En el silencio sepulcral de la Semana Santa, un eco retumba en los pasillos de la Iglesia Católica, un recordatorio de las sombras que se esconden detrás de las estatuas y los vitrales. No, no estamos hablando de la resurrección milagrosa, sino de un tema que persiste en el olvido: la pederastia en la Iglesia.
Mientras muchos se preparan para celebrar, otros no pueden olvidar.
Desde Australia hasta España, pasando por Irlanda y Bélgica, las historias se entrelazan en un patrón desolador de abusos y encubrimientos. En Australia, una investigación reveló que 4.400 menores fueron abusados sexualmente, y en Irlanda, más de 1.300 sacerdotes fueron acusados, pero apenas una fracción ha sido condenada. Bélgica y Alemania también tienen sus propios relatos de horror, con cientos de víctimas y acusados, pero una respuesta institucional que, a menudo, parece más enfocada en el olvido que en la justicia.
Y luego está España, donde se ha levantado el velo sobre una historia de abusos que se ha extendido durante décadas. Con una base de datos que detalla cientos de casos, la investigación ha sacado a la luz las acciones de obispos y sacerdotes más interesados en proteger la imagen de la institución que en atender el sufrimiento de los inocentes.
Algunos han sido trasladados, otros encubiertos, pero la pregunta persiste: ¿cuántos más hay?
En esta Semana Santa, mientras algunos procesionan y otros oran, quizás deberíamos preguntarnos:
¿Quién llevará la cruz de aquellos a quienes se les ha robado la inocencia?
¿Y cuánto tiempo más permanecerá la Iglesia en su propio sepulcro de negación y silencio?
Mientras muchos se preparan para celebrar, otros no pueden olvidar.
Desde Australia hasta España, pasando por Irlanda y Bélgica, las historias se entrelazan en un patrón desolador de abusos y encubrimientos. En Australia, una investigación reveló que 4.400 menores fueron abusados sexualmente, y en Irlanda, más de 1.300 sacerdotes fueron acusados, pero apenas una fracción ha sido condenada. Bélgica y Alemania también tienen sus propios relatos de horror, con cientos de víctimas y acusados, pero una respuesta institucional que, a menudo, parece más enfocada en el olvido que en la justicia.
Y luego está España, donde se ha levantado el velo sobre una historia de abusos que se ha extendido durante décadas. Con una base de datos que detalla cientos de casos, la investigación ha sacado a la luz las acciones de obispos y sacerdotes más interesados en proteger la imagen de la institución que en atender el sufrimiento de los inocentes.
Algunos han sido trasladados, otros encubiertos, pero la pregunta persiste: ¿cuántos más hay?
En esta Semana Santa, mientras algunos procesionan y otros oran, quizás deberíamos preguntarnos:
¿Quién llevará la cruz de aquellos a quienes se les ha robado la inocencia?
¿Y cuánto tiempo más permanecerá la Iglesia en su propio sepulcro de negación y silencio?