Ay, mi gente, ¿quién se esperaba tamaña polêmica? Laura Fernández, la candidata del Pueblo Soberano, encendió las alarmas –y las redes sociales– durante su visita a Pelando el Ojo. En medio de un ambiente cargado de expectativas, la señora soltó verdades que dejaron a más de uno boquiabierto, cuestionando, obviamente, la gestión de la ex presidenta Laura Chinchilla. De verdad, la cosa se puso candela rapidito.
Para ponerle contexto a la cosa, recordemos que las elecciones presidenciales están a la vuelta de la esquina, y la competencia está más reñida que nunca. Fernández viene buscando diferenciarse, pintándose como una alternativa fresca y, digamos, honesta, frente a otros candidatos que algunos ven como reciclaje político. Y vaya que lo logró, sacando a relucir puntos débiles del gobierno anterior que muchos habíamos guardado en el cajón. Diay, qué osadía, pero hay que reconocerlo, le pegó al quite.
“Un montón de cosas,” sentenció Fernández cuando le preguntaron qué no le gustaría ver repetido del legado de Chinchilla. No se anduvo con rodeos. Y siguió disparando: “El gabinete, los casos de corrupción... ¡Uf!”, declaró. Y no se quedó ahí, porque luego mencionó la ineficiencia generalizada y hasta el tristemente célebre avionetazo. Por si fuera poco, la vareta apuntó directamente a la figura de Celso Gamboa, exministro de Hacienda, generando aún más controversia entre los analistas políticos. Se puede decir que le dio con todo, dejando pocas migajas.
Pero lo que realmente levantó ampollas fue su crítica a proyectos gubernamentales que, según ella, fueron un fracaso rotundo. Particularmente mencionó el proyecto Hablemos del Limón Ciudad Puerto, un ambicioso plan para revitalizar la ciudad limonense que, hasta la fecha, se encuentra prácticamente abandonado. “Otro proyecto prometido… ¿dónde ve uno? Ni una piedra puesta,” lamentó, señalando la falta de resultados tangibles como un reflejo de la mala planificación y ejecución del gobierno anterior. Claramente, quiere demostrar que ella hará las cosas diferentes y con resultados concretos, eso lo entendemos todos.
Fernández aprovechó la oportunidad para resaltar sus orígenes humildes, construyendo una imagen de mujer cercana al pueblo. “Represento a miles de mujeres en Costa Rica, mamás, esposas, hijas, estudiantes, trabajadoras...”, afirmó, enfatizando su conexión con la realidad cotidiana de la población. Esa estrategia busca capitalizar el apoyo de votantes que buscan un liderazgo auténtico y comprometido con las necesidades básicas. Porque, seamos sinceros, mucha gente está cansada de promesas vacías y políticos desconectados de la calle.
La candidata también hizo hincapié en sus raíces familiares, presentando a su padre como un trabajador campesino que labró la tierra con esfuerzo y dedicación. “Mi papá no fue procurador ni diputado ni nada. Él es un hombre sencillo, ya pensionado, agricultor, ganadero pequeñito,” explicó, contrastando su trayectoria con la de políticos provenientes de familias tradicionales con influencia política. Quiere transmitir la idea de que ella no tiene privilegios ni atajos, sino que ha llegado hasta donde está gracias a su propio esfuerzo.
Con un cierre contundente, Fernández reafirmó su compromiso con sus principios y valores. “Así que esas son las cosas que a mí me distinguen y que me van a seguir distinguiendo por siempre,” concluyó, mostrando una actitud decidida y segura de sí misma. No parece estar dispuesta a ceder terreno en sus posturas ni a suavizar su discurso, incluso en plena campaña electoral. Eso demuestra temple, diríamos algunos. Ya saben, ella va ‘a pelar el ojo’ como le gusta decir, pero sin pelos en la lengua, vamos.
