienta que algo no va bien. Un bulto, una dureza o un dolorcito persistente no es normal. Hay que moverse rápido para que la solución sea más sencilla y el camino a sentirse bien de verdad sea más corto.
Y ustedes, ¿qué opinan de esta vara? ¿Conocen a alguien que haya pasado por un calvario así después de una cirugía? ¿O creen que la gente se manda a hacerse de todo sin investigar bien los riesgos? ¡Los leo en el foro!