tomado de:
http://www.nacion.com/ln_ee/2006/noviem ... 85472.html
En uno de sus célebres discursos, monseñor Víctor Sanabria, hablando a la Confederación Costarricense del Trabajo “Rerum Novarum”, el 1.° de mayo de 1945 pronunció las inolvidables frases: “Yo no estoy ni a la izquierda, ni a la derecha, ni en el centro, en el sentido en que suele emplearse esta palabra. Yo estoy donde está la Iglesia, y la Iglesia está fuera y por encima del centro, de la izquierda, de la derecha, de la izquierda de la derecha, de la derecha de la izquierda. Lo Iglesia no tiene más orientación que esta: ‘Sursum’, hacia arriba”. Era su defensa ante quienes cuestionaban su apoyo irrestricto a la legislación social y a la libertad sindical en nuestro país. Sesenta y un años después, la Conferencia Episcopal de Costa Rica, convocada por la Comisión de Asuntos Internacionales de la Asamblea Legislativa, aclara su posición ante el TLC con los EE. UU. Sus frases de hoy evocan las de Sanabria: “Los obispos no estamos ni en contra ni a favor ni al margen del TLC, sino sobre el TLC, para iluminar con criterios que faciliten un análisis objetivo y desapasionado, superando lo puramente ideológico y los intereses personales y grupales y pensando en lo que favorezca el bien común y la paz social de Costa Rica”.
Una incorrecta lectura de este texto interpretaría la frase “sobre el TLC” como un salto evasivo al nivel de la vida eterna. Su sentido es completamente otro. Igual que el visionario arzobispo de los años cuarenta, nuestros actuales obispos reafirman su interés y preocupación por el tema desde la perspectiva ética y religiosa, que atraviesa toda medida técnica y está “sobre” todo análisis científico político. Aún más, tienen una obligación ineludible de pronunciarse sobre el tema dentro de ese marco. Su interés, lo recuerdan, es avalado por la promoción y participación que han tenido en incontables foros donde se discutieron los contenidos, implicaciones y posibles consecuencias del TLC. También por sus varios documentos en los que, en la misma línea de otros episcopados latinoamericanos, llamaron la atención sobre las implicaciones ético-sociales de las actuales políticas de comercio de nuestro país.
Posición ética. ¿Y cuál es entonces su posición ética ante el CAFTA? Tres puntos pueden destacarse que se derivan directamente del texto episcopal. Una valoración ética del TLC depende: Primero, de los efectos que las medidas que contiene tendrán sobre la equidad en materia distributiva de beneficios, ingresos y oportunidades. Segundo, de la incorporación que haya hecho el Tratado de los legítimos intereses de todos los sectores, en especial de los más vulnerables. Tercero, de la subordinación y encuadre del CAFTA en una agenda de desarrollo humano, sostenible e integral, que incluya la superación del aumento de la brecha social y la consiguiente permanencia de un considerable porcentaje del pueblo costarricense en la pobreza.
Los obispos constatan que una dificultad que ahora enfrenta la discusión legislativa del TLC es el haberse negociado “sin tener previamente como marco referencial una agenda de desarrollo social y económico, en un proyecto país”, “realizado sobre la base de un gran acuerdo nacional”. A pesar de ello, “apelan”, todavía ahora, a la Asamblea Legislativa que los convocó en audiencia, para que ejecute una agenda de desarrollo. Entre otras cosas, esta deberá incluir una evaluación del rumbo seguido por la economía del país en los últimos 25 años para que, en eventuales proyectos de política social y económica, se modifique lo que no haya integrado los intereses legítimos de todos los sectores.
A la luz de este pronunciamiento, hay una expresión que resulta cada vez más insatisfactoria, la de hablar de una “agenda complementaria”. Porque es más bien el TLC lo que debería ser complemento de lo que es esencial: la agenda de desarrollo de un “proyecto país” socialmente inclusivo, económicamente democrático.
