Buenas, JorgeF
El argumento que planteo es que Pablo no habla abiertamente contra la esclavitud. Y, parece, queda demostrado y usted no lo discute.
A partir de ahí, podemos solo imaginar las causas de que Pablo no criticara la esclavitud. Usted argumenta que Pablo aconseja a los esclavos que sigan siendo esclavos y muetren su humanidad para que sea el propio amo quien los libere.
Tiene varios problemas ya explicados arriba.
Una vez convertidos los amos al cristianismo, Pablo es su autoridad (obispo). Y, como dice en la propia Biblia, aunque podría ordenar al amo que liberase a los esclavos, no lo hace.
Primer problema.
Pablo no tendría ningún problema porque el amo popía liberar esclavos sin enfrentarse la Imperio si seguía el proceso legal y correspondiente. Pablo, de nuevo no anima a que lo siga. Solo apela a una ambigua llamada moral a que vea al esclavo como humano. Esto, por cierto, no es nuevo.
Lucio Anneo Séneca, coetáneo de Saulo de Tarso, anima a tratar a los esclavos como humanos y no como bestias... pero no reniega de que sigan siendo esclavos. Es decir, muchos romanos ya eran llamados a tratar a sus esclavos como humanos gracias al estoicismo pero eso no implicaba que dijeran que los liberaran. Pablo, obviamente, sigue este curso de acción.
Se puede argumentar que, como cristiano convertido y judío sometido al imperio (cuidado porque Saulo poseía la ciudadanía romana además de ser judío) lo que quería era acabar con la esclavitud. Sio esto fuera así, el protocristianismo posterior y los primeros padres de la Iglesia hubieran estado conta la esclavitud una vez que hubiera cogido el poder que Constatino els dio con su Edicto al hacerles Religio Licita y posteriormente ser declarado el crstianismo religión oficial del imperio.
¿Ocurrió eso?
No. Los primeros padres de la iglesia y todo el cristianismo oficial hasta el siglo VIII abogaron teológica y pragmáticamente por seguir con la esclavitud cuando ya poco o nada tenían que temer del imperio. En el colmo de los colmos, basandose en la teología paulina y agustianana de la vida en el otros reino y en este, fundamentaron teológicamente la existencia y permenencia y bondad de la esclavitud.
Por tanto, no me parece una intepretación histórica muy acertada decir que solo por razones económicas Pablo no quiso oponerse a la esclavitud. Puede ser una actitud muy romántica, pero que tiene muchos flecos que no hay por donde coger.
Podemos dejar algunos datos sobre los padres de la igleisa y cómo veían la esclavitud hasta el siglo VIII (con el cristianismo siendo religión oficial), dos siglos después del fin "oficial" imperio romano.
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El cristianismo fue declarado religio lícita con el edicto de Milán en el 313 y religión oficial del Imperio de Occidente y de Oriente con el edicto de Tesalónica, en el 380, prohibiendo por el camino el paganismo, destruyendo sus templos y persiguiendo sus prácticas. Desde San Pablo, que sentó doctrina sobre el tema de la esclavitud, hasta estas fechas, la política oficial de las comunidades cristianas no cambió sustancialmente. En el siglo II tenemos que la esclavitud o no preocupa mucho o los pronunciamientos oficiales son favorables a ella. Todo un padre de la Iglesia como Tertuliano, por ejemplo, no tiene empacho en asegurar que la esclavitud es connatural al orden de este mundo y no duda en comparar a los esclavos con malos espíritus. Orígenes (185-253) aplaude la esclavitud judía de 6 años, pero no aconseja a los cristianos que la imiten. Gregorio de Nisa aplaude a su vez la manumisión y la liberación, pero se refiere a la liberación del pecado, no del amo, aunque es casi el único que cuestiona la institución. Así, al final del siglo III, en el canon V del concilio de Elvira (hacia el 300), siendo las actas más antiguas que se conservan, se establece una jerarquía de pecados o delitos. En aquellos tiempos y dentro de sus propia escala de valores, que se matase a un esclavo en un momento de furia no conllevaba un pena de por vida, al contrario que otros actos que hoy consideraríamos más leves que quitar la vida a alguien.
Entrando en los siglos IV y V, uno de los padres de la Iglesia más importantes, Agustín de Hipona (san Agustín), encuentra en la idea del pecado original la justificación de la existencia de la esclavitud, ya que el hombre puede someter a otro hombre y asegura que eso no se ha realizado sin la voluntad de Dios. En su libro La ciudad de Dios, la esclavitud se convierte entonces en una especie de castigo para el inicuo como pago a sus maldades. Llega a decir, incluso: «Cristo no hizo libres de los esclavos, sino esclavos buenos de los eslavos malos», idea que tiene plena coherencia con su otra idea del origen de la pobreza: «Dios hizo al pobre para probar al rico, y creó al rico para probarle por medio del pobre. Todas las cosas las ha hecho Dios rectamente. Y si no podemos comprender su consejo porque hace una cosa de un modo y otra de otro, es bueno para nosotros que nos sometamos a su sabiduría y que creamos que hizo bien, aunque no comprendamos por qué lo hizo».
