Maes, sentémonos a hablar de una vara que de verdad me tiene con el pelo parado. Hoy la Caja soltó una bomba de datos que debería ponernos a todos a pensar: casi 25,000 personas terminaron hospitalizadas el año pasado por razones que eran, agárrense, TOTALMENTE evitables. No estamos hablando de accidentes de tránsito impredecibles ni de enfermedades raras y fulminantes. Estamos hablando de gente que acabó en una cama de hospital, gastando recursos valiosísimos y pasando un susto de muerte, por condiciones que se pudieron manejar en un EBAIS con un buen seguimiento, o hasta en la casa con un poquito más de disciplina. ¡Qué torta! Es la cifra más alta desde la pandemia y, sinceramente, es para preocuparse.
Diay, ¿y de qué nos estamos enfermando tanto? Pues de las sospechosas de siempre. La Caja lo dice clarito: asma mal cuidada, bronquitis que se dejó avanzar, neumonías, diabetes que anda por la libre e infecciones urinarias. Piensen en eso un segundo. Son las enfermedades que vemos todos los días, las que tiene la tía, el vecino o hasta uno mismo. El problema, según el epidemiólogo de la CCSS, el doctor Roy Wong McClure, es que le estamos perdiendo el respeto a los tratamientos. Es el mae diabético que se manda su buena harina a escondidas, el asmático que deja el soplador botado en una gaveta o la persona que siente un ardorcillo y piensa "ya se me quita solo", hasta que termina con el riñón hecho un desastre. Toda esta torta ocurre cuando el control se nos va de las manos, y un problema manejable se convierte en una emergencia.
Ahora, vamos a los números que es donde la vara se pone más fea. De las casi 25 mil hospitalizaciones evitables, las campeonas del despiche fueron las infecciones de riñón y vías urinarias, con más de 4,600 casos. ¡Casi 5,000 personas internadas por algo que a menudo empieza con no tomar suficiente agua o no ir al doctor a tiempo! Le siguen de cerca las enfermedades respiratorias y las infecciones de piel. Y claro, la diabetes mellitus, con más de 2,100 casos que acabaron en el hospital por complicaciones. Lo más interesante es que el 53% somos mujeres. Ahí se los dejo para que saquen conclusiones. Parece que en temas de salud, nosotras también estamos jalándonos una torta por aguantar más de la cuenta antes de pedir ayuda.
El asunto se pone todavía más sensible cuando vemos quiénes son los más afectados. La estadística no miente: los más vulnerables son los güilas menores de un año y, por supuesto, nuestros adultos mayores de 65. Son los dos extremos de la vida, donde el sistema inmune o es muy nuevo o ya está cansado. El doctor Wong ponía el ejemplo de las neumonías en adultos mayores, que son súper comunes pero que, en muchos casos, se pueden prevenir con una simple vacuna. Es aquí donde uno se pregunta si el brete de prevención se está haciendo bien o si a nosotros, como familiares, se nos está olvidando que cuidar también es prevenir. Que nuestros abuelos lleguen al hospital por algo que una inyección pudo evitar es, francamente, un golpe bajo.
Al final, la Caja hace el llamado de siempre: vayan a sus citas, háganle caso al doctor, tómense las pastillas y no se esperen a estar arrastrando los pies para consultar. Pero más allá del anuncio oficial, esto es un espejo para nosotros como sociedad. Refleja una mezcla peligrosa de dejadez personal con, quizás, un sistema de primer nivel de atención que no siempre da la talla o al que no le tenemos suficiente confianza. Es fácil echarle toda la culpa a la Caja, pero estas cifras demuestran que una parte enorme del problema empieza en nuestra propia casa, en nuestras decisiones diarias. Es una llamada de atención para dejar de pensar que "a mí no me va a pasar" y empezar a tomarnos la salud un poquito más en serio, antes de que nos convirtamos en un número más de esa estadística.
Ahora les pregunto a ustedes, maes: Más allá de echarle la culpa a la Caja, ¿qué creen que nos falta como sociedad para tomarnos la salud en serio? ¿Es pura dejadez, falta de educación o es que el sistema de verdad no da la talla para prevenir antes de curar? Los leo en los comentarios.
Diay, ¿y de qué nos estamos enfermando tanto? Pues de las sospechosas de siempre. La Caja lo dice clarito: asma mal cuidada, bronquitis que se dejó avanzar, neumonías, diabetes que anda por la libre e infecciones urinarias. Piensen en eso un segundo. Son las enfermedades que vemos todos los días, las que tiene la tía, el vecino o hasta uno mismo. El problema, según el epidemiólogo de la CCSS, el doctor Roy Wong McClure, es que le estamos perdiendo el respeto a los tratamientos. Es el mae diabético que se manda su buena harina a escondidas, el asmático que deja el soplador botado en una gaveta o la persona que siente un ardorcillo y piensa "ya se me quita solo", hasta que termina con el riñón hecho un desastre. Toda esta torta ocurre cuando el control se nos va de las manos, y un problema manejable se convierte en una emergencia.
Ahora, vamos a los números que es donde la vara se pone más fea. De las casi 25 mil hospitalizaciones evitables, las campeonas del despiche fueron las infecciones de riñón y vías urinarias, con más de 4,600 casos. ¡Casi 5,000 personas internadas por algo que a menudo empieza con no tomar suficiente agua o no ir al doctor a tiempo! Le siguen de cerca las enfermedades respiratorias y las infecciones de piel. Y claro, la diabetes mellitus, con más de 2,100 casos que acabaron en el hospital por complicaciones. Lo más interesante es que el 53% somos mujeres. Ahí se los dejo para que saquen conclusiones. Parece que en temas de salud, nosotras también estamos jalándonos una torta por aguantar más de la cuenta antes de pedir ayuda.
El asunto se pone todavía más sensible cuando vemos quiénes son los más afectados. La estadística no miente: los más vulnerables son los güilas menores de un año y, por supuesto, nuestros adultos mayores de 65. Son los dos extremos de la vida, donde el sistema inmune o es muy nuevo o ya está cansado. El doctor Wong ponía el ejemplo de las neumonías en adultos mayores, que son súper comunes pero que, en muchos casos, se pueden prevenir con una simple vacuna. Es aquí donde uno se pregunta si el brete de prevención se está haciendo bien o si a nosotros, como familiares, se nos está olvidando que cuidar también es prevenir. Que nuestros abuelos lleguen al hospital por algo que una inyección pudo evitar es, francamente, un golpe bajo.
Al final, la Caja hace el llamado de siempre: vayan a sus citas, háganle caso al doctor, tómense las pastillas y no se esperen a estar arrastrando los pies para consultar. Pero más allá del anuncio oficial, esto es un espejo para nosotros como sociedad. Refleja una mezcla peligrosa de dejadez personal con, quizás, un sistema de primer nivel de atención que no siempre da la talla o al que no le tenemos suficiente confianza. Es fácil echarle toda la culpa a la Caja, pero estas cifras demuestran que una parte enorme del problema empieza en nuestra propia casa, en nuestras decisiones diarias. Es una llamada de atención para dejar de pensar que "a mí no me va a pasar" y empezar a tomarnos la salud un poquito más en serio, antes de que nos convirtamos en un número más de esa estadística.
Ahora les pregunto a ustedes, maes: Más allá de echarle la culpa a la Caja, ¿qué creen que nos falta como sociedad para tomarnos la salud en serio? ¿Es pura dejadez, falta de educación o es que el sistema de verdad no da la talla para prevenir antes de curar? Los leo en los comentarios.