Los diputados han oído ya esta posición planteada por los obispos. No llaman a un voto “a favor”, ni a un voto “en contra” del CAFTA, sino a votar simultáneamente con este Tratado “elementos urgentes de esa agenda de desarrollo” que, –sean los que sean los que determinen las instancias ciudadanas, técnicas y políticas–, desde el punto de vista ético deben siempre apuntar “a la reversión de los mecanismos generadores de desigualdad y de pobreza en el país”.
http://www.nacion.com/ln_ee/2006/noviem ... 85472.html
En uno de sus célebres discursos, monseñor Víctor Sanabria, hablando a la Confederación Costarricense del Trabajo “Rerum Novarum”, el 1.° de mayo de 1945 pronunció las inolvidables frases: “Yo no estoy ni a la izquierda, ni a la derecha, ni en el centro, en el sentido en que suele emplearse esta palabra. Yo estoy donde está la Iglesia, y la Iglesia está fuera y por encima del centro, de la izquierda, de la derecha, de la izquierda de la derecha, de la derecha de la izquierda. Lo Iglesia no tiene más orientación que esta: ‘Sursum’, hacia arriba”. Era su defensa ante quienes cuestionaban su apoyo irrestricto a la legislación social y a la libertad sindical en nuestro país. Sesenta y un años después, la Conferencia Episcopal de Costa Rica, convocada por la Comisión de Asuntos Internacionales de la Asamblea Legislativa, aclara su posición ante el TLC con los EE. UU. Sus frases de hoy evocan las de Sanabria: “Los obispos no estamos ni en contra ni a favor ni al margen del TLC, sino sobre el TLC, para iluminar con criterios que faciliten un análisis objetivo y desapasionado, superando lo puramente ideológico y los intereses personales y grupales y pensando en lo que favorezca el bien común y la paz social de Costa Rica”.
Una incorrecta lectura de este texto interpretaría la frase “sobre el TLC” como un salto evasivo al nivel de la vida eterna. Su sentido es completamente otro. Igual que el visionario arzobispo de los años cuarenta, nuestros actuales obispos reafirman su interés y preocupación por el tema desde la perspectiva ética y religiosa, que atraviesa toda medida técnica y está “sobre” todo análisis científico político. Aún más, tienen una obligación ineludible de pronunciarse sobre el tema dentro de ese marco. Su interés, lo recuerdan, es avalado por la promoción y participación que han tenido en incontables foros donde se discutieron los contenidos, implicaciones y posibles consecuencias del TLC. También por sus varios documentos en los que, en la misma línea de otros episcopados latinoamericanos, llamaron la atención sobre las implicaciones ético-sociales de las actuales políticas de comercio de nuestro país.
Posición ética. ¿Y cuál es entonces su posición ética ante el CAFTA? Tres puntos pueden destacarse que se derivan directamente del texto episcopal. Una valoración ética del TLC depende: Primero, de los efectos que las medidas que contiene tendrán sobre la equidad en materia distributiva de beneficios, ingresos y oportunidades. Segundo, de la incorporación que haya hecho el Tratado de los legítimos intereses de todos los sectores, en especial de los más vulnerables. Tercero, de la subordinación y encuadre del CAFTA en una agenda de desarrollo humano, sostenible e integral, que incluya la superación del aumento de la brecha social y la consiguiente permanencia de un considerable porcentaje del pueblo costarricense en la pobreza.
Los obispos constatan que una dificultad que ahora enfrenta la discusión legislativa del TLC es el haberse negociado “sin tener previamente como marco referencial una agenda de desarrollo social y económico, en un proyecto país”, “realizado sobre la base de un gran acuerdo nacional”. A pesar de ello, “apelan”, todavía ahora, a la Asamblea Legislativa que los convocó en audiencia, para que ejecute una agenda de desarrollo. Entre otras cosas, esta deberá incluir una evaluación del rumbo seguido por la economía del país en los últimos 25 años para que, en eventuales proyectos de política social y económica, se modifique lo que no haya integrado los intereses legítimos de todos los sectores.
A la luz de este pronunciamiento, hay una expresión que resulta cada vez más insatisfactoria, la de hablar de una “agenda complementaria”. Porque es más bien el TLC lo que debería ser complemento de lo que es esencial: la agenda de desarrollo de un “proyecto país” socialmente inclusivo, económicamente democrático.
Los diputados han oído ya esta posición planteada por los obispos. No llaman a un voto “a favor”, ni a un voto “en contra” del CAFTA, sino a votar simultáneamente con este Tratado “elementos urgentes de esa agenda de desarrollo” que, –sean los que sean los que determinen las instancias ciudadanas, técnicas y políticas–, desde el punto de vista ético deben siempre apuntar “a la reversión de los mecanismos generadores de desigualdad y de pobreza en el país”.
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