San Agustín también dice esto en el capítulo XV: «A la verdad que es preferible ser esclavo de un hombre que de una pasión, pues vemos lo tiránicamente que ejerce su dominio sobre el corazón de los mortales la pasión de dominar, por ejemplo. Mas en ese orden de paz que somete unos hombres a otros, la humildad es tan ventajosa al esclavo como nociva la soberbia al dominador. Sin embargo, por naturaleza, tal como Dios creó al principio al hombre, nadie es esclavo del hombre ni del pecado. Empero, la esclavitud penal está regida y ordenada por aquella ley que manda conservar el orden natural y prohíbe perturbarlo. Si no se obrara nada contra esta ley, no habría que castigar nada con esa esclavitud. Por eso, el Apóstol aconseja a los siervos el estar sometidos a sus amos y servirles de corazón y de buen grado. De modo que, si sus dueños no les dan libertad, tornen ellos, en cierta manera, libre su servidumbre, no sirviendo con temor falso, sino con amor fiel hasta que pase la iniquidad y se aniquilen el principado y la potestad humana y sea Dios todo en todas las cosas».
Se ha defendido que para san Agustín, por encima de todo, está la igualdad de todos los hombres y que esa igualdad es ley natural, que es el estado ideal del hombre.
Sí y no. De nuevo, creemos que existe una plena confusión que no tiene en cuenta el pensamiento agustiniano ni paulino en el que se basa.
San Agustín, como Pablo, habla de igualdad en la otra vida (la otra vida es la ciudad de Dios), no en esta, la del pecado (que es la ciudad de los Hombres o del Diablo). Hay dos leyes naturales distintas aplicables a ciudades distintas. Así, en la ciudad de Dios (o cuando llegue el Reino de Dios), todos los hombres serán iguales porque es la ley de esa vida, pero en esta vida (la de los Hombres, la del Diablo, la vida del pecado), rige la ley natural que Dios dio para esa Ciudad de Hombres desde que el hombre pecó (vida de pecado que sólo acabará con la llegada del Reino) y por causa de éste, los hombres no son ni serán iguales por mandato de Dios, el cual es incapaz de injusticia. Por tanto, si en este mundo de pecado, en esta ciudad de Hombres, del Diablo, Dios considera que debe de existir la esclavitud, que nadie levante su voz contra Dios ni su mandato, con lo que Agustín justifica plenamente la esclavitud en esta vida recomendando, además, aceptarla con amor.
Otro padre de la Iglesia que también comparte esta idea de la pobreza como justicia de Dios es Juan Crisóstomo, que nos dice en una de sus homilías: «¿Y qué perdón, dime, qué defensa tendrás si vienes a condenar inicuamente el orden universal por la aparente anomalía de la riqueza y la pobreza? Y es así que si examinamos esa cuestión veremos que, más que otra cosa, la pobreza y la riqueza demuestran claramente la pro¬videncia de Dios. Suprimamos la pobreza y habremos minado la vida por su base, la vida entera quedará destruida». Sin embargo, cuando de pasad menta la esclavitud, leemos: «Dar al pobre es dar a Dios. Poned a Dios al mismo nivel que vuestros esclavos; si vosotros concedéis mediante testamento la libertad a vuestros esclavos, libertad a Cristo del hambre, de la necesidad, de la cárcel, de la desnudez».
Juan estableció muchas normas de buen comportamiento (padres con hijos, hijos con padres, esclavos con amos, amos con esclavos… -Sobre la vanagloria, la educación de los hijos y el matrimonio-), pero en ninguna parte podemos ver un alegato claro contra el esclavismo. Sin embargo, muchos lo ven en la frase anterior, pero Juan, como gran admirador de Pablo que era y todo cristiano sabe, acoge su misma visión y su misma separación entre esta vida y aquella. Nuevamente, analizado en el contexto adecuado, lo único que hace es ensalzar la condición de pobreza, situándola como condición divina, y predicando un mejor trato al esclavo, no su liberación, la cual llegará en la otra vida.
De nuevo se establece que Juan Crisóstomo, como quería lo mejor para el prójimo, también querría la abolición de la esclavitud. No podemos asegurar históricamente eso, amén que tampoco quería la igualdad y el buen trato con todos, por más que predicara el buen comportamiento, las buenas maneras, ya que también dijo: «El portal de la casa es el límite de la mujer honesta», catalogando posteriormente a la mujer (que sí, sería igual en todo cuando llegara el Reino) como débil, incapaz e inferior física a intelectualmente, por lo que no puede tener los mismos derechos.
