¡Aguante, pura vida! Parece que la tranquilidad del Pacífico costarricense se ha ido al traste, porque la cosa está tensa. Un nuevo reporte del Estado de la Nación 2025 ha encendido todas las alarmas, mostrando cómo los cantones costeros, especialmente los del Pacífico Norte y Central, están experimentando un alza preocupante en las tasas de homicidios. No es broma, la cosa pinta feíta.
Según el informe, mientras que a nivel nacional la tasa de homicidios bajó ligeramente respecto al año pasado, pasando de 17.2 a 16.6 por cada 100.000 habitantes, eso no significa que estemos tranquilos. Provincias como San José y Limón siguen siendo foco rojo, pero la escalada en el Pacífico es lo que realmente nos debería estar quitando el sueño. Imagínate, zonas que antes eran conocidas por su belleza natural y ambiente relajado ahora se ven amenazadas por este problema.
Cantones como Nicoya, Puntarenas, Parrita, Corredores y Garabito han dado un giro drástico. Pasaron de tener tasas de homicidios consideradas promedio a tener cifras alarmantemente altas. Esto significa que la gente vive con miedo, con la incertidumbre de qué puede pasarle a la vuelta de la esquina. Se siente que la seguridad pública se ha resbalado un poquito, brete.
Y aquí viene lo complicado: el criminólogo Rodrigo Campos no se anda con rodeos. Él dice que todo esto es terreno fértil para que los grupos criminales hagan de las suyas. Explica que la falta de oportunidades laborales y educativas hace que la gente sea más vulnerable. Cuando no hay opciones, algunos caen presa fácil del dinero rápido, aunque sea a costa de meterse en problemas serios. Además, comenta, la droga que entra por el Pacífico alimenta la violencia, generando constantes luchas territoriales entre bandas rivales, diay!
Pero no todo es culpa de la falta de oportunidades, añade el también criminólogo Jorge Ulloa. Él recuerda que las organizaciones criminales llevan tiempo echándose raíces en la zona, pero el aumento de la violencia se refleja directamente en las muertes relacionadas con el consumo y tráfico de drogas. Antes era más discreto, pero ahora la confrontación es más abierta y violenta, porque están peleando a muerte esos territorios. Además, la llegada de gente desde el Área Metropolitana buscando nuevas oportunidades contribuye a la tensión social y a la competencia por recursos.
Estos datos nos recuerdan que la seguridad pública no es un tema que se soluciona con medidas rápidas o parches. Requiere de un plan integral que aborde tanto las causas estructurales de la violencia como el fortalecimiento de las instituciones encargadas de mantener el orden público. Invertir en educación, crear empleos dignos, fortalecer la prevención del delito y mejorar la coordinación entre las fuerzas de seguridad son algunas de las acciones que necesitamos poner en marcha, a toda raja.
Uno piensa en los pequeños negocios que cierran puertas por temor, en las familias que se sienten inseguras en sus propios hogares, en los turistas que quizás piensen dos veces antes de visitar nuestras hermosas playas. Todo eso impacta en la economía local y en la imagen de Costa Rica como destino seguro y apacible. ¿Cómo podemos recuperar esa sensación de seguridad y confianza que tanto hemos perdido?
La situación es compleja y requiere de un esfuerzo conjunto de todos los actores sociales. Pero la pregunta clave que debemos hacernos es: ¿qué estamos dispuestos a sacrificar para frenar esta escalada de violencia y proteger a nuestros vecinos y comunidades? Compañeros, ¿ustedes creen que el gobierno está haciendo lo suficiente para abordar este problema o necesitamos medidas más contundentes? Dejen sus opiniones y propuestas en el foro, ¡la conversación está abierta!
Según el informe, mientras que a nivel nacional la tasa de homicidios bajó ligeramente respecto al año pasado, pasando de 17.2 a 16.6 por cada 100.000 habitantes, eso no significa que estemos tranquilos. Provincias como San José y Limón siguen siendo foco rojo, pero la escalada en el Pacífico es lo que realmente nos debería estar quitando el sueño. Imagínate, zonas que antes eran conocidas por su belleza natural y ambiente relajado ahora se ven amenazadas por este problema.
Cantones como Nicoya, Puntarenas, Parrita, Corredores y Garabito han dado un giro drástico. Pasaron de tener tasas de homicidios consideradas promedio a tener cifras alarmantemente altas. Esto significa que la gente vive con miedo, con la incertidumbre de qué puede pasarle a la vuelta de la esquina. Se siente que la seguridad pública se ha resbalado un poquito, brete.
Y aquí viene lo complicado: el criminólogo Rodrigo Campos no se anda con rodeos. Él dice que todo esto es terreno fértil para que los grupos criminales hagan de las suyas. Explica que la falta de oportunidades laborales y educativas hace que la gente sea más vulnerable. Cuando no hay opciones, algunos caen presa fácil del dinero rápido, aunque sea a costa de meterse en problemas serios. Además, comenta, la droga que entra por el Pacífico alimenta la violencia, generando constantes luchas territoriales entre bandas rivales, diay!
Pero no todo es culpa de la falta de oportunidades, añade el también criminólogo Jorge Ulloa. Él recuerda que las organizaciones criminales llevan tiempo echándose raíces en la zona, pero el aumento de la violencia se refleja directamente en las muertes relacionadas con el consumo y tráfico de drogas. Antes era más discreto, pero ahora la confrontación es más abierta y violenta, porque están peleando a muerte esos territorios. Además, la llegada de gente desde el Área Metropolitana buscando nuevas oportunidades contribuye a la tensión social y a la competencia por recursos.
Estos datos nos recuerdan que la seguridad pública no es un tema que se soluciona con medidas rápidas o parches. Requiere de un plan integral que aborde tanto las causas estructurales de la violencia como el fortalecimiento de las instituciones encargadas de mantener el orden público. Invertir en educación, crear empleos dignos, fortalecer la prevención del delito y mejorar la coordinación entre las fuerzas de seguridad son algunas de las acciones que necesitamos poner en marcha, a toda raja.
Uno piensa en los pequeños negocios que cierran puertas por temor, en las familias que se sienten inseguras en sus propios hogares, en los turistas que quizás piensen dos veces antes de visitar nuestras hermosas playas. Todo eso impacta en la economía local y en la imagen de Costa Rica como destino seguro y apacible. ¿Cómo podemos recuperar esa sensación de seguridad y confianza que tanto hemos perdido?
La situación es compleja y requiere de un esfuerzo conjunto de todos los actores sociales. Pero la pregunta clave que debemos hacernos es: ¿qué estamos dispuestos a sacrificar para frenar esta escalada de violencia y proteger a nuestros vecinos y comunidades? Compañeros, ¿ustedes creen que el gobierno está haciendo lo suficiente para abordar este problema o necesitamos medidas más contundentes? Dejen sus opiniones y propuestas en el foro, ¡la conversación está abierta!