Ahora, mi gente, la pregunta del millón: ¿creen que la estrategia de Fernández de atacar frontalmente al gobierno de Chinchilla es efectiva para ganar votos, o terminará alejando a potenciales simpatizantes? ¿Será suficiente para diferenciarla del resto de la planilla y convencer al electorado de que representa un cambio real?
Para ponerle contexto a la cosa, recordemos que las elecciones presidenciales están a la vuelta de la esquina, y la competencia está más reñida que nunca. Fernández viene buscando diferenciarse, pintándose como una alternativa fresca y, digamos, honesta, frente a otros candidatos que algunos ven como reciclaje político. Y vaya que lo logró, sacando a relucir puntos débiles del gobierno anterior que muchos habíamos guardado en el cajón. Diay, qué osadía, pero hay que reconocerlo, le pegó al quite.
“Un montón de cosas,” sentenció Fernández cuando le preguntaron qué no le gustaría ver repetido del legado de Chinchilla. No se anduvo con rodeos. Y siguió disparando: “El gabinete, los casos de corrupción... ¡Uf!”, declaró. Y no se quedó ahí, porque luego mencionó la ineficiencia generalizada y hasta el tristemente célebre avionetazo. Por si fuera poco, la vareta apuntó directamente a la figura de Celso Gamboa, exministro de Hacienda, generando aún más controversia entre los analistas políticos. Se puede decir que le dio con todo, dejando pocas migajas.
Pero lo que realmente levantó ampollas fue su crítica a proyectos gubernamentales que, según ella, fueron un fracaso rotundo. Particularmente mencionó el proyecto Hablemos del Limón Ciudad Puerto, un ambicioso plan para revitalizar la ciudad limonense que, hasta la fecha, se encuentra prácticamente abandonado. “Otro proyecto prometido… ¿dónde ve uno? Ni una piedra puesta,” lamentó, señalando la falta de resultados tangibles como un reflejo de la mala planificación y ejecución del gobierno anterior. Claramente, quiere demostrar que ella hará las cosas diferentes y con resultados concretos, eso lo entendemos todos.
Fernández aprovechó la oportunidad para resaltar sus orígenes humildes, construyendo una imagen de mujer cercana al pueblo. “Represento a miles de mujeres en Costa Rica, mamás, esposas, hijas, estudiantes, trabajadoras...”, afirmó, enfatizando su conexión con la realidad cotidiana de la población. Esa estrategia busca capitalizar el apoyo de votantes que buscan un liderazgo auténtico y comprometido con las necesidades básicas. Porque, seamos sinceros, mucha gente está cansada de promesas vacías y políticos desconectados de la calle.
La candidata también hizo hincapié en sus raíces familiares, presentando a su padre como un trabajador campesino que labró la tierra con esfuerzo y dedicación. “Mi papá no fue procurador ni diputado ni nada. Él es un hombre sencillo, ya pensionado, agricultor, ganadero pequeñito,” explicó, contrastando su trayectoria con la de políticos provenientes de familias tradicionales con influencia política. Quiere transmitir la idea de que ella no tiene privilegios ni atajos, sino que ha llegado hasta donde está gracias a su propio esfuerzo.
Con un cierre contundente, Fernández reafirmó su compromiso con sus principios y valores. “Así que esas son las cosas que a mí me distinguen y que me van a seguir distinguiendo por siempre,” concluyó, mostrando una actitud decidida y segura de sí misma. No parece estar dispuesta a ceder terreno en sus posturas ni a suavizar su discurso, incluso en plena campaña electoral. Eso demuestra temple, diríamos algunos. Ya saben, ella va ‘a pelar el ojo’ como le gusta decir, pero sin pelos en la lengua, vamos.
Ahora, mi gente, la pregunta del millón: ¿creen que la estrategia de Fernández de atacar frontalmente al gobierno de Chinchilla es efectiva para ganar votos, o terminará alejando a potenciales simpatizantes? ¿Será suficiente para diferenciarla del resto de la planilla y convencer al electorado de que representa un cambio real?