Maes, seamos honestos. Hay una vara que en política es casi una ley universal: cuando tenés al enemigo en casa, la batalla de afuera es lo de menos. Y diay, viendo el panorama de Álvaro Ramos en el PLN, parece que el mae no solo tiene al enemigo en la sala, sino que le está sirviendo el cafecito y pasándole el control remoto. La palabra “renuncia” podrá no estar en su diccionario, pero en los pasillos de Balcón Verde parece que la están deletreando con megáfono.
Ramos sale a los medios con un discurso súper tuanis, de esos que suenan a cachete: que viene a renovar, a construir una nueva Costa Rica, que su movimiento es imparable y que luchará hasta el final. ¡Qué bonito suena! El problema, y aquí es donde la cosa se pone color de hormiga, es que su propio partido parece que no le compró el tiquete para ese bus. Es como llegar a la fiesta que vos mismo organizaste y que el guarda no te deje entrar porque no estás en la lista. ¡Qué sal!
La seguidilla de tortas que se ha jalado, o más bien, que le han hecho jalarse, es para sentarse a comer palomitas. Lo de Alajuela fue una goleada en contra, y en casa. El mae impulsó a su candidata, Angie López, y los delegados le dijeron “muchas gracias, pero no” con un marcador de 58 a 19. O sea, no fue ni cerrado. Fue un knockout. Luego, va a San Ramón a tratar de armar la Asamblea Cantonal y ¡nada! Le hicieron el feo y la reunión ni se hizo. Y para rematar, pide por favorcito que no elijan a Johnny Araya en San José y ¡pum!, Araya se sienta en la silla con el apoyo de 50 de 70 delegados. En serio, ¡qué despiche!
Él dice que son “heridas” del proceso y que pasa porque está en un partido “que en algunos liderazgos cuesta cambiar”. Mae, con todo respeto, eso no es que “cuesta cambiar”, eso es un boicot en cámara lenta. Es la vieja guardia liberacionista, esa que tiene más colmillo que un tiranosaurio, marcándole la cancha y diciéndole: “Mijo, muy tuanis su discurso de renovación, pero aquí las fichas las movemos nosotros”. El único respiro que tuvo fue en Puntarenas, donde sí lograron bajarle el pulgar a Gustavo Viales, pero eso suena más a la excepción que confirma la regla. Una de cal y como tres de arena.
Ahora el brete del candidato es ir de rodillas, prácticamente, a buscar el apoyo de los asambleístas para setiembre, que es cuando se elige la nómina final de diputados. Esa es su última carta. Si ahí tampoco logra meter a su gente de confianza y le llenan la papeleta de figuras que no comulgan con él, su eventual gobierno —si es que llega— nacería amarrado de manos y pies. Sería un presidente sin ejército en el Congreso. Un plan perfecto para que todo se vaya al traste desde el día uno.
Maes, la pregunta del millón es: ¿está Álvaro Ramos pecando de iluso al intentar domar al monstruo liberacionista desde adentro, o es esta la única forma de que el PLN no se termine de ir al traste? ¿Le alcanzará la gasolina para setiembre o se va a quedar botado a media cuesta?
Ramos sale a los medios con un discurso súper tuanis, de esos que suenan a cachete: que viene a renovar, a construir una nueva Costa Rica, que su movimiento es imparable y que luchará hasta el final. ¡Qué bonito suena! El problema, y aquí es donde la cosa se pone color de hormiga, es que su propio partido parece que no le compró el tiquete para ese bus. Es como llegar a la fiesta que vos mismo organizaste y que el guarda no te deje entrar porque no estás en la lista. ¡Qué sal!
La seguidilla de tortas que se ha jalado, o más bien, que le han hecho jalarse, es para sentarse a comer palomitas. Lo de Alajuela fue una goleada en contra, y en casa. El mae impulsó a su candidata, Angie López, y los delegados le dijeron “muchas gracias, pero no” con un marcador de 58 a 19. O sea, no fue ni cerrado. Fue un knockout. Luego, va a San Ramón a tratar de armar la Asamblea Cantonal y ¡nada! Le hicieron el feo y la reunión ni se hizo. Y para rematar, pide por favorcito que no elijan a Johnny Araya en San José y ¡pum!, Araya se sienta en la silla con el apoyo de 50 de 70 delegados. En serio, ¡qué despiche!
Él dice que son “heridas” del proceso y que pasa porque está en un partido “que en algunos liderazgos cuesta cambiar”. Mae, con todo respeto, eso no es que “cuesta cambiar”, eso es un boicot en cámara lenta. Es la vieja guardia liberacionista, esa que tiene más colmillo que un tiranosaurio, marcándole la cancha y diciéndole: “Mijo, muy tuanis su discurso de renovación, pero aquí las fichas las movemos nosotros”. El único respiro que tuvo fue en Puntarenas, donde sí lograron bajarle el pulgar a Gustavo Viales, pero eso suena más a la excepción que confirma la regla. Una de cal y como tres de arena.
Ahora el brete del candidato es ir de rodillas, prácticamente, a buscar el apoyo de los asambleístas para setiembre, que es cuando se elige la nómina final de diputados. Esa es su última carta. Si ahí tampoco logra meter a su gente de confianza y le llenan la papeleta de figuras que no comulgan con él, su eventual gobierno —si es que llega— nacería amarrado de manos y pies. Sería un presidente sin ejército en el Congreso. Un plan perfecto para que todo se vaya al traste desde el día uno.
Maes, la pregunta del millón es: ¿está Álvaro Ramos pecando de iluso al intentar domar al monstruo liberacionista desde adentro, o es esta la única forma de que el PLN no se termine de ir al traste? