Balo Gomez
El 16 de septiembre de 2012 cerca de
Santa Cruz, Guanacaste
AHORA QUE MI HERMANO PEDRO CANTILLO HABLO DEL CINE ADELITA, ME ACORDE DE ESTA HISTORIA QUE ESCRIBI HACE MUCHOS AÑOS PARA UN PERIODICO LOCAL, DISFRUTENLA, VIERA COMO DISFRUTO YO TRANSPORTALOS EN EL TIEMPO.
EL CINE ADELITA
Mi hermano del alma, Pedro Cantillo ( Maleta ) y yo, éramos monaguillos por aquel entonces, el Cura Luis Urain ( no sé exactamente si su apellido se escriba así y qDdg) era un español con un acento muy marcado, bueno, como todos los gallegos que nos llegaron al pueblo en aquellos días de calles polvorientas en el verano y barréales en el invierno; era un cura algo serio y bravo además, lo que el no sabía era que mi hermano y yo teníamos convenio con Esquipulitas, el patrono de mi pueblo, y este, benévolamente, nos invitaba todos los domingos al matiné, y como no le bastaba con darnos ese placer, por que él nunca se cansa de ayudar a la gente, también nos daba para los confites, en total, nuestro negro milagroso nos dejaba coger de la limosna, cinco colones por domingo; que negro más alcahueta.
Cuando eran la una de la tarde ya estabamos en el parque, el cine Adelita quedaba diagonal a esa esquina, tenía un balcón bien amplio y una puerta espaciosa resguardada cual prisión por una puerta de hierro; llegábamos temprano por que a veces las filas eran inmensas, era normal, no había más diversión en los años setenta en Santa Cruz, la otra diversión que existía era tomar guaro, pero ya habíamos cometido demasiados pecados a nuestra corta edad como para ponernos desde güilas en esa sinvergüenzada; entrando al cine estaba Peñita, su cara redonda y sus bigotes blancos me hacía pensar que era mal encarado, con los años pude comprobar que aquel hombre que de niño me vendía confites, no era nada refunfuñón, ya adentro éramos vigilados seriamente por la Muda , garrote en mano se paseaba por los pasillos a fin de que ninguno posara sus pies en la butaca del frente, y mucho menos, golpeara la parte de afuera de los asientos que era de lata, el problema para ella era que no escuchaba, pero veía más de la cuenta, cuando apagaban la luz por que la función iba a empezar, el alboroto de los güilas era tremendo, aquello era el juicio como diría Cresencio Aguirre, ah, y Dios guarde se rompiera la cinta, el alboroto era peor, cuando había un beso en la pantalla, se escuchaban los suspiros, cuando el bueno aparecía para castigar al malo, aplausos, cuando el malo se jalaba su chanchada, silbidos, y cuando aparecían injusticias, lágrimas; tengo vivos los recuerdos de cada domingo que fui al matiné, tengo claro que no volverán, por que ahora todo el mundo tiene sistema de cable en la casa, o tienen DVD o van a un Mall y se sientan en una sala de cine muy cómoda con sistema surround y cuando sale el León de la Metro Golden Mayer parece que le va agarrar los ruedos a uno, y no me opongo a todo eso, al contrario, soy de los que adora el progreso y no entiendo a la gente retrograda, pero les juro que extraño esos días de domingo para ir al cine, que extraño esas noches de joven que fui con mi novia, extraño los madrasos que le pegaron a Chepe Marín cuando se le reventó la cinta, extraño a la muda, extraño ese morbo de adolescente jugando de hombre para que me dejaran entrar a ver una película pornográfica, me hacen falta los confites de Peñita, los nancites que comíamos y el dolor de panza posterior, extraño hasta el fuerte olor del miadero del cine Adelita, pero estoy consciente de que si aquel incendio no lo hubiese devorado, los tiempos modernos si lo hubieran hecho; ahora no me queda más que adaptarme a ellos, alquilar una película o poner HBO, Cine Max o E Entertaiment Televisión, pero quisiera que en la oscuridad de la sala de mi cine privado, que alguien se largue un buen pedo y reírme a carcajadas al punto de llorar.