¡Ay, Dios mío! Que bronca me da tener que escribir sobre esto, pero alguien tiene que hacerlo. El semáforo electoral sigue pintado de rojo, casi negro, y eso no marea ni a mosquitos. Parece que la gente le ha perdido el gusto a ir a votar, y si seguimos así, nos vamos a despertar con un país manejado por quien sabe quiénes...y no precisamente los que tienen el corazón en Costa Rica.
El artículo de Alejandro Urbina Gutiérrez puso el dedo en la llaga hace unos días, y la verdad, no se le puede echar una piedra. La apatía está tomando al vuelo, y la poca asistencia a las urnas es una señal preocupante. No es que la política tica sea un camino de rosas – ¡qué va!, ahí hay más espinas que flores– pero rendirnos no es la solución. Si pensamos que nuestro voto no cuenta, estamos regalándole el futuro a otros, y eso no está piola, man.
Lo que pasa es que muchos ya se han dicho 'pa' qué me esfuerzo', pensando que un voto no cambia nada. Pero si todos pensáramos así, estaríamos en un brete aún peor, ¿me entiendes? Imagínate un partido de fútbol donde nadie defiende la portería. ¿Quién ganaría? Pues, lo mismo pasa con nuestra democracia; necesita que la defendamos activamente, sacándonos de la pereza y corriendo a ejercer nuestro derecho.
Y no es solo cuestión de ir uno a votar. El llamado de Urbina Gutiérrez de llevar a tres amigos es oro puro. Imaginen el impacto si cada uno de nosotros lograra convencer a otras tres personas de hacer lo mismo. Serían dobles, triples, cuádruples votos, y eso sí que cambiaría el panorama. Piensen en sus familiares, sus compañeros de trabajo, esos amigos que siempre se quejan de la política pero nunca hacen nada al respecto. ¡Es momento de moverles!
Ahora bien, no podemos andar culpando solo al electorado. Los políticos también tienen su parte de responsabilidad. Promesas incumplidas, corrupción rampante, debates vacíos… todo eso contribuye a la desconfianza generalizada. Hay que exigirles más transparencia, más compromiso con el bienestar social, y menos cachivaches para quedar bien en las encuestas. ¡Eso ya está salado!
Pero ojo, señores, que la desesperanza no es una opción. Tenemos que creer que todavía podemos construir un país mejor, un país donde la voz del pueblo sea escuchada y respetada. No debemos caer en la tentación de decir “ya está, nomás dejémoslo así”. Eso sería admitir la derrota, y a los costarricenses no nos gusta perder, ¿verdad?
Además, pensemos en las nuevas generaciones. Si nosotros les enseñamos a ignorar el proceso democrático, ¿qué ejemplo les estamos dando? Estamos condenándolos a vivir en un país donde sus opiniones no importan, donde sus derechos pueden ser pisoteados. ¡Eso es un jale que no tenemos derecho a infligirles!
Así que, mi gente, llegó la hora de despertar. De dejar atrás la comodidad del sillón y salir a defender nuestra patria. No se duerman en los laureles, porque mientras tanto, otros están haciendo sus planes. ¿Ustedes creen que realmente hemos perdido la fe en el poder del voto, o estamos esperando el momento justo para demostrarle al mundo que Costa Rica aún tiene corazón y ganas de luchar por un futuro mejor?
El artículo de Alejandro Urbina Gutiérrez puso el dedo en la llaga hace unos días, y la verdad, no se le puede echar una piedra. La apatía está tomando al vuelo, y la poca asistencia a las urnas es una señal preocupante. No es que la política tica sea un camino de rosas – ¡qué va!, ahí hay más espinas que flores– pero rendirnos no es la solución. Si pensamos que nuestro voto no cuenta, estamos regalándole el futuro a otros, y eso no está piola, man.
Lo que pasa es que muchos ya se han dicho 'pa' qué me esfuerzo', pensando que un voto no cambia nada. Pero si todos pensáramos así, estaríamos en un brete aún peor, ¿me entiendes? Imagínate un partido de fútbol donde nadie defiende la portería. ¿Quién ganaría? Pues, lo mismo pasa con nuestra democracia; necesita que la defendamos activamente, sacándonos de la pereza y corriendo a ejercer nuestro derecho.
Y no es solo cuestión de ir uno a votar. El llamado de Urbina Gutiérrez de llevar a tres amigos es oro puro. Imaginen el impacto si cada uno de nosotros lograra convencer a otras tres personas de hacer lo mismo. Serían dobles, triples, cuádruples votos, y eso sí que cambiaría el panorama. Piensen en sus familiares, sus compañeros de trabajo, esos amigos que siempre se quejan de la política pero nunca hacen nada al respecto. ¡Es momento de moverles!
Ahora bien, no podemos andar culpando solo al electorado. Los políticos también tienen su parte de responsabilidad. Promesas incumplidas, corrupción rampante, debates vacíos… todo eso contribuye a la desconfianza generalizada. Hay que exigirles más transparencia, más compromiso con el bienestar social, y menos cachivaches para quedar bien en las encuestas. ¡Eso ya está salado!
Pero ojo, señores, que la desesperanza no es una opción. Tenemos que creer que todavía podemos construir un país mejor, un país donde la voz del pueblo sea escuchada y respetada. No debemos caer en la tentación de decir “ya está, nomás dejémoslo así”. Eso sería admitir la derrota, y a los costarricenses no nos gusta perder, ¿verdad?
Además, pensemos en las nuevas generaciones. Si nosotros les enseñamos a ignorar el proceso democrático, ¿qué ejemplo les estamos dando? Estamos condenándolos a vivir en un país donde sus opiniones no importan, donde sus derechos pueden ser pisoteados. ¡Eso es un jale que no tenemos derecho a infligirles!
Así que, mi gente, llegó la hora de despertar. De dejar atrás la comodidad del sillón y salir a defender nuestra patria. No se duerman en los laureles, porque mientras tanto, otros están haciendo sus planes. ¿Ustedes creen que realmente hemos perdido la fe en el poder del voto, o estamos esperando el momento justo para demostrarle al mundo que Costa Rica aún tiene corazón y ganas de luchar por un futuro mejor?