Mi caso con las cordales fue medio complicado. Yo ni cuenta me había dado de las condenadas hasta que un día sentí que se me dormía por ratos el lado derecho de la cara, me llevaron donde el médico y me hicieron exámenes y unas radiografías y el médico hasta pálido se puso cuando me explico lo que pasaba, la derecha estaba oprimiendo un nervio que tiene que ver con el movimiento y la sensación en la cara y la izquierda una arteria que debería pasar debajo de la lengua pero en mi caso pasa al lado de la encía.
Me mandaron con referencia al Hospital México para operármelas y según yo sería cosa de un rato pero apenas llegué me mandaron a poner trapos verdes y en lugar de odontología me subieron a quirófano. Yo ya veía la cosa fea y más cuando un médico me explico que me iban a operar, que tenían que desmontarme la quijada y desprenderme toda la piel que cubre la quijada de abajo y lo peor es que me lo hicieron con anestesia local pues al estar un nervio de por medio tenían que comprobar que no perdiera sensibilidad. La maldita anestesia nunca funcionó y yo sentí cuando me pasaron el bisturí por la encía, me tuvieron que quitar un trozo de hueso, sacaron la maldita cordal y me volvieron a coser la piel a la quijada, es decir, puntadas desde donde sacaron la cordal siguiendo el arco de la quijada hasta llegar a la otra cordal. Luego me pusieron unos puntos entre la encía de abajo y la de arriba para que le diera apoyo a la piel que habían vuelto a coser.
Duré una maldita semana rabiando del dolor, comiendo gelatina y Gerber disuelto en agua y lavándome la boca a puro Listerine. Lo peor de todo fue que todo el proceso lo repitieron 6 meses despues para sacarme la otra cordal, la única diferencia fue que en lugar de coserme la boca me pusieron una especie de bozal metálico durante una semana para evitar que la quijada se quebrara pues me habían tenido que quitar un gran pedazo de hueso.