Ay, mi gente, esto sí que fue bizarro. Resulta que el lunes pasado, en plena tarde tranquila de San Francisco de Heredia, recibimos una llamada al 9-1-1 que dejó a todos boquiabiertos: un señor de casi dos metros de altura, ¡sí, dos metros!, se había ido al piso en una fosa. Uno piensa, 'una fosa, qué más da', pero cuando te dicen que el tipo es como un poste de luz, ahí sí que la cosa cambia.
Imagínense la escena: Cruz Roja recibe la alerta a las 3:20 pm, y de inmediato se activa el protocolo completo. No es todos los días que te toca sacar a alguien de semejante tamaño de un agujero. Movilizaron a equipos de rescate, ambulancias con todo lujo de comodidades, hasta bravata de primer intervención, porque no era un chamuscón cualquiera. Según nos cuentan desde adentro, la profundidad de la fosa y el porte físico del individuo hicieron que las cosas se pusieran un poquito más retadoras de lo normal. Requiere de movimientos precisos, diay, sino el mae se hacía cosquillas.
Y claro, la pregunta que todos nos hacíamos era: ¿cómo sacamos a este gigante de allí? Pues parece que tuvieron que recurrir a técnicas especiales, que no son precisamente el pan de cada día, pero los profesionales de la Cruz Roja saben cómo resolver estos bretes. Nos comentaron que la coordinación fue clave, millimeter a millimeter, para evitar cualquier lesión adicional. Porque ya de por sí, caer en una fosa no es precisamente un paseo por el parque, máxime si eres alto como un edificio de tres pisos.
Después de un esfuerzo considerable, lograron extraerlo de la fosa y darle una checa completa en el lugar. Resultado: el pobre sujeto, que aparenta unos 35 años, necesitaba atención médica urgente, así que lo trasladaron al Hospital San Vicente de Paúl en Heredia. Por ahora está bajo supervisión, esperando que se recupere pronto y cuente su historia. Uno se queda pensando, ¿qué demonios estaba haciendo ese mae en una fosa?
Este tipo de incidentes, aunque suenen a cuento chino, nos recuerdan que siempre hay que estar pendientes de nuestro entorno. Un poquitito de cuidado nunca viene mal, especialmente en zonas de construcción, patios o cualquier espacio donde puedan existir peligros ocultos. Una caída así puede dejar secuelas graves, ¡y eso nadie quiere! La Cruz Roja nos lo recuerda constantemente: la seguridad es primordial, no hay que ir jugando con fuego, ni cayéndose en fosas.
Hablando de la Cruz Roja, hay que reconocerle el temple y la capacidad de respuesta que tienen. Estos rescatistas son unos cracks, siempre listos para atender cualquier emergencia, sin importar cuán extraña sea. Demuestran una vez más por qué son una institución invaluable para nuestra querida Costa Rica. Siempre ahí, salvando vidas y poniéndole el hombro a quien lo necesita, diay. Son el orgullo nacional, pura verdad.
Ahora bien, este caso me trae a la mente otros sucesos curiosos que hemos visto por acá. ¿Recuerdan aquel mae que se cayó en el río mientras tomaba selfies? O aquella señora que terminó en un semáforo después de perder el control de su carro? ¡El mundo es un circo, mi gente! Hay que reírnos un rato, pero también aprender la lección: estar atentos a lo que hacemos y no meter la pata.
En fin, esta historia del gigante heredeño nos deja varias reflexiones. Pero me pregunto, ¿ustedes creen que este incidente podría inspirar alguna película de terror ambientada en Costa Rica? Imaginen las posibilidades... ¡Sería una carga!
Imagínense la escena: Cruz Roja recibe la alerta a las 3:20 pm, y de inmediato se activa el protocolo completo. No es todos los días que te toca sacar a alguien de semejante tamaño de un agujero. Movilizaron a equipos de rescate, ambulancias con todo lujo de comodidades, hasta bravata de primer intervención, porque no era un chamuscón cualquiera. Según nos cuentan desde adentro, la profundidad de la fosa y el porte físico del individuo hicieron que las cosas se pusieran un poquito más retadoras de lo normal. Requiere de movimientos precisos, diay, sino el mae se hacía cosquillas.
Y claro, la pregunta que todos nos hacíamos era: ¿cómo sacamos a este gigante de allí? Pues parece que tuvieron que recurrir a técnicas especiales, que no son precisamente el pan de cada día, pero los profesionales de la Cruz Roja saben cómo resolver estos bretes. Nos comentaron que la coordinación fue clave, millimeter a millimeter, para evitar cualquier lesión adicional. Porque ya de por sí, caer en una fosa no es precisamente un paseo por el parque, máxime si eres alto como un edificio de tres pisos.
Después de un esfuerzo considerable, lograron extraerlo de la fosa y darle una checa completa en el lugar. Resultado: el pobre sujeto, que aparenta unos 35 años, necesitaba atención médica urgente, así que lo trasladaron al Hospital San Vicente de Paúl en Heredia. Por ahora está bajo supervisión, esperando que se recupere pronto y cuente su historia. Uno se queda pensando, ¿qué demonios estaba haciendo ese mae en una fosa?
Este tipo de incidentes, aunque suenen a cuento chino, nos recuerdan que siempre hay que estar pendientes de nuestro entorno. Un poquitito de cuidado nunca viene mal, especialmente en zonas de construcción, patios o cualquier espacio donde puedan existir peligros ocultos. Una caída así puede dejar secuelas graves, ¡y eso nadie quiere! La Cruz Roja nos lo recuerda constantemente: la seguridad es primordial, no hay que ir jugando con fuego, ni cayéndose en fosas.
Hablando de la Cruz Roja, hay que reconocerle el temple y la capacidad de respuesta que tienen. Estos rescatistas son unos cracks, siempre listos para atender cualquier emergencia, sin importar cuán extraña sea. Demuestran una vez más por qué son una institución invaluable para nuestra querida Costa Rica. Siempre ahí, salvando vidas y poniéndole el hombro a quien lo necesita, diay. Son el orgullo nacional, pura verdad.
Ahora bien, este caso me trae a la mente otros sucesos curiosos que hemos visto por acá. ¿Recuerdan aquel mae que se cayó en el río mientras tomaba selfies? O aquella señora que terminó en un semáforo después de perder el control de su carro? ¡El mundo es un circo, mi gente! Hay que reírnos un rato, pero también aprender la lección: estar atentos a lo que hacemos y no meter la pata.
En fin, esta historia del gigante heredeño nos deja varias reflexiones. Pero me pregunto, ¿ustedes creen que este incidente podría inspirar alguna película de terror ambientada en Costa Rica? Imaginen las posibilidades... ¡Sería una carga!
