Maes, paren todo un toque y pónganle atención a esta vara, porque se está cocinando algo que podría cambiar las reglas del juego para los fiebre de los motores en Tiquicia. Resulta que hay un proyecto de ley en la Asamblea Legislativa que busca, ni más ni menos, que autorizar las competencias de rally en nuestras carreteras. Sí, así como lo leen. ¡Qué tuanis suena eso, ¿verdad?! Imagínense un WRC pero versión tica, con los carros pasando a mil por hora por un tramo de lastre en Dota o por las curvas de Acosta. Como sacado de un videojuego, pero con olor a gallo pinto y café de fondo.
La iniciativa no es un arranque de nadie. Detrás de esto está la gente de la Asociación Organizadora de Rallies (AORA), que lleva años en este brete, y encontraron eco en la diputada liberacionista Rosaura Méndez para llevar la propuesta al Congreso. Según ellos, y tiene toda la lógica del mundo, el rallismo es una disciplina con más de cincuenta años en el país que se ha practicado medio a la zapa, en fincas privadas y caminos olvidados por Dios. La idea ahora es ordenar el chante, ponerle reglas claras y sacarle el jugo a un deporte que, bien manejado, podría ser una mina de oro para muchas zonas.
Y aquí es donde la vara se pone seria, porque no estamos hablando de cualquier pelagatos. Salieron a respaldar el plan figuras como Eduardo Corrales de AORA y, ojo al dato, Daniel Coen, que no solo es el presi del Automóvil Club de Costa Rica sino que además es el vicepresidente de la FIA para Norteamérica. ¡Qué nivel! El mae es un carga en el mundo motor y su argumento es simple y contundente: en todo el planeta se hace esto. Desde los Alpes franceses hasta los bosques de Finlandia, los rallies usan vías públicas con protocolos de seguridad más estrictos que los de la NASA. Coen básicamente dice que ya es hora de que Costa Rica se ponga al día y aproveche el potencial que tiene.
Diay, es que no es solo ver los chunchones pasar a toda mecha. Piensen en el impacto para las comunidades rurales. Un evento de estos mueve gente, pero en serio. Son los equipos, los mecánicos, los fiebres que van a ver, la prensa... Todos necesitan dónde dormir, qué comer, dónde echar gasolina. Imagínense el fiestón económico para un pueblo en la Zona de los Santos o en Guanacaste un fin de semana de rally: los hoteles llenos, las sodas vendiendo casados como si no hubiera un mañana, la pulpería haciendo el agosto. Se crearía brete temporal y se pondrían en el mapa lugares que hoy casi nadie visita. Sería turismo deportivo a cachete.
Claro, no empecemos a comprar cascos todavía. Siempre está el “pero”. Manrique Mata, una leyenda del rally tico, le puso el punto de balance. Él está totalmente de acuerdo, pero con una condición gigante: que se haga bien. Que sea en lugares alejados, con planes de seguridad impecables, donde no se ponga en riesgo ni a un alma, ni a los locales ni a los espectadores. Y tiene toda la razón. Una cosa es la emoción de la carrera y otra muy distinta es jalarse una torta por pura improvisación. El proyecto de ley busca precisamente eso: crear un marco legal para que todo esté amarrado y no se deje nada al azar. La pregunta del millón es si nuestros diputados entenderán la oportunidad o si la vara se irá al traste por miedos o burocracia.
Entonces, ¿qué me dicen ustedes, gente? ¿Le damos luz verde a esta vara? ¿Se imaginan las posibles rutas y el espectáculo, o más bien se imaginan el presón y los cierres de calle? ¿Es una idea Pura Vida o un futuro despiche en potencia? ¡Los leo en los comentarios!
La iniciativa no es un arranque de nadie. Detrás de esto está la gente de la Asociación Organizadora de Rallies (AORA), que lleva años en este brete, y encontraron eco en la diputada liberacionista Rosaura Méndez para llevar la propuesta al Congreso. Según ellos, y tiene toda la lógica del mundo, el rallismo es una disciplina con más de cincuenta años en el país que se ha practicado medio a la zapa, en fincas privadas y caminos olvidados por Dios. La idea ahora es ordenar el chante, ponerle reglas claras y sacarle el jugo a un deporte que, bien manejado, podría ser una mina de oro para muchas zonas.
Y aquí es donde la vara se pone seria, porque no estamos hablando de cualquier pelagatos. Salieron a respaldar el plan figuras como Eduardo Corrales de AORA y, ojo al dato, Daniel Coen, que no solo es el presi del Automóvil Club de Costa Rica sino que además es el vicepresidente de la FIA para Norteamérica. ¡Qué nivel! El mae es un carga en el mundo motor y su argumento es simple y contundente: en todo el planeta se hace esto. Desde los Alpes franceses hasta los bosques de Finlandia, los rallies usan vías públicas con protocolos de seguridad más estrictos que los de la NASA. Coen básicamente dice que ya es hora de que Costa Rica se ponga al día y aproveche el potencial que tiene.
Diay, es que no es solo ver los chunchones pasar a toda mecha. Piensen en el impacto para las comunidades rurales. Un evento de estos mueve gente, pero en serio. Son los equipos, los mecánicos, los fiebres que van a ver, la prensa... Todos necesitan dónde dormir, qué comer, dónde echar gasolina. Imagínense el fiestón económico para un pueblo en la Zona de los Santos o en Guanacaste un fin de semana de rally: los hoteles llenos, las sodas vendiendo casados como si no hubiera un mañana, la pulpería haciendo el agosto. Se crearía brete temporal y se pondrían en el mapa lugares que hoy casi nadie visita. Sería turismo deportivo a cachete.
Claro, no empecemos a comprar cascos todavía. Siempre está el “pero”. Manrique Mata, una leyenda del rally tico, le puso el punto de balance. Él está totalmente de acuerdo, pero con una condición gigante: que se haga bien. Que sea en lugares alejados, con planes de seguridad impecables, donde no se ponga en riesgo ni a un alma, ni a los locales ni a los espectadores. Y tiene toda la razón. Una cosa es la emoción de la carrera y otra muy distinta es jalarse una torta por pura improvisación. El proyecto de ley busca precisamente eso: crear un marco legal para que todo esté amarrado y no se deje nada al azar. La pregunta del millón es si nuestros diputados entenderán la oportunidad o si la vara se irá al traste por miedos o burocracia.
Entonces, ¿qué me dicen ustedes, gente? ¿Le damos luz verde a esta vara? ¿Se imaginan las posibles rutas y el espectáculo, o más bien se imaginan el presón y los cierres de calle? ¿Es una idea Pura Vida o un futuro despiche en potencia? ¡Los leo en los comentarios!