¡Ay, Dios mío, pura vida! Imagínate esto: un perrito French Bulldog, tan consentido como cualquier mascota de aquí, sale con un inquilino inesperado... ¡un gusano gigante del riñón! Sí, así como lo escuchaste. Un hallazgo que ha sacudido a la comunidad científica tica y centroamericana, y que nos deja pensando qué rayos está pasando en nuestros ecosistemas.
Resulta que este 'gusano gigante', conocido científicamente como Dioctophyme renale, apareció en agosto del año pasado en un can de apenas tres añitos. Al principio, sus dueños pensaron que era una simple gripe canina, con fiebres, vómitos y toda la onda. Lo llevaron al veterinario, quien detectó unas anomalías en los riñones durante un ultrasonido. Ahí salió a relucir la figura de este parásito de casi media docena de centímetros, como una lombriz que decidió mudarse a un lugar muy peculiar.
Lo más impresionante de todo es cómo lograron identificarlo. No fue tarea fácil, mi pana. Los expertos – un team multidisciplinario de la UCR, TEC y la Escuela de Medicina Veterinaria San Francisco de Asís – tuvieron que recurrir a análisis super complejos. Imagínate, ¡tuvieron que mandar muestras a Corea del Sur para secuenciar el ADN del bichito! Hablamos de Fabián Villegas, Montserrat Barquero, Roberto Olivares y varios más, todos metidos hasta el cuello buscando respuestas.
Según el Dr. Josué Campos, especialista en parasitología del Laboratorio de Patología Veterinaria, el caso fue completamente “incidental”. Es decir, el pobre perrito no tenía nada especial, simplemente anduvo con mala suerte. Las pruebas revelaron trombocitopenia (baja cantidad de plaquetas), problemas renales, y luego, la necropcia confirmó lo inevitable: ¡el gusano gigante estaba allí!
Para llegar al diagnóstico definitivo, se necesitó material genético de Argentina, ya que aquí en Costa Rica no teníamos referencia alguna. La comparación de ADN, junto con la secuenciación en Corea, permitió confirmar que efectivamente se trataba de Dioctophyme renale. Parece ciencia ficción, pero es nuestra realidad, parcero. Todo este proceso, meticulosamente documentado, finalmente fue publicado en una revista científica internacional, poniendo a Costa Rica en el mapa por este descubrimiento único.
Ahora bien, ¿cómo se contagió el perro? Ahí radica el misterio. Los científicos sospechan que hay condiciones ambientales locales que permiten que este parásito prospere. Se cree que involucra oligoquetos (gusanos pequeños) como intermediarios y peces o ranas como transportistas. Incluso, la presencia de animales salvajes como coyotes o gatos monteses podría estar facilitando su propagación. ¡Qué panorama, diay!
Aunque no hay riesgo de contagio directo entre humanos y animales, los expertos advierten sobre el consumo de pescado, rana u otros animales acuáticos crudos o poco cocidos. ¡Ojo con esos patacones de pescado de la esquina!, porque nunca se sabe qué podrían estar escondiendo. En resumen, es importante mantener los esquemas de desparasitación en nuestras mascotas y visitar al veterinario regularmente; esas son las medidas clave para evitar futuros sustos y que esto no se convierta en una verdadera preocupación nacional. Recuerden, la prevención es la mejor medicina, ¡y eso lo sabemos nosotros, los ticos!
Este hallazgo nos hace reflexionar sobre la importancia de cuidar nuestros ecosistemas y estar atentos a las señales que nos dan los animales. Con tanta deforestación y cambio climático, quién sabe qué más sorpresas nos aguardan. Entonces, te pregunto, mi pana: ¿crees que deberíamos tomar medidas más drásticas para proteger nuestros ríos, lagunas y humedales, o estamos jugando a esperar lo peor?
Resulta que este 'gusano gigante', conocido científicamente como Dioctophyme renale, apareció en agosto del año pasado en un can de apenas tres añitos. Al principio, sus dueños pensaron que era una simple gripe canina, con fiebres, vómitos y toda la onda. Lo llevaron al veterinario, quien detectó unas anomalías en los riñones durante un ultrasonido. Ahí salió a relucir la figura de este parásito de casi media docena de centímetros, como una lombriz que decidió mudarse a un lugar muy peculiar.
Lo más impresionante de todo es cómo lograron identificarlo. No fue tarea fácil, mi pana. Los expertos – un team multidisciplinario de la UCR, TEC y la Escuela de Medicina Veterinaria San Francisco de Asís – tuvieron que recurrir a análisis super complejos. Imagínate, ¡tuvieron que mandar muestras a Corea del Sur para secuenciar el ADN del bichito! Hablamos de Fabián Villegas, Montserrat Barquero, Roberto Olivares y varios más, todos metidos hasta el cuello buscando respuestas.
Según el Dr. Josué Campos, especialista en parasitología del Laboratorio de Patología Veterinaria, el caso fue completamente “incidental”. Es decir, el pobre perrito no tenía nada especial, simplemente anduvo con mala suerte. Las pruebas revelaron trombocitopenia (baja cantidad de plaquetas), problemas renales, y luego, la necropcia confirmó lo inevitable: ¡el gusano gigante estaba allí!
Para llegar al diagnóstico definitivo, se necesitó material genético de Argentina, ya que aquí en Costa Rica no teníamos referencia alguna. La comparación de ADN, junto con la secuenciación en Corea, permitió confirmar que efectivamente se trataba de Dioctophyme renale. Parece ciencia ficción, pero es nuestra realidad, parcero. Todo este proceso, meticulosamente documentado, finalmente fue publicado en una revista científica internacional, poniendo a Costa Rica en el mapa por este descubrimiento único.
Ahora bien, ¿cómo se contagió el perro? Ahí radica el misterio. Los científicos sospechan que hay condiciones ambientales locales que permiten que este parásito prospere. Se cree que involucra oligoquetos (gusanos pequeños) como intermediarios y peces o ranas como transportistas. Incluso, la presencia de animales salvajes como coyotes o gatos monteses podría estar facilitando su propagación. ¡Qué panorama, diay!
Aunque no hay riesgo de contagio directo entre humanos y animales, los expertos advierten sobre el consumo de pescado, rana u otros animales acuáticos crudos o poco cocidos. ¡Ojo con esos patacones de pescado de la esquina!, porque nunca se sabe qué podrían estar escondiendo. En resumen, es importante mantener los esquemas de desparasitación en nuestras mascotas y visitar al veterinario regularmente; esas son las medidas clave para evitar futuros sustos y que esto no se convierta en una verdadera preocupación nacional. Recuerden, la prevención es la mejor medicina, ¡y eso lo sabemos nosotros, los ticos!
Este hallazgo nos hace reflexionar sobre la importancia de cuidar nuestros ecosistemas y estar atentos a las señales que nos dan los animales. Con tanta deforestación y cambio climático, quién sabe qué más sorpresas nos aguardan. Entonces, te pregunto, mi pana: ¿crees que deberíamos tomar medidas más drásticas para proteger nuestros ríos, lagunas y humedales, o estamos jugando a esperar lo peor?
