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(Latín
Deus, Dios)
Término utilizado para denominar ciertas doctrinas con una tendencia de pensamiento y de crítica que se manifestaban en sí mismas, y que aparecieron principalmente en Inglaterra hacia finales del siglo diecisiete. Sin embargo, las doctrinas y la tendencia del deísmo no estuvieron solamente confinadas a Inglaterra, ni tampoco se circunscribieron a los más o menos setenta años durante los cuales fueron dados al mundo la mayoría de las producciones deísticas; un espíriritu similar de crítica se dirigió hacia la naturaleza y el contenido de las creencias religiosas tradicionales, y llevó a la substitución de éstas por un naturalismo racional que apareció durante el curso del pensamiento religioso. Hubo así deístas franceses, alemanes e ingleses; y también deístas paganos, judíos y musulmanes junto a deístas cristianos.
Debido al punto de vista individualista de la crítica independiente que adoptan, es difícil, si no imposible, clasificar en una escuela definida a los escritores representativos que contribuyeron a la literatura inglesa del deísmo, o el agrupar juntas las enseñanzas positivas contenidas en sus escritos como una expresión sistemática de una filosofía concordante. Los deístas fueron lo que actualmente serían llamados libre pensadores, nombre por el cual se les conocía frecuentemente; y sólo se pueden agrupar todos juntos en la actitud principal que adoptaron, esto es, en estar de acuerdo en liberar las restricciones de la enseñanza religiosa autoritaria a favor de una especulación libre y puramente racional. Muchos fueron francamente materialistas en sus doctrinas. Mientras que los pensadores franceses quienes subsecuentemente construyeron las bases usadas por los deístas ingleses fueron casi exclusivamente así; otros apoyaron sus contenidos con una crítica hacia la autoridad eclesiástica en el cómo enseñar la inspiración de las
Sagradas Escrituras, o el hecho de una revelación externa de verdad supernatural dada por
Dios al hombre. Todos ellos parecen coincidir en este último punto, aunque existe una considerable divergencia de método y de procedimiento que se puede observar en los escritos de los diferentes deístas. El deísmo, en todas sus manifestaciones, se oponía a las enseñanzas presentes y tradicionales de la religión revelada.
En Inglaterra, el movimiento deísta pareció ser una salida casi necesaria de las condiciones políticas y religiosas de la época y del país. El Renacimiento hizo desaparecer al
escolasticismo tardío y, con él, a la filosofía constructiva de la Edad Media. La
Reforma Protestante, en su abierta agitación contra la autoridad de la
Iglesia Católica, inauguró una lenta revolución en la que todas las pretensiones religiosas debían estar involucradas. La
Biblia, como sustituta de la
voz viva de la Iglesia; y la religión estatal, como sustituta del catolicismo, pudieron permanecer juntas un tiempo; pero, lógicamente, la mentalidad que las convierte en sustitutos no podía apoyarse confiadamente en ellas. El principio del juicio individual sobre asuntos de religión no llega aún a aceptar a la Biblia como la Palabra de Dios. Una oportunidad favorable le daría fuerza para impulsarla una vez más; pero de esa aceptación a desgano surge un nuevo examen de las Escrituras que resulta en un rechazo final de la misma. La nueva vida de las ciencias empíricas, la enorme expansión del horizonte físico en nuevos descubrimientos como los de la
astronomía y la geografía, la duda filosófica y el método racionalista de
Descartes, el empirismo de
Bacon, los cambios políticos de la época -todas estas cosas fueron factores que contribuyeron a la preparación y al orden de un estado sobre el cual un criticismo nivelado con la religión revelada tenían lugar para desarrollarse y jugar su papel con cierto grado de éxito. Y aunque los primeros ensayos del deísmo fueron algo velados e intencionalmente indirectos en sus ataques a la revelación, con la revolución y la libertad tanto civil como religiosa que fueron consecuencia de ello, con la diseminación del espíritu crítico y empírico ejemplificado en la filosofía de Locke, el momento ya estaba maduro para el desarrollo completo del caso en contra de la cristiandad tal como fue expuesto por la Iglesia Establecida y las sectas. La cuña del juicio privado llegó hasta la autoridad. Ya había dividido al
Protestantismo en un gran número de sectas en conflicto. Ahora, estaba intentando destruir la religión revelada llevándola a convertirse en cualquier cosa.
La tendencia deística pasó por una serie de fases más o menos definidas. Todas las fuerzas posibles se unieron en contra de su avance. Los Parlamentos tuvieron conocimiento del mismo. Algunas de las publicaciones de los deístas fueron quemadas públicamente. Los obispos y la curia de la Iglesia Establecida opusieron una fuerte resistencia. Por cada panfleto o libro escrito por un deísta, se ofrecieron al público varias "respuestas" para que sirvieran como antídotos. Los obispos dirigieron cartas pastorales a sus diócesis advirtiendo al público del peligro. El "Moderador" de Woolston provocó que el obispo de Londres emitiera no menos de cinco cartas pastorales. Todo aquello que fuera eclesiásticamente oficial y respetable, fue puesto en contra del movimiento, y los deístas fueron resistidos por un rechazo general en los términos más fuertes. Cuando los principios críticos y el espíritu del libro pensamiento se filtraron hacia las clases medias, cuando hombres como Woolston y Chubb se pusieron a escribir, se levantó una tormenta de anti-crítica. Como resultado, varios hombres cultos y educados se inclinaron hacia una mayor tolerancia religiosa. El "entendimiento y el ridículo" por el que el Conde de Shaftesbury hubiese comprobado todo, como lo hizo notar Brown acertadamente, no significó nada más que urbanidad y buenas costumbres. Pero bajo ningún concepto hubiera admitido Shaftesbury que él mismo era un deísta, excepto en el sentido en que el término es indistinto de teísta; y Herbert de Cherbury, por mucho el representante más culto del movimiento, fue el más moderado y el que menos se opuso a las enseñanzas de la Cristiandad.