¡Ay, Dios mío! Esto es de película, pero no de las buenas. Resulta que un nene de Siquirres pasó tres semanas sufriendo por culpa de un descuido monumental en el comedor de la escuela. La madre, Esther Vargas, está que trina buscando respuestas y exigiendo que alguien asuma la responsabilidad de lo que le pasó a su hijito. ¡Imagínate la bronca!
La movida se armó en la escuela Antonio Fernández Gamboa, allá por el 24 de julio. Según la señora Esther, su hijo, un chamaco tercero de primaria, agarró un vaso pensando que era agua, pero ¡sorpresa!, estaba lleno de cloro. Un despache tremendo, vamos. El pobre niño, con la pura sed, se zampó el químico sin pensar. Parece mentira que esto haya pasado a plena luz del día.
Al principio, la escuela solo le avisó a la madre que el niño tenía “dolor de estómago”, pero ni se imaginaron la magnitud del problema. “Me dijeron que lo enviáramos a casa, pero nunca me comentaron que había bebido cloro,” relata la señora Esther, visiblemente afectada. Al parecer, el muchacho les contó inmediatamente a los profes, pero tardaron un buen rato en reaccionar. ¡Qué carga!
La gota que derramó el vaso (con todo respeto) fue cuando el papá fue a buscarlo y, apenas salieron del patio, ¡zas!, el niño empezó a vomitar un líquido amarillento. Ahí fue cuando se dieron cuenta de la gravedad de la situación y corrieron al CAIS de Siquirres. El diagnóstico: intoxicación química. ¡Un susto de esos que te dejan temblando!
Y los resultados médicos, diay... Nada pretty. El nene salió del hospital con una inflamación severa en el hígado, niveles altos de potasio y la sangre alterada. Además, ahora necesita hacerse más exámenes para ver si quedaron secuelas permanentes. La señora Esther dice que ha gastado un dineral en medicinas y que sigue preocupada por la salud de su hijo. ¡Qué sal!
Pero lo peor de todo es que, según la madre, las cocineras responsables no han recibido ninguna sanción. Ni siquiera una regañadera. Una está pagada por el MEP y la otra por la Junta de Educación, y parece que nadie quiere asumir la responsabilidad. La señora Esther dice que le preguntó al director, y este le respondió con un “en eso estamos” que ya va por varios meses. ¡Qué torta!
“Lo que queremos es justicia,” enfatiza la señora Esther. “Si tiene que haber un despido, que lo hagan. Necesitamos que alguien se haga cargo de lo que le pasó a mi hijo.” Ella siente que el Estado no está haciendo su tarea y que las autoridades educativas están encubriendo el problema. Quiere que se investigue a fondo lo sucedido y que se tomen medidas para evitar que esto vuelva a pasarle a otro niño. Nadie merece pasar por esto, chunche.
Ahora, cuéntame, ¿tú qué piensas? ¿Cómo deberían actuar las autoridades educativas ante esta grave negligencia? ¿Crees que las cocineras deberían ser despedidas o sancionadas de alguna manera? ¡Déjanos tus comentarios en el foro y hagamos que esta voz se escuche fuerte!
La movida se armó en la escuela Antonio Fernández Gamboa, allá por el 24 de julio. Según la señora Esther, su hijo, un chamaco tercero de primaria, agarró un vaso pensando que era agua, pero ¡sorpresa!, estaba lleno de cloro. Un despache tremendo, vamos. El pobre niño, con la pura sed, se zampó el químico sin pensar. Parece mentira que esto haya pasado a plena luz del día.
Al principio, la escuela solo le avisó a la madre que el niño tenía “dolor de estómago”, pero ni se imaginaron la magnitud del problema. “Me dijeron que lo enviáramos a casa, pero nunca me comentaron que había bebido cloro,” relata la señora Esther, visiblemente afectada. Al parecer, el muchacho les contó inmediatamente a los profes, pero tardaron un buen rato en reaccionar. ¡Qué carga!
La gota que derramó el vaso (con todo respeto) fue cuando el papá fue a buscarlo y, apenas salieron del patio, ¡zas!, el niño empezó a vomitar un líquido amarillento. Ahí fue cuando se dieron cuenta de la gravedad de la situación y corrieron al CAIS de Siquirres. El diagnóstico: intoxicación química. ¡Un susto de esos que te dejan temblando!
Y los resultados médicos, diay... Nada pretty. El nene salió del hospital con una inflamación severa en el hígado, niveles altos de potasio y la sangre alterada. Además, ahora necesita hacerse más exámenes para ver si quedaron secuelas permanentes. La señora Esther dice que ha gastado un dineral en medicinas y que sigue preocupada por la salud de su hijo. ¡Qué sal!
Pero lo peor de todo es que, según la madre, las cocineras responsables no han recibido ninguna sanción. Ni siquiera una regañadera. Una está pagada por el MEP y la otra por la Junta de Educación, y parece que nadie quiere asumir la responsabilidad. La señora Esther dice que le preguntó al director, y este le respondió con un “en eso estamos” que ya va por varios meses. ¡Qué torta!
“Lo que queremos es justicia,” enfatiza la señora Esther. “Si tiene que haber un despido, que lo hagan. Necesitamos que alguien se haga cargo de lo que le pasó a mi hijo.” Ella siente que el Estado no está haciendo su tarea y que las autoridades educativas están encubriendo el problema. Quiere que se investigue a fondo lo sucedido y que se tomen medidas para evitar que esto vuelva a pasarle a otro niño. Nadie merece pasar por esto, chunche.
Ahora, cuéntame, ¿tú qué piensas? ¿Cómo deberían actuar las autoridades educativas ante esta grave negligencia? ¿Crees que las cocineras deberían ser despedidas o sancionadas de alguna manera? ¡Déjanos tus comentarios en el foro y hagamos que esta voz se escuche fuerte!
