¡Ay, Dios mío! Resulta que una australiana, Tahlia Pritchard, quiso vivir una aventura en un festival de ideas peligrosas en Sídney, y salió más rayana que fogata en agosto. La muchacha se apuntó a una dinámica donde le hacían un tatuaje a ciegas, sin ni siquiera saber qué le iban a poner en el cuerpo. Pensó que sería bacán, un recuerdo loco de una noche memorable... ¡pero vaya marengo!
Según cuentan los cantones, FODI – Festival of Dangerous Ideas – promueve experiencias que te sacuden un poquito, te hacen salir de la rutina. La idea era entrar a un cubículo, confesar que confiabas en el tatuador anónimo y listo: arte al azar. El video de cómo se lo hacía se viralizó rapidísimo en Tik Tok, llegando a más de tres millones de vistas. Imagínate la emoción inicial, la adrenalina… hasta que vio el resultado final.
Y ahí llegó el susto. No una florcitas bonitas, ni un quote inspirador… no, señores. Le pusieron una calavera acompañada de un pajarito posado encima, justo en el tobillito derecho. Dicen que el diseño parecía obra de dos artistas distintos, como si le hubieran hecho el retrato y el pájaro por separado. ¡Imagínate irte tan feliz y terminar con eso! ¡Qué despiche!
La propia Tahlia relató que no tuvo absolutamente ningún contacto con el tatuador. Ni hablar de ver su rostro, discutir el diseño, o siquiera preguntar si le gustaba el estilo tribal o el realista. Reconoció que, al ver el tatuaje, experimentó “una montaña de emociones”. Al principio, por la ruca del momento, ni se dio cuenta, pero luego, al llegar a casa, empezó a buscar en Google cómo quitártelo con láser. Porque, vamos, a quien no le da cosita tener una calavera en el pie sin pedirsela.
Las redes sociales explotaron con los comentarios. “¡Uy, me agarraría depre!”, exclamó una usuaria. Otra agregó: “Hubiera pedido cita para quitarlo al toque”. Tahlia respondió que ya estaba buscando opciones de eliminación. Pero lo que realmente levantó polvareda fue que la muchacha no pagó ni un colón por el tatuaje. De paso, le puso un nombre: Bert. Sí, Bert, a la calavera. Como diciendo: ‘Bueno, Bert, ya somos parte de la vida uno del otro’.
Pero aquí viene la vuelta más sorprendente: ocho días después, anunció que no iba a borrarlo. Cambió totalmente de opinión. En una publicación, dijo que prefería conservar la chimba como está. Para ella, más allá de la estética, el tatuaje representa una historia que siempre podrá contar y que resume a la perfección el espíritu del festival: arriesgarse, explorar los límites y aceptar lo que la vida te tire encima, aunque sea una calavera con un pajarito.
Este caso nos hace pensar mucho, ¿verdad? ¿Hasta dónde estamos dispuestos a dejar que otros tomen decisiones por nosotros? ¿Es valiente o imprudente confiar ciegamente en extraños? Y hablando de confianza, ¿cree usted que esta moda de hacerse tatuajes a ciegas va a pegar por todos lados, o es solo una nota pasajera de esos festivales raritos?
A mí, sinceramente, me dejó pensando. Me pregunto si yo me lanzaría a eso. Imaginen la repercusión si terminara con la cara de Don Pepe figuroa estampada en mi espalda. ¡Ay, Dios! Ahora les dejo la pregunta abierta: Usted, ¿se haría un tatuaje a ciegas? ¿Cuál sería su límite? ¡Déjenme sus comentarios!
Según cuentan los cantones, FODI – Festival of Dangerous Ideas – promueve experiencias que te sacuden un poquito, te hacen salir de la rutina. La idea era entrar a un cubículo, confesar que confiabas en el tatuador anónimo y listo: arte al azar. El video de cómo se lo hacía se viralizó rapidísimo en Tik Tok, llegando a más de tres millones de vistas. Imagínate la emoción inicial, la adrenalina… hasta que vio el resultado final.
Y ahí llegó el susto. No una florcitas bonitas, ni un quote inspirador… no, señores. Le pusieron una calavera acompañada de un pajarito posado encima, justo en el tobillito derecho. Dicen que el diseño parecía obra de dos artistas distintos, como si le hubieran hecho el retrato y el pájaro por separado. ¡Imagínate irte tan feliz y terminar con eso! ¡Qué despiche!
La propia Tahlia relató que no tuvo absolutamente ningún contacto con el tatuador. Ni hablar de ver su rostro, discutir el diseño, o siquiera preguntar si le gustaba el estilo tribal o el realista. Reconoció que, al ver el tatuaje, experimentó “una montaña de emociones”. Al principio, por la ruca del momento, ni se dio cuenta, pero luego, al llegar a casa, empezó a buscar en Google cómo quitártelo con láser. Porque, vamos, a quien no le da cosita tener una calavera en el pie sin pedirsela.
Las redes sociales explotaron con los comentarios. “¡Uy, me agarraría depre!”, exclamó una usuaria. Otra agregó: “Hubiera pedido cita para quitarlo al toque”. Tahlia respondió que ya estaba buscando opciones de eliminación. Pero lo que realmente levantó polvareda fue que la muchacha no pagó ni un colón por el tatuaje. De paso, le puso un nombre: Bert. Sí, Bert, a la calavera. Como diciendo: ‘Bueno, Bert, ya somos parte de la vida uno del otro’.
Pero aquí viene la vuelta más sorprendente: ocho días después, anunció que no iba a borrarlo. Cambió totalmente de opinión. En una publicación, dijo que prefería conservar la chimba como está. Para ella, más allá de la estética, el tatuaje representa una historia que siempre podrá contar y que resume a la perfección el espíritu del festival: arriesgarse, explorar los límites y aceptar lo que la vida te tire encima, aunque sea una calavera con un pajarito.
Este caso nos hace pensar mucho, ¿verdad? ¿Hasta dónde estamos dispuestos a dejar que otros tomen decisiones por nosotros? ¿Es valiente o imprudente confiar ciegamente en extraños? Y hablando de confianza, ¿cree usted que esta moda de hacerse tatuajes a ciegas va a pegar por todos lados, o es solo una nota pasajera de esos festivales raritos?
A mí, sinceramente, me dejó pensando. Me pregunto si yo me lanzaría a eso. Imaginen la repercusión si terminara con la cara de Don Pepe figuroa estampada en mi espalda. ¡Ay, Dios! Ahora les dejo la pregunta abierta: Usted, ¿se haría un tatuaje a ciegas? ¿Cuál sería su límite? ¡Déjenme sus comentarios!