Subrayando esto, tenemos la visión de todo un obispo como Teodoro de Mopsuestia, quien asegura que la esclavitud no es óbice para llevar una vida virtuosa y que las diferencias sociales son de origen divino. Por su parte, Ambrosio, el Doctor de la Iglesia, establece que el régimen esclavista es perfectamente compatible con la sociedad cristiana, donde todo está debidamente jerarquizado.
Ya en el siglo VII, la esclavitud siguió poniéndose más dificultosa. San Isidoro (El último de los padres de la iglesia, o así lo catalogan) dijo esto: «A causa del pecado del primer hombre, Dios ha infligido la pena de la servidumbre al género humano: a aquellos a los que no conviene la libertad les ha otorgado misericordiosamente la servidumbre. Y aunque el pecado original ha sido borrado para todos los fieles por la gracia del bautismo, no obstante Dios, el justo, ha repartido entre los hombres dos géneros de vida distintos, haciendo que unos sean esclavos y otros amos, de manera que la propensión de los esclavos a hacer el mal sea refrenada por el poder de sus amos» (Sentencias III, 47).
Hasta este siglo, sólo podemos encontrar un cuestionamiento de la legitimidad de la institución con Gregorio de Nisa (y contextualizado como lo hemos hecho más arriba). La inmensa mayoría de los padres de la Iglesia, sin embargo, en una tradición que vino desde San Pablo y que se extendió a todo el mundo cristiano, opinaban de la esclavitud como hemos visto más atrás, siendo la postura oficial de la Iglesia, que es la que nos ocupa.
De hecho, con la legalización del cristianismo y con Constantino en el poder, habiendo aceptado la nueva religión plenamente la esclavitud, en el canon tercero del Concilio de Granges de mediados del siglo IV («Si alguien, bajo pretexto de piedad, indujese al esclavo a despreciar a su patrono y abandonar su servicio en vez de sometérsele de buen grado y con toda reverencia, sea anatema») y refrendado en el canon 47 del 2º Concilio de Braga («si alguien por motivo religioso enseña a un esclavo ajeno a despreciar a su señor y apartarse de su servicio, sea reprendido durísimamente»).
El emperador Constantino redacta una ley en el 319 que anula las disposiciones del emperador Adriano cuando establece que no es delito la muerte de un esclavo a manos de su amo cuando le está castigando. En el 326 la refrenda con estas palabras «Cuando tal incidencia motive que el esclavo sea azotado por su amo resultando de ello la muerte de aquél, sea el amo exento de culpa, ya que se hizo tratando de prevenir un mal mayor y de corregir al esclavo. En estos asuntos, en que interesa al amo la defensa de su potestad íntegra, es nuestra voluntad que no se investigue si el castigo fue infligido con voluntad de dar muerte a un ser humano o por accidente; en cualquier caso será declarado inocente del homicidio si éste ocurrió como consecuencia del correctivo doméstico normal; pero si durante esta disciplina necesaria, la fatalidad quiso que el esclavo falleciera, no teman los amos ningún género de investigación".
La iglesia guarda silencio al respecto de esta legislación y sobre otras leyes que empeoraban esa situación.
Otro ejemplo antes de Constantino era la relación sexual entre una mujer libre y un esclavo. Antes significaba la esclavización de la mujer. Sin embargo, Constantino decreta el 29 de mayo de 326 que, con efectos inmediatos, la mujer fuese decapitada y que el esclavo fuese quemado vivo. En el 331, legisla que hay esclavitud a perpetuidad de los niños abandonados, al contrario que el emperador Trajano, que lo prohibió taxativamente. En 332 se declara legal torturar a los esclavos en el curso de un proceso.
Lo que sí hace la Iglesia es presionar para que se le reconozca el derecho a la manumisión de esclavos. La manumisión no era invención cristiana. Ya en la antigua Grecia se hacía, así como en Roma, y de una forma masiva.
Estos esclavos eran mejor tratados en general, aunque quien lo hiciera debía tener ciertas riquezas, retomando así la costumbre pagana. También se establece en los concilios de Orleáns del año 511 y de Clichy del 626, que se exija a los amos a los que se les devolvía esclavos (como Pablo hizo con Onésimo), que jurasen que no los matarían o torturarían. También consiguió el derecho de asilo, pero era un derecho del que se intentaba excluir a los esclavos, ya que (opinaban los próceres cristianos) «Hay que acabar absolutamente con esta práctica perniciosa, para que no parezca que la institución cristiana invade la propiedad ajena o resulta subversiva del orden público».
