¡Ay, Dios mío! El Volcán Poás, ese mae travieso, anda dando candela últimamente. Entre sismos y erupciones pequeñas, parece que quiere llamar nuestra atención. Según el Ovsicori, tuvimos 24 temblorones vulcano-tectónicos entre el 3 y el 4 de diciembre, más de lo que le gusta al volcán tranquilamente. Pero, tranquilos, los expertos aseguran que todavía no nos vamos a ir del diay.
Maarten de Moor, el vulcanólogo estrella del Ovsicori, nos aclaró que aunque ande moviéndose un poco, no hay motivo para alarmarse. “Es un numerito elevado de sismos, más de lo normal, pero no vemos cambios en otras cosas importantes, como los gases, cómo se deforma el suelo y qué tanto humo está soltando. Todo está más o menos calmado”, dijo el señor, tratando de tranquilizarnos a todos. Parece que el volcán solo está estirándose un poquito después de toda la bronca que tuvo el año pasado.
Ahora, ¿por qué andará temblando el Poás? Bueno, según Moor, hay dos posibilidades principales: o sí que le llegó una nueva inyección de magma calientito al sistema, o quizás son unas fallitas tectónicas que andan pasando cerca. Lo importante, recalca, es ver si otras cosas empiezan a moverse también. Si solo temblorones, pues no hay de qué preocuparse; si todo empieza a explotar, ahí sí que hay que echarle ojo.
Y hablando de explotar, justo después de esos sismos, el Poás mandó al aire una erupción freática el 6 de diciembre. Una columna de ceniza de unos 400 metros y unos balísticos volando por cinco minutos. Un espectáculo, pa' ponerle sabor a la vida. Pero, otra vez, los científicos insisten: no hay conexión directa entre los sismos y esa explosioncita. Dicen que fue una erupción aislada, como una pedacito de lo que pasó el año pasado, cuando el volcán realmente se puso a brincar.
Recordemos que el Poás ya dio muestras de actividad bastante intensa en el 2025, con erupciones comparables a las del 2017, aunque estas últimas han sido un poco menos peligrosas. Fue un episodio larguísimo, que se extendió por casi un año completo, y el volcán todavía no se decide a quedarse quieto. Es como un niño pequeño que no quiere dormir la siesta, ¡pero no podemos hacer mucho al respecto!
Además de los sismos y las erupciones, el Poás tiene un secreto: siempre ha tenido magma superficial activo. Eso significa que es propenso a tener ciclos de erupciones recurrentes. Desde hace décadas, el volcán lleva así, con un magma moviéndose debajo de la corteza. Aunque la incandescencia (esos brillitos rojos que se ven en la boca del cráter) ha disminuido un poco, todavía hay restos de eso, como comentó el señor Moor. Es como si el volcán estuviera guardando energías para la próxima… ¡sorpresa!
Y ni hablar del lago del cráter. Después de que se secó casi por completo en abril y mayo, ahora está lleno de agua otra vez. Esto puede causar problemas, porque el agua caliente atrapada debajo del lago puede crear presión y provocar explosiones de vapor. Entonces, aunque parezca tranquilo, hay que estar atentos, porque el Poás siempre tiene algo preparado. Hay suficiente agua para generar presión debajo del lago y provocar explosiones, dicen los expertos. ¡Imagínate la sorpresa!
Entonces, viendo todo esto, me pregunto... ¿Nos hemos vuelto demasiado confiados con nuestros volcanes? ¿Deberíamos estar tomando medidas más estrictas para prepararnos ante posibles erupciones, o simplemente confiar en que los científicos saben lo que hacen y seguir disfrutando de las vistas del Poás?
Maarten de Moor, el vulcanólogo estrella del Ovsicori, nos aclaró que aunque ande moviéndose un poco, no hay motivo para alarmarse. “Es un numerito elevado de sismos, más de lo normal, pero no vemos cambios en otras cosas importantes, como los gases, cómo se deforma el suelo y qué tanto humo está soltando. Todo está más o menos calmado”, dijo el señor, tratando de tranquilizarnos a todos. Parece que el volcán solo está estirándose un poquito después de toda la bronca que tuvo el año pasado.
Ahora, ¿por qué andará temblando el Poás? Bueno, según Moor, hay dos posibilidades principales: o sí que le llegó una nueva inyección de magma calientito al sistema, o quizás son unas fallitas tectónicas que andan pasando cerca. Lo importante, recalca, es ver si otras cosas empiezan a moverse también. Si solo temblorones, pues no hay de qué preocuparse; si todo empieza a explotar, ahí sí que hay que echarle ojo.
Y hablando de explotar, justo después de esos sismos, el Poás mandó al aire una erupción freática el 6 de diciembre. Una columna de ceniza de unos 400 metros y unos balísticos volando por cinco minutos. Un espectáculo, pa' ponerle sabor a la vida. Pero, otra vez, los científicos insisten: no hay conexión directa entre los sismos y esa explosioncita. Dicen que fue una erupción aislada, como una pedacito de lo que pasó el año pasado, cuando el volcán realmente se puso a brincar.
Recordemos que el Poás ya dio muestras de actividad bastante intensa en el 2025, con erupciones comparables a las del 2017, aunque estas últimas han sido un poco menos peligrosas. Fue un episodio larguísimo, que se extendió por casi un año completo, y el volcán todavía no se decide a quedarse quieto. Es como un niño pequeño que no quiere dormir la siesta, ¡pero no podemos hacer mucho al respecto!
Además de los sismos y las erupciones, el Poás tiene un secreto: siempre ha tenido magma superficial activo. Eso significa que es propenso a tener ciclos de erupciones recurrentes. Desde hace décadas, el volcán lleva así, con un magma moviéndose debajo de la corteza. Aunque la incandescencia (esos brillitos rojos que se ven en la boca del cráter) ha disminuido un poco, todavía hay restos de eso, como comentó el señor Moor. Es como si el volcán estuviera guardando energías para la próxima… ¡sorpresa!
Y ni hablar del lago del cráter. Después de que se secó casi por completo en abril y mayo, ahora está lleno de agua otra vez. Esto puede causar problemas, porque el agua caliente atrapada debajo del lago puede crear presión y provocar explosiones de vapor. Entonces, aunque parezca tranquilo, hay que estar atentos, porque el Poás siempre tiene algo preparado. Hay suficiente agua para generar presión debajo del lago y provocar explosiones, dicen los expertos. ¡Imagínate la sorpresa!
Entonces, viendo todo esto, me pregunto... ¿Nos hemos vuelto demasiado confiados con nuestros volcanes? ¿Deberíamos estar tomando medidas más estrictas para prepararnos ante posibles erupciones, o simplemente confiar en que los científicos saben lo que hacen y seguir disfrutando de las vistas del Poás?
