¡Ay, Dios mío! Resulta que el candidato del PUSC, Juan Carlos Hidalgo, decidió que la mejor forma de conectar con el electorado era sentándose en unas sillas en la Avenida Central. Sí, así como lo leyeron, con un cartelito que decía “¡Conversemos! Pregúnteme lo que guste”. Uno piensa, ¿será que descubrió que los mítines ya no calan hondo o qué onda?
El brete es claro: Hidalgo busca revivir la campaña después de algunos tropiezos mediáticos y una percepción general de desconexión con la realidad del pueblo. Después de todo, la política, dice él, debe hacerse escuchando. De hecho, agarró la iniciativa de bajar a la capital, dejando atrás los cómodos ambientes de oficina, para echarle ojo a las inquietudes de la gente directamente.
Y vaya que hubo gente. Se nota que la curiosidad picó a varios, porque llegaron a platicar con él sobre esos temas que nos quitan el sueño a todos los costas: seguridad, educación, empleo y, por supuesto, la salud. No cualquiera se anima a confrontar a un candidato presidential, pero parece que Hidalgo estaba dispuesto a recibir todas las patadas de gallina con una sonrisa.
“Solo conversando con las personas, cara a cara, podemos entender lo que viven y lo que necesitamos hacer para emparejar la cancha para todos,” declaró Hidalgo, visiblemente emocionado. Agregó que Costa Rica merece líderes de puertas abiertas, que no tengan miedo a escuchar, ni que les estén manejando el rabo. ¡Uy!, eso sí que puso a algunos políticos en aprietos, diay.
Y es que Hidalgo pintaba el panorama como si fuera uno más del montón, deseando un país seguro, con una educación pública de calidad y un sistema de salud donde la atención no tome años ni requiera pasar horas haciendo fila. Su discurso, aunque suena familiar, resonó con muchas personas que han sufrido las consecuencias de la burocracia y la ineficiencia en estos sectores clave.
Algunos analistas políticos aseguran que este movimiento es una estrategia inteligente para contrarrestar la imagen de elitismo que ha perseguido a Hidalgo durante toda su carrera. Otros, más escépticos, sugieren que es un simple acto de marketing disfrazado de cercanía popular. Pero bueno, en la política, todo vale, ¿verdad?
Lo cierto es que la escena en la Avenida Central generó mucho revuelo en redes sociales. Algunos criticaron la puesta en escena, considerándola poco auténtica y artificial. Otros aplaudieron la iniciativa, valorando la disposición de Hidalgo a escuchar directamente a los ciudadanos. Al final, cada quien saca sus propias conclusiones. Pero uno no puede negar que el tipo le puso ganas a buscar la simpatía del votante común.
Después de ver al candidato sentado en esas dos sillas, con un cartel llamativo y rodeado de gente dispuesta a darle su opinión, me queda pensando: ¿Realmente creen que estas acciones de acercamiento genuino pueden marcar la diferencia en una elección presidencial tan reñida? ¿O es solo otra jugada más en el tablero político? Cuéntame tú, ¿qué te pareció la movida de Hidalgo?
El brete es claro: Hidalgo busca revivir la campaña después de algunos tropiezos mediáticos y una percepción general de desconexión con la realidad del pueblo. Después de todo, la política, dice él, debe hacerse escuchando. De hecho, agarró la iniciativa de bajar a la capital, dejando atrás los cómodos ambientes de oficina, para echarle ojo a las inquietudes de la gente directamente.
Y vaya que hubo gente. Se nota que la curiosidad picó a varios, porque llegaron a platicar con él sobre esos temas que nos quitan el sueño a todos los costas: seguridad, educación, empleo y, por supuesto, la salud. No cualquiera se anima a confrontar a un candidato presidential, pero parece que Hidalgo estaba dispuesto a recibir todas las patadas de gallina con una sonrisa.
“Solo conversando con las personas, cara a cara, podemos entender lo que viven y lo que necesitamos hacer para emparejar la cancha para todos,” declaró Hidalgo, visiblemente emocionado. Agregó que Costa Rica merece líderes de puertas abiertas, que no tengan miedo a escuchar, ni que les estén manejando el rabo. ¡Uy!, eso sí que puso a algunos políticos en aprietos, diay.
Y es que Hidalgo pintaba el panorama como si fuera uno más del montón, deseando un país seguro, con una educación pública de calidad y un sistema de salud donde la atención no tome años ni requiera pasar horas haciendo fila. Su discurso, aunque suena familiar, resonó con muchas personas que han sufrido las consecuencias de la burocracia y la ineficiencia en estos sectores clave.
Algunos analistas políticos aseguran que este movimiento es una estrategia inteligente para contrarrestar la imagen de elitismo que ha perseguido a Hidalgo durante toda su carrera. Otros, más escépticos, sugieren que es un simple acto de marketing disfrazado de cercanía popular. Pero bueno, en la política, todo vale, ¿verdad?
Lo cierto es que la escena en la Avenida Central generó mucho revuelo en redes sociales. Algunos criticaron la puesta en escena, considerándola poco auténtica y artificial. Otros aplaudieron la iniciativa, valorando la disposición de Hidalgo a escuchar directamente a los ciudadanos. Al final, cada quien saca sus propias conclusiones. Pero uno no puede negar que el tipo le puso ganas a buscar la simpatía del votante común.
Después de ver al candidato sentado en esas dos sillas, con un cartel llamativo y rodeado de gente dispuesta a darle su opinión, me queda pensando: ¿Realmente creen que estas acciones de acercamiento genuino pueden marcar la diferencia en una elección presidencial tan reñida? ¿O es solo otra jugada más en el tablero político? Cuéntame tú, ¿qué te pareció la movida de Hidalgo?