Esposita complaciente
ANÓNIMO
Hola a todos de nuevo. Ya les he mencionado que me gusta escribir, por lo tanto, quisiera compartirles mi texto. Me cuentan qué tal les parece.
El objeto del deseo…
Mi trabajo me permite estar en constante exposición. Recorro los pasillos pavoneándome, exhibiéndome, percibiendo las miradas que me perforan la carne y fijan sus ojos en mi presencia. Me gusta ignorarlos, simular que no existen, gravitar por el mundo sin determinar su existencia.
La vista es mi mejor sentido, así que me resulta muy fácil determinar la fascinación que provoco. No quiero parecer petulante al pensar que quedan hipnotizados al verme; creo que en el fondo es la combinación de lo que perciben con mi seguridad lo que los termina de atraer. Disfruto ser el centro de atención, formar parte del escrutinio público. Estoy convencida de que en otra vida fui una puta de escaparate en el Barrio Rojo, donde los transeúntes se detenían a verme, no el culo ni las tetas, sino mi mirada… Mis ojos logran exponer mis pensamientos, mis deseos y, mejor aún, mis anhelos.
Día tras día selecciono mi presa. No me rijo por ningún parámetro definido ni una planificación desmesurada; creo que depende más de: mi estado de ánimo, lo perra que me sienta, la influencia del clima o de lo mojada que me encuentre para poder incursionar en el mundo de la seducción. Estiro cada uno de mis órganos, tal como si llevara a cabo un calentamiento… Es un ejercicio que acelera mis latidos y me muestra lista para una “función”, para desempeñar un papel que estoy dispuesta a cumplir, por mí, por vos, por los dos.
Cada vez que aparezco sube el telón. Es común que utilice mi voz para atraerte; mi actitud desafiante e inaprensible se despliega en todo su esplendor… Casi puedo sentir cómo concretizás tus miradas en cada parte de mi ser: me descubrís, me desnudás, me recorrés, pretendés despojarme de mi vitrina, de la barrera que nos limita y aleja… Pero no podés. Es imposible que me contengás. Añorás mi captura, embotellarme, introducirme en el embudo de tu cuerpo; pero me alejo y resguardo, inalcanzable para vos.
¿Por qué seguís pensándome? Alimentás mi poder con tus añoranzas, con la captura de mis demonios… ¿Cuál es la motivación que te mueve el querer seducirme? ¿No has comprendido que nunca podrás poseerme? En el fondo creo que lo sabés; quizás por eso guardás la esperanza y te nutrís de mi narcisismo para vivenciarlo. Si te susurro lentamente al oído, puedo detectar cómo se eriza tu piel, cómo se incorpora tu miembro y acelero tus palpitaciones; inclusive, solo con el roce de mis dedos puedo manipularte… Sin embargo, es así como lo deseás: tan cerca pero tan lejos como podamos estar.
Ahora bien, debo concretizar nuestros encuentros, los cuales han sido planificados, como todo, una y otra vez… ¿Qué harás cuando me tengás por completo? ¿Cogerme? No será suficiente. Necesito un acto sublime de penetración. No quiero orgasmos insulsos y mortales; necesito que atravesés con bríos mis miedos, mis limitaciones, que desflorés intempestivamente toda mi decencia, y que al final, rasgués mi ser.
Quiero ensalivarte, ungirte con mis fluidos… Lentamente usaré mi lengua para esparcirlos. Ansío llevarlo a cabo de forma minuciosa, sin presiones, desenvueltos y libres al fin. Añoro atrapar las sensaciones, los trances en los que con tu semen damos crecimiento al río Nilo, rindiéndole homenaje a Atum. Es el momento en que debemos iniciar las lupercales, para que me persigás cual ninfa solícita y rebosante… Castigame con tus cueros, atame con tus tentáculos, taladrá mis recovecos y mostralos sangrantes, sedientos y vivos.
