Mae, a veces uno prende las noticias de la Asamblea Legislativa y no sabe si está viendo un debate serio o el último capítulo de un reality show con mal presupuesto. Y hoy, la cosa se puso color de hormiga. El Plenario volvió a ser el escenario de un zafarrancho de antología, y los protagonistas, para no variar, fueron los de siempre: el Frente Amplio y la bancada oficialista, que ya parece que se levantan pensando en cómo se van a decir hasta de qué se van a morir.
La vara es que Antonio Ortega, el jefe de fracción del FA, se mandó con todo contra doña Pilar Cisneros. El detonante fue el discurso de la diputada defendiendo, con uñas y dientes, la famosa ley de jornadas 4x3. Ortega, que parece que ya venía con la bala en la aguja, celebró irónicamente que Cisneros hablara por primera vez en la discusión de mociones, solo para rematar con un "aunque diga mentiras". ¡Tómala! Pero eso fue apenas el calentamiento. El plato fuerte vino después, cuando Ortega, sin pelos en la lengua, le tiró una bomba: “Y sí, 40 ladrones doña Pilar, lo dije muy bien y usted, una vez más, defendiendo y justificando a los violadores, a los narcotraficantes, a los ladrones, a los evasores de impuestos”. ¡Qué nivel de filazo!
Diay, seamos honestos. Más allá del show, este encontronazo es el retrato perfecto del despiche que se ha vuelto la discusión de este proyecto. Llevamos semanas en esto, con un récord de más de 2.500 mociones presentadas. ¡Dos mil quinientas! Es evidente que la estrategia es entrabar, cansar y, al final, que la gente se harte tanto que ya ni le importe qué aprueban. Mientras Ortega y Cisneros se acusan de defender villanos de película, el verdadero chunche en discusión –la reforma a las jornadas de brete que nos va a afectar a miles– queda opacado por el griterío. Es la vieja confiable: cuando no se puede debatir con argumentos, se monta un circo para desviar la atención.
Lo más frustrante de todo es que este trámite de "vía rápida" ha sido una torta de principio a fin. Se supone que era para agilizar, pero se ha convertido en una maratón de insultos y chicanas políticas. La acusación de Ortega es gravísima, sí, pero también es una movida calculada para generar titulares. Y funciona. Hoy todos hablamos del pleito y pocos del detalle fino del expediente 24.290. La mención a "Laura (Fernández) y los 40 ladrones" es otra puya directa al corazón del oficialismo, una forma de decir que sus intenciones no son tan puras como las pintan. Es una guerra de narrativas donde la verdad es la primera víctima.
Ahora, con el fin de las sesiones de debate, entramos en la fase final: la votación pura y dura de cada enmienda, una por una, sin discusión. Un proceso mecánico y silencioso que contrasta irónicamente con el escándalo de las últimas semanas. Al final, los que quedamos salados somos los de siempre: los ciudadanos que vemos cómo las decisiones importantes sobre nuestro futuro se toman en medio de un pleito de verduleras. El telón del circo está por caer, y uno se queda con un sabor amargo en la boca. Más allá de quién tiene la razón en este dime y direte, ¿no sienten que este teatro mediático solo sirve para que los temas de fondo, como las condiciones del brete, se vayan al traste?
La vara es que Antonio Ortega, el jefe de fracción del FA, se mandó con todo contra doña Pilar Cisneros. El detonante fue el discurso de la diputada defendiendo, con uñas y dientes, la famosa ley de jornadas 4x3. Ortega, que parece que ya venía con la bala en la aguja, celebró irónicamente que Cisneros hablara por primera vez en la discusión de mociones, solo para rematar con un "aunque diga mentiras". ¡Tómala! Pero eso fue apenas el calentamiento. El plato fuerte vino después, cuando Ortega, sin pelos en la lengua, le tiró una bomba: “Y sí, 40 ladrones doña Pilar, lo dije muy bien y usted, una vez más, defendiendo y justificando a los violadores, a los narcotraficantes, a los ladrones, a los evasores de impuestos”. ¡Qué nivel de filazo!
Diay, seamos honestos. Más allá del show, este encontronazo es el retrato perfecto del despiche que se ha vuelto la discusión de este proyecto. Llevamos semanas en esto, con un récord de más de 2.500 mociones presentadas. ¡Dos mil quinientas! Es evidente que la estrategia es entrabar, cansar y, al final, que la gente se harte tanto que ya ni le importe qué aprueban. Mientras Ortega y Cisneros se acusan de defender villanos de película, el verdadero chunche en discusión –la reforma a las jornadas de brete que nos va a afectar a miles– queda opacado por el griterío. Es la vieja confiable: cuando no se puede debatir con argumentos, se monta un circo para desviar la atención.
Lo más frustrante de todo es que este trámite de "vía rápida" ha sido una torta de principio a fin. Se supone que era para agilizar, pero se ha convertido en una maratón de insultos y chicanas políticas. La acusación de Ortega es gravísima, sí, pero también es una movida calculada para generar titulares. Y funciona. Hoy todos hablamos del pleito y pocos del detalle fino del expediente 24.290. La mención a "Laura (Fernández) y los 40 ladrones" es otra puya directa al corazón del oficialismo, una forma de decir que sus intenciones no son tan puras como las pintan. Es una guerra de narrativas donde la verdad es la primera víctima.
Ahora, con el fin de las sesiones de debate, entramos en la fase final: la votación pura y dura de cada enmienda, una por una, sin discusión. Un proceso mecánico y silencioso que contrasta irónicamente con el escándalo de las últimas semanas. Al final, los que quedamos salados somos los de siempre: los ciudadanos que vemos cómo las decisiones importantes sobre nuestro futuro se toman en medio de un pleito de verduleras. El telón del circo está por caer, y uno se queda con un sabor amargo en la boca. Más allá de quién tiene la razón en este dime y direte, ¿no sienten que este teatro mediático solo sirve para que los temas de fondo, como las condiciones del brete, se vayan al traste?