Como vemos, con modificaciones, el sistema se mantiene y la Iglesia lo apoya. De hecho, al no alzar la voz contra él incluso desde el poder y cuando para hacer una ley, ya se tenía que tener en cuenta las disposiciones de la Iglesia (y era realmente complicado hacer leyes sin escucharla), el tema de la esclavitud sigue su curso. Pese a que algunas disposiciones conciliares, repetimos, intentan mejorar la situación del esclavo, la realidad de la existencia de la institución y que no hubiese una condena explícita torna la situación del esclavo más cruda.
En el siglo VI y VII ya no hay excusa poderosa para que el cristianismo alzara la voz contra la esclavitud y la desigualdad de los hombres.
¿Se empieza a hablar contra el esclavismo?
No. Incluso es en el siglo VI-VII, basado en el código Justiniano, la Lex Visogothorum, cuando se recogen más leyes acerca de la esclavitud, leyes que fueron las bases jurídicas que llegaron hasta el descubrimiento de América. Destaca tanto el número como su calidad: eran muy, muy malas. Los esclavos son rebajados a la categoría de bestias, sus castigos van desde golpes, pasando por mutilaciones hasta la muerte (la excepción fue Chindasvinto -siglo VIII-, que prohibió el asesinato de esclavos, pero seguía permitiendo palizas hasta el punto de muerte, incluyendo mutilaciones en miembros, cara y torso y la venta de esclavos que tengan menos de 14 años -hasta el siglo IX-).
La iglesia, como hemos visto, justificó la esclavitud y también se sirvió de ella. Desde el comienzo mismo de la Edad Media, fue la institución que más esclavos poseyó. En el XVI Concilio de Toledo, en su canon V, leemos «que la iglesia que poseyere diez o más esclavos tenga a su frente un sacerdote, y la que no llegare a diez esclavos se agregue a otras iglesias». Esos esclavos venían de donaciones, herencias, aprovechamiento de la ley que permitía hacer esclavos a niños abandonados -e incluso a hijos nacidos de padres clérigos- y compra (muchas veces a judíos), una compra reflejada en varias cartas papales. Es más; a su vez, los colonos vieron que su situación era cada vez peor, pasando progresivamente a la servidumbre y terminando siendo esclavizados en los reinos germánicos.
¿Cómo era la vida de estos esclavos de la iglesia?
Dispar. Algunos vivían mejor que los libertos, pero el trato que se les daba era igual de bueno o malo que los de los demás. Se sabe que en XI Concilio de Toledo (675), se prohibió a los obispos mutilar a los siervos de la Iglesia, a los cuales maltrataban algunas veces por casos tan estúpidos como culpar al esclavo de una enfermedad, ya que creía que le había echado una maldición. Aunque este caso es extremo, da una idea de lo generalizado que estaba el maltrato en la Iglesia. Incluso algunos concilios tuvieron que ponerle límite.
Ni que decir tiene que los esclavos tenían vedada la entrada a las órdenes religiosas, al contrario que en las sociedades protocristianas, donde los esclavos también tuvieron derechos en el plano religioso, cosa que cambió en el siglo III. El papa Esteban ya legisló contra la admisión de esclavos y León I criticó la ordenación de sacerdotes «que no vengan recomendados por un linaje idóneo». «Personas que no pudieron obtener la libertad de parte de sus señores acaban ocupando el alto puesto del sacerdocio como si un vil esclavo fuera digno de tal honor». Ya en el siglo V se nos dice que «Doble reato hay en esto -admitir un esclavo-: se mancha el ministerio sagrado con la vileza de semejante consorcio y se conculcan los derechos del dueño con temeraria e ilícita usurpación».
Todas esas disposiciones, a veces más duras, a veces más blandas, se sucedieron en el tiempo hasta la desaparición de la esclavitud, tema que ya no ocupa este ensayo.
De todas formas, parece ser que la desaparición del esclavismo estuvo motivada por la aparición de la maquinaria, la cual era más rentable que la manutención de esclavos. También influyó indirectamente al realizarse una transición del sistema esclavista al de servidumbre que comenzó con las manumisiones.
No dudo de que muchas personas creyentes tuvieran una visión distinta de la esclavitud y fueran proclives a eliminarla. Afirmar lo contrario sería ir contra el sentido común, como sería ir contra el sentido común afirmar que muchos romanos y muchos griegos y muchos habitantes de muchas partes del mundo no estuvieran también contra ella. Seguramente existieron, pero aquí supongo que hablamos de la posición oficial del cristianismo, cuya no confrontación con el sistema esclavista, teniendo el poder de erradicarla o no, es más que palpable hasta que se produjo un cambio en el sistema económico.
Saludos.