Maes, hablemos claro y sin pelos en la lengua de la vara que pasó en Multiplaza Escazú. Porque, seamos honestos, la noticia del perro que mordió a un niño es de esas que a uno le generan un corto circuito. Por un lado, te da una lástima terrible por el chiquito y su familia. Por otro, te da una cólera monumental porque esto no es un accidente, es el resultado de una cadena de malas decisiones. En resumen: ¡qué torta! Y lo peor es que, si uno lo piensa dos segundos, era una torta que se veía venir a kilómetros de distancia, como nube de tormenta en pleno enero.
Vamos punto por punto, como diría Jack el Destripador. Primero, el dueño del perro. Diay, aquí no hay mucho que discutir. El comunicado del grupo animalista lo deja clarísimo: "el perro es totalmente inocente". Y tienen toda la razón del mundo. Un perro no decide ir de shopping un sábado por la tarde. Un perro no entiende por qué hay miles de luces, música a todo volumen y un mar de gente que lo empuja y lo estresa. El que se jaló una torta del tamaño del Estadio Nacional fue el dueño. Llevar a un animal a un ambiente tan caótico y hostil sin tener la certeza absoluta de que el perro lo puede manejar es, simple y sencillamente, una irresponsabilidad gigante. No es un accesorio de moda, mae, es un ser vivo que siente angustia y estrés. Pensar lo contrario es no entender nada.
Ahora, pasemos al segundo actor en este drama: el centro comercial. Multiplaza también tiene que bailar en esta fiesta. Su silencio hasta ahora es ensordecedor. ¿De qué sirve tener una política "pet-friendly" si no existen los protocolos para manejarla? Porque permitir que entre un perro no es solo poner un sticker bonito en la puerta. Implica tener personal de seguridad capacitado para evaluar la situación, para pedir documentos si es necesario y, sobre todo, para actuar cuando las cosas se salen de control. La seguridad falló miserablemente al no poder ni siquiera identificar al dueño del animal para que asumiera su responsabilidad. ¡Qué despiche! Al final, la familia del niño queda en una posición terrible, y el centro comercial, que se beneficia de esa imagen "moderna" y "amigable", se lava las manos. ¡Qué sal! La responsabilidad civil de ellos es innegable.
Y esto nos lleva al meollo del asunto, a la discusión de fondo que nadie parece querer tener. Esta moda "pet-friendly" se nos está saliendo de las manos. Se ha convertido más en una pose para la foto de Instagram que en una política seria de inclusión animal. La gente cree que tener un perro educado es que se siente cuando se lo pides en la sala de tu casa. Pero el verdadero brete, el trabajo de verdad, es socializarlo para que pueda enfrentar un entorno como un mall sin que se le vuele la tapa de los sesos. No es solo comprarle un chunche bonito para pasear, es entender su psicología. Hay perros que son un amor en el parque, pero que en un espacio cerrado y lleno de gente se transforman. Y si como dueño no tienes la capacidad de leer esas señales, mejor déjelo en la casa, le hace un favor a él y al resto del mundo.
Al final del día, mae, este incidente es un síntoma de un problema más grande. Es el reflejo de una sociedad que adopta tendencias sin entender las responsabilidades que conllevan. El perro es una víctima, el niño es una víctima y los dueños y el centro comercial son los responsables directos por acción y omisión. Esto tiene que ser un llamado de atención para todos. Para los dueños, para que entiendan que sus mascotas no son juguetes. Y para los comercios, para que sus políticas sean más que una estrategia de marketing barata. Así que les dejo la pregunta en el aire, para que la destrocemos en el foro: **Más allá de buscar culpables en este caso específico, ¿estamos realmente preparados como sociedad para esta cultura "pet-friendly" que tanto nos venden, o esto es solo el inicio de una serie de tortas anunciadas?**
Vamos punto por punto, como diría Jack el Destripador. Primero, el dueño del perro. Diay, aquí no hay mucho que discutir. El comunicado del grupo animalista lo deja clarísimo: "el perro es totalmente inocente". Y tienen toda la razón del mundo. Un perro no decide ir de shopping un sábado por la tarde. Un perro no entiende por qué hay miles de luces, música a todo volumen y un mar de gente que lo empuja y lo estresa. El que se jaló una torta del tamaño del Estadio Nacional fue el dueño. Llevar a un animal a un ambiente tan caótico y hostil sin tener la certeza absoluta de que el perro lo puede manejar es, simple y sencillamente, una irresponsabilidad gigante. No es un accesorio de moda, mae, es un ser vivo que siente angustia y estrés. Pensar lo contrario es no entender nada.
Ahora, pasemos al segundo actor en este drama: el centro comercial. Multiplaza también tiene que bailar en esta fiesta. Su silencio hasta ahora es ensordecedor. ¿De qué sirve tener una política "pet-friendly" si no existen los protocolos para manejarla? Porque permitir que entre un perro no es solo poner un sticker bonito en la puerta. Implica tener personal de seguridad capacitado para evaluar la situación, para pedir documentos si es necesario y, sobre todo, para actuar cuando las cosas se salen de control. La seguridad falló miserablemente al no poder ni siquiera identificar al dueño del animal para que asumiera su responsabilidad. ¡Qué despiche! Al final, la familia del niño queda en una posición terrible, y el centro comercial, que se beneficia de esa imagen "moderna" y "amigable", se lava las manos. ¡Qué sal! La responsabilidad civil de ellos es innegable.
Y esto nos lleva al meollo del asunto, a la discusión de fondo que nadie parece querer tener. Esta moda "pet-friendly" se nos está saliendo de las manos. Se ha convertido más en una pose para la foto de Instagram que en una política seria de inclusión animal. La gente cree que tener un perro educado es que se siente cuando se lo pides en la sala de tu casa. Pero el verdadero brete, el trabajo de verdad, es socializarlo para que pueda enfrentar un entorno como un mall sin que se le vuele la tapa de los sesos. No es solo comprarle un chunche bonito para pasear, es entender su psicología. Hay perros que son un amor en el parque, pero que en un espacio cerrado y lleno de gente se transforman. Y si como dueño no tienes la capacidad de leer esas señales, mejor déjelo en la casa, le hace un favor a él y al resto del mundo.
Al final del día, mae, este incidente es un síntoma de un problema más grande. Es el reflejo de una sociedad que adopta tendencias sin entender las responsabilidades que conllevan. El perro es una víctima, el niño es una víctima y los dueños y el centro comercial son los responsables directos por acción y omisión. Esto tiene que ser un llamado de atención para todos. Para los dueños, para que entiendan que sus mascotas no son juguetes. Y para los comercios, para que sus políticas sean más que una estrategia de marketing barata. Así que les dejo la pregunta en el aire, para que la destrocemos en el foro: **Más allá de buscar culpables en este caso específico, ¿estamos realmente preparados como sociedad para esta cultura "pet-friendly" que tanto nos venden, o esto es solo el inicio de una serie de tortas anunciadas?**