Es hora de honrar a los dioses en nombre de la fertilidad. Renacé, exhibime, aprovechá cada latido de mis sienes para postrarte ante mí y dentro de mí; sucumbí a los movimientos involuntarios de mis secretos, esparcí mi orgasmo por toda la casa de manera fluctuante y entrecortada… Convertime en la felatriz que resurge del misterio de tus añoranzas. Estoy lista para obedecer tus perversos planes en este instante o en el mañana; no tengo prisa: disfruto el preámbulo como lo he hecho hoy, como lo hice ayer, como lo haré siempre…
La vista es mi mejor sentido, así que me resulta muy fácil determinar la fascinación que provoco. No quiero parecer petulante al pensar que quedan hipnotizados al verme; creo que en el fondo es la combinación de lo que perciben con mi seguridad lo que los termina de atraer. Disfruto ser el centro de atención, formar parte del escrutinio público. Estoy convencida de que en otra vida fui una puta de escaparate en el Barrio Rojo, donde los transeúntes se detenían a verme, no el culo ni las tetas, sino mi mirada… Mis ojos logran exponer mis pensamientos, mis deseos y, mejor aún, mis anhelos.
Día tras día selecciono mi presa. No me rijo por ningún parámetro definido ni una planificación desmesurada; creo que depende más de: mi estado de ánimo, lo perra que me sienta, la influencia del clima o de lo mojada que me encuentre para poder incursionar en el mundo de la seducción. Estiro cada uno de mis órganos, tal como si llevara a cabo un calentamiento… Es un ejercicio que acelera mis latidos y me muestra lista para una “función”, para desempeñar un papel que estoy dispuesta a cumplir, por mí, por vos, por los dos.
Cada vez que aparezco sube el telón. Es común que utilice mi voz para atraerte; mi actitud desafiante e inaprensible se despliega en todo su esplendor… Casi puedo sentir cómo concretizás tus miradas en cada parte de mi ser: me descubrís, me desnudás, me recorrés, pretendés despojarme de mi vitrina, de la barrera que nos limita y aleja… Pero no podés. Es imposible que me contengás. Añorás mi captura, embotellarme, introducirme en el embudo de tu cuerpo; pero me alejo y resguardo, inalcanzable para vos.
¿Por qué seguís pensándome? Alimentás mi poder con tus añoranzas, con la captura de mis demonios… ¿Cuál es la motivación que te mueve el querer seducirme? ¿No has comprendido que nunca podrás poseerme? En el fondo creo que lo sabés; quizás por eso guardás la esperanza y te nutrís de mi narcisismo para vivenciarlo. Si te susurro lentamente al oído, puedo detectar cómo se eriza tu piel, cómo se incorpora tu miembro y acelero tus palpitaciones; inclusive, solo con el roce de mis dedos puedo manipularte… Sin embargo, es así como lo deseás: tan cerca pero tan lejos como podamos estar.
Ahora bien, debo concretizar nuestros encuentros, los cuales han sido planificados, como todo, una y otra vez… ¿Qué harás cuando me tengás por completo? ¿Cogerme? No será suficiente. Necesito un acto sublime de penetración. No quiero orgasmos insulsos y mortales; necesito que atravesés con bríos mis miedos, mis limitaciones, que desflorés intempestivamente toda mi decencia, y que al final, rasgués mi ser.
Quiero ensalivarte, ungirte con mis fluidos… Lentamente usaré mi lengua para esparcirlos. Ansío llevarlo a cabo de forma minuciosa, sin presiones, desenvueltos y libres al fin. Añoro atrapar las sensaciones, los trances en los que con tu semen damos crecimiento al río Nilo, rindiéndole homenaje a Atum. Es el momento en que debemos iniciar las lupercales, para que me persigás cual ninfa solícita y rebosante… Castigame con tus cueros, atame con tus tentáculos, taladrá mis recovecos y mostralos sangrantes, sedientos y vivos.
Es hora de honrar a los dioses en nombre de la fertilidad. Renacé, exhibime, aprovechá cada latido de mis sienes para postrarte ante mí y dentro de mí; sucumbí a los movimientos involuntarios de mis secretos, esparcí mi orgasmo por toda la casa de manera fluctuante y entrecortada… Convertime en la felatriz que resurge del misterio de tus añoranzas. Estoy lista para obedecer tus perversos planes en este instante o en el mañana; no tengo prisa: disfruto el preámbulo como lo he hecho hoy, como lo hice ayer, como lo haré siempre…