¡Ay, Dios mío! Parece que la cosa está más que amarrada. Las estadísticas no mienten, mi gente: el turismo, que es nuestro brete más grande, anda medio pachucho últimamente. Después de un 2024 que nos hizo sentir que íbamos a nadar en dólares, ahora tenemos que tragarnos la píldora amarga: bajón generalizado en la llegada de visitantes de Estados Unidos, Canadá y Europa.
Para ponerle pausa, estamos hablando de una contracción del 2,3% en el turismo durante los primeros ocho meses de este año. Y ojo que estos tres mercados, combinados, le dan al país alrededor del 83% de todos los turistas que vienen a gozar de nuestras playas, volcanes y selvas. Una cifra importante, diay, que no podemos ignorar fácilmente.
Y para que se hagan una idea clara de la magnitud de la cosa, desde Estados Unidos nos vinieron apenas 1.200.185 visitantes, eso sí, unos 31 mil menos que el año pasado. ¡Un golpe duro!, especialmente considerando que ese mercado siempre ha sido nuestro fiel amigo. De hecho, parece que el ritmo lento no es exclusivo de gringos: los canadienses, que también nos han dado la cara, sufrieron una caída aún más pronunciada, del 4,3%.
Pero no solo los nuestros andan en problemas. La vieja Europa tampoco ha venido con toda la energía de antes. Con 331.393 llegadas, estamos hablando de un retroceso del 5,6% en comparación con el año anterior. Aunque, hay que darle crédito, parece que el mercado europeo está mostrando tímidas señales de reactivación en el último mes, pero todavía lejos de recuperar el terreno perdido.
La forma en que la mayoría de estos turistas llegan al país, por avión, también reflejó la tendencia a la baja. Durante esos mismos ocho meses, aterrizaron 1.913.758 visitantes, lo que significa 40 mil menos que en 2024. Una pena, porque el transporte aéreo siempre ha sido nuestra principal puerta de entrada al mundo.
William Rodríguez, el capo del ICT, intentaba restarle importancia a la situación, atribuyendo la caída a factores globales como la incertidumbre económica mundial, los conflictos geopolíticos que tienen al planeta tenso y, cómo no, la desaceleración en la demanda internacional de viajes. Ya saben, la bronca es global, y nosotros somos parte de ella. Pero, vamos a ser honestos, hay cosas que podemos hacer a nivel local para mejorar el panorama.
Muchos analistas creen que la dependencia excesiva de pocos mercados es nuestro talón de Aquiles. Dependemos demasiado de que Estados Unidos, Canadá y Europa tengan ganas de viajar, y si allá la cosa está fea, aquí también lo está. Necesitamos diversificar nuestros esfuerzos, buscar nuevos mercados en Asia, Latinoamérica y otras regiones. Invertir en promoción y marketing en otros países, ofrecer productos turísticos innovadores y adaptados a diferentes gustos… Hay mucho que hacer, mi gente.
En fin, la situación no es pintoresca, pero tampoco irreversible. Tenemos que ponernos las pilas, ser creativos y trabajar duro para atraer nuevamente a los turistas. Porque al final del día, el turismo es vital para nuestra economía y para el bienestar de miles de familias costarricenses. Ahora bien, ¿creen que es momento de replantearnos totalmente nuestra estrategia de promoción turística y apostar por mercados emergentes, o deberíamos enfocarnos en fortalecer los lazos con nuestros socios tradicionales?
Para ponerle pausa, estamos hablando de una contracción del 2,3% en el turismo durante los primeros ocho meses de este año. Y ojo que estos tres mercados, combinados, le dan al país alrededor del 83% de todos los turistas que vienen a gozar de nuestras playas, volcanes y selvas. Una cifra importante, diay, que no podemos ignorar fácilmente.
Y para que se hagan una idea clara de la magnitud de la cosa, desde Estados Unidos nos vinieron apenas 1.200.185 visitantes, eso sí, unos 31 mil menos que el año pasado. ¡Un golpe duro!, especialmente considerando que ese mercado siempre ha sido nuestro fiel amigo. De hecho, parece que el ritmo lento no es exclusivo de gringos: los canadienses, que también nos han dado la cara, sufrieron una caída aún más pronunciada, del 4,3%.
Pero no solo los nuestros andan en problemas. La vieja Europa tampoco ha venido con toda la energía de antes. Con 331.393 llegadas, estamos hablando de un retroceso del 5,6% en comparación con el año anterior. Aunque, hay que darle crédito, parece que el mercado europeo está mostrando tímidas señales de reactivación en el último mes, pero todavía lejos de recuperar el terreno perdido.
La forma en que la mayoría de estos turistas llegan al país, por avión, también reflejó la tendencia a la baja. Durante esos mismos ocho meses, aterrizaron 1.913.758 visitantes, lo que significa 40 mil menos que en 2024. Una pena, porque el transporte aéreo siempre ha sido nuestra principal puerta de entrada al mundo.
William Rodríguez, el capo del ICT, intentaba restarle importancia a la situación, atribuyendo la caída a factores globales como la incertidumbre económica mundial, los conflictos geopolíticos que tienen al planeta tenso y, cómo no, la desaceleración en la demanda internacional de viajes. Ya saben, la bronca es global, y nosotros somos parte de ella. Pero, vamos a ser honestos, hay cosas que podemos hacer a nivel local para mejorar el panorama.
Muchos analistas creen que la dependencia excesiva de pocos mercados es nuestro talón de Aquiles. Dependemos demasiado de que Estados Unidos, Canadá y Europa tengan ganas de viajar, y si allá la cosa está fea, aquí también lo está. Necesitamos diversificar nuestros esfuerzos, buscar nuevos mercados en Asia, Latinoamérica y otras regiones. Invertir en promoción y marketing en otros países, ofrecer productos turísticos innovadores y adaptados a diferentes gustos… Hay mucho que hacer, mi gente.
En fin, la situación no es pintoresca, pero tampoco irreversible. Tenemos que ponernos las pilas, ser creativos y trabajar duro para atraer nuevamente a los turistas. Porque al final del día, el turismo es vital para nuestra economía y para el bienestar de miles de familias costarricenses. Ahora bien, ¿creen que es momento de replantearnos totalmente nuestra estrategia de promoción turística y apostar por mercados emergentes, o deberíamos enfocarnos en fortalecer los lazos con nuestros socios tradicionales?