Dolarizar es un disparate
Dolarizar es muy inoportuno
Juan Manuel Villasuso
El candidato del Movimiento Libertario Otto Guevara anunció, durante la presentación del programa electoral de su partido, que en un eventual gobierno suyo promoverá la dolarización de la economía costarricense. Indicó que lo haría por medios legislativos o convocando a un referendo. Este planteamiento de Guevara, de vieja data entre los neoliberales, es coherente con su visión ideológica, que procura dejar al Estado sin herramientas con las cuales intervenir los mercados para corregir sus fallas, y para buscar una distribución más equitativa del ingreso y la riqueza.
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En general, las propuestas libertarias pretenden que el Estado renuncie a sus instrumentos de política pública para que sean los mercados quienes tomen las decisiones económicas. ¡Sacrosantos mercados de competencia pura y perfecta que solo existen en su imaginación! Pero en este caso, sin embargo, la propuesta tiene connotaciones muy diferentes.
Si bien la iniciativa intenta despojar al Estado costarricense de una prerrogativa fundamental, no lo hace para que la oferta y la demanda determinen la cantidad de dinero, el precio de las divisas extranjeras o el poder adquisitivo de los billetes, sino con el fin de que sean funcionarios de otra nación, la que tiene el dólar como moneda propia, los que asuman esos deberes. Así de sencillo y alarmante.
Dolarizar significa la desaparición definitiva del colón y la adopción del dólar como unidad monetaria oficial. Significa que el Banco Central de Costa Rica ya no podrá cumplir sus tareas como emisor y regulador de la oferta de dinero. Esas responsabilidades la asumiría el Banco de Reserva Federal de los Estados Unidos.
Aunque somos críticos de muchas medidas adoptadas por los jerarcas del Banco Central, especialmente el manejo de las tasas de interés durante la presente crisis, y hemos formulado cuestionamientos en cuanto al actual régimen cambiario, estamos convencidos de que la política económica debe ser definida por autoridades costarricenses que respondan por sus decisiones en forma transparente ante los ciudadanos. Dejar en manos de Ben Bernanke o de la junta directiva del Banco de Reserva Federal estadounidense nuestro futuro monetario nos parece un despropósito. Las decisiones que se tomen en esa institución siempre responderán a los intereses de ese país y no del nuestro. Y esas decisiones, sobre las que no podremos opinar, afectarán a nuestros hogares, empresas, e instituciones.
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Aducir imperfecciones en el sistema de bandas cambiarias no es razón suficiente para lanzar por la borda nuestra institucionalidad. Sería como pedirle a otro gobierno que envíe sus policías para garantizarnos protección contra la delincuencia, porque el Ministerio de Seguridad Pública no cumple su cometido a cabalidad.
Tampoco es justificación el que tres países vecinos se hayan dolarizado, todos ellos en circunstancias particulares. Panamá nació dolarizado y su propio alumbramiento explica la razón. El Salvador, gobernado por Arena, tuvo motivaciones ideológicas similares a las del Movimiento Libertario. Y en Ecuador, el presidente Jamil Mahuad propició un salvataje de bancos privados quebrados que provocó una inflación incontrolable, y luego dolarizó para tratar de remediar la situación.
Pero la dolarización, además de ser un disparate desde el punto de vista de nuestra vigencia republicana y el ejercicio democrático, también es inoportuna e inconveniente desde una óptica económica. Ya lo veremos la próxima semana.
Dolarizar es muy inoportuno
Ante las pretensiones de dolarizar la economía costarricense, formuladas por el candidato presidencial del Movimiento Libertario Otto Guevara, afirmé la semana pasada en esta columna, que eso era un despropósito y un disparate. El argumento es simple. La conducción de la economía de un país no es un asunto técnico, sino político porque las decisiones de política pública afectan el ingreso y el bienestar de las personas, con consecuencias para todos: trabajadores, empresarios, consumidores, inversionistas, ahorrantes, etc. Es por eso que esas decisiones fiscales, monetarias, comerciales y cambiarias deben ser transparentes y estar bajo el escrutinio de los ciudadanos.
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Dolarizar nuestra economía, o lo que es lo mismo, eliminar definitivamente el colón como moneda y establecer el dólar como única divisa en el país, conlleva la renuncia a una función esencial del Estado costarricense: la emisión y regulación monetaria. El Banco Central ya no tendría razón de ser, porque esas atribuciones las asumirían los funcionarios del Banco de Reserva Federal de los Estados Unidos, que son los responsables de la circulación del dólar.
Las implicaciones negativas de la propuesta de dolarizar son evidentes. Los costarricenses ya no decidiríamos sobre las cuestiones monetarias, estaríamos expuestos a los designios de los jerarcas bancarios de otro país, cuyos intereses no son los nuestros, y no podríamos exigir transparencia ni ejercer ningún tipo de control democrático sobre sus resoluciones.
Pero también indiqué la semana pasada que la dolarización era inoportuna e inconveniente desde el punto de vista económico. Veamos por qué es inoportuna.
Primero, porque en las actuales circunstancias de la economía mundial, el dólar se ha venido devaluando paulatinamente. En el último año ha reducido su valor en aproximadamente un 10% respecto al euro. Eso significa que adoptaríamos una divisa que cada vez tiene menor poder de compra de productos europeos, con quienes estamos negociando un tratado de libre comercio. Algo similar ocurriría con otros socios comerciales cuyas monedas se han revaluado.
Segundo, porque el dólar como moneda de reserva internacional está siendo fuertemente criticado, y se escuchan voces de peso que proponen un nuevo instrumento monetario que lo sustituya. El máximo jerarca del Banco Central de China, Zhou Xiaochuan, lidera las peticiones para reemplazar al dólar. Autoridades de otras naciones, como India, Rusia y Brasil también han afirmado que “el dólar no está cumpliendo su función como referente mundial y es en parte responsable por la inestabilidad económica global”. ¿Cuál sería el futuro del dólar y de los países dolarizados si se modificara la arquitectura monetaria mundial?
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Un tercer elemento que hace inoportuna la adopción del dólar son los cambios que se están produciendo en el sistema financiero estadounidense, cuyas repercusiones aun no conocemos y que responden mayormente a las críticas hechas a la conducción del Banco de Reserva Federal, especialmente durante la época de Alan Greenspan, que ha reconocido que se equivocó en sus actuaciones. ¿Queremos tener mayor exposición a los errores de los jerarcas de la Fed o preferimos que sean nuestros funcionarios los que nos rindan cuentas; además de tener una moneda propia que nos permita mitigar, por la vía cambiaria, esos desaciertos?
Frente a estas realidades la propuesta libertaria de dolarizar la economía nacional resulta, francamente, muy inoportuna.