A ver, maes, levante la mano quién vio las fotos de la caminata nocturna al Poás este fin de semana y sintió esa punzada de envidia sana. O no tan sana. Porque seamos honestos, la vara se veía espectacular. Ver el cráter de noche, con la posibilidad de esa luz incandescente, es una de esas experiencias que uno apunta en la lista de "cosas por hacer antes de morir". La Fundación de Parques Nacionales (FPN) se apuntó un gane de campeonato con la organización. ¡Qué chiva la iniciativa! El pequeño detalle es que no fuimos los únicos en pensarlo. El éxito fue tan masivo que ahora hay un "problemita" del tamaño del mismo coloso: más de 3.000 personas quedaron en lista de espera, con la ñata pegada a la ventana digital, esperando un milagro.
Diay, es que la cifra es para sentarse a analizarla. Seiscientas una personas tuvieron la suerte de vivir la experiencia este finde, pero ahora hay una fila virtual cinco veces más grande. Hablando con la gente de CRHoy, Josseline Eduarte, la coordinadora de la FPN, sonaba tan impresionada como el resto de nosotros. Ella misma confirmó el número y, con toda la razón del mundo, hizo un llamado a la calma. Es el tipo de problema que cualquier organizador de eventos quisiera tener, pero un problema al fin y al cabo. Tres mil almas esperando campo para una eventual segunda fecha que, ojo, ni siquiera está confirmada. Todos esos ticos, de momento, quedaron salados y a la expectativa. La FPN dice que le darían prioridad a esa lista, pero piden paciencia porque el cupo, por seguridad, seguirá siendo limitado. Nada de meter a todo el mundo a lo loco.
Lo más interesante de toda esta vara es el "cómo". No fue un despiche, todo lo contrario. Según cuentan, la logística fue un relojito suizo. Grupos de 60 personas ingresando cada 20 minutos, caminando directo al mirador del cráter, luego por el sendero Botos y para afuera. Ordenado, responsable y, por lo que se ve, inolvidable. La misma Eduarte dijo que el resultado "superó cualquier imaginación". Y es que esto no era un tour operador cualquiera buscando hacer plata; era la FPN, en conjunto con el SINAC, celebrando el mes de los parques nacionales. La idea de ver el cráter con esa posible incandescencia... ¡qué carga! Por supuesto, la experiencia tenía su precio: once rojos por cabeza (y cinco por los güilas menores de 4), más los dos rojitos del parqueo. Un monto que, a juzgar por la demanda, a nadie le pareció un obstáculo.
Este fenómeno nos pone a pensar más allá de una simple caminata. ¿Qué es lo que realmente pasó aquí? ¿Fue solo la magia del volcán de noche? Yo creo que es más profundo. Esto grita que el tico promedio está sediento, casi desesperado, por actividades de calidad, bien organizadas y que se salgan del molde. Estamos un poco cansados del mismo centro comercial, el mismo cine, el mismo bar. Queremos conectar con lo nuestro, con la naturaleza increíble que tenemos a la vuelta de la esquina, pero de formas nuevas y seguras. La FPN no solo organizó un tour, sino que tocó una fibra sensible. Demostraron que cuando las cosas se hacen con cariño y profesionalismo, la gente responde... y con creces.
Ahora la bola queda en nuestra cancha, la del público. La paciencia será clave. Es obvio que no van a poder meter a las 3.000 personas de un solo tiro. Pero esto debería ser una lección para otras instituciones y hasta para el sector privado. Hay un mercado gigante para el ocio inteligente y las experiencias auténticas en este país. Ojalá esto no se quede en una anécdota y se convierta en la norma. Por eso, les dejo la pregunta abierta para que se desahoguen en el foro: Maes, más allá de querer ir, ¿qué nos dice esta fiebre por el Poás sobre nosotros? ¿Será que estamos aburridos de los mismos planes de siempre y nos morimos por varas así de bien hechas? ¿O es puro FOMO (miedo a quedarse por fuera) colectivo? ¡Los leo!
Diay, es que la cifra es para sentarse a analizarla. Seiscientas una personas tuvieron la suerte de vivir la experiencia este finde, pero ahora hay una fila virtual cinco veces más grande. Hablando con la gente de CRHoy, Josseline Eduarte, la coordinadora de la FPN, sonaba tan impresionada como el resto de nosotros. Ella misma confirmó el número y, con toda la razón del mundo, hizo un llamado a la calma. Es el tipo de problema que cualquier organizador de eventos quisiera tener, pero un problema al fin y al cabo. Tres mil almas esperando campo para una eventual segunda fecha que, ojo, ni siquiera está confirmada. Todos esos ticos, de momento, quedaron salados y a la expectativa. La FPN dice que le darían prioridad a esa lista, pero piden paciencia porque el cupo, por seguridad, seguirá siendo limitado. Nada de meter a todo el mundo a lo loco.
Lo más interesante de toda esta vara es el "cómo". No fue un despiche, todo lo contrario. Según cuentan, la logística fue un relojito suizo. Grupos de 60 personas ingresando cada 20 minutos, caminando directo al mirador del cráter, luego por el sendero Botos y para afuera. Ordenado, responsable y, por lo que se ve, inolvidable. La misma Eduarte dijo que el resultado "superó cualquier imaginación". Y es que esto no era un tour operador cualquiera buscando hacer plata; era la FPN, en conjunto con el SINAC, celebrando el mes de los parques nacionales. La idea de ver el cráter con esa posible incandescencia... ¡qué carga! Por supuesto, la experiencia tenía su precio: once rojos por cabeza (y cinco por los güilas menores de 4), más los dos rojitos del parqueo. Un monto que, a juzgar por la demanda, a nadie le pareció un obstáculo.
Este fenómeno nos pone a pensar más allá de una simple caminata. ¿Qué es lo que realmente pasó aquí? ¿Fue solo la magia del volcán de noche? Yo creo que es más profundo. Esto grita que el tico promedio está sediento, casi desesperado, por actividades de calidad, bien organizadas y que se salgan del molde. Estamos un poco cansados del mismo centro comercial, el mismo cine, el mismo bar. Queremos conectar con lo nuestro, con la naturaleza increíble que tenemos a la vuelta de la esquina, pero de formas nuevas y seguras. La FPN no solo organizó un tour, sino que tocó una fibra sensible. Demostraron que cuando las cosas se hacen con cariño y profesionalismo, la gente responde... y con creces.
Ahora la bola queda en nuestra cancha, la del público. La paciencia será clave. Es obvio que no van a poder meter a las 3.000 personas de un solo tiro. Pero esto debería ser una lección para otras instituciones y hasta para el sector privado. Hay un mercado gigante para el ocio inteligente y las experiencias auténticas en este país. Ojalá esto no se quede en una anécdota y se convierta en la norma. Por eso, les dejo la pregunta abierta para que se desahoguen en el foro: Maes, más allá de querer ir, ¿qué nos dice esta fiebre por el Poás sobre nosotros? ¿Será que estamos aburridos de los mismos planes de siempre y nos morimos por varas así de bien hechas? ¿O es puro FOMO (miedo a quedarse por fuera) colectivo? ¡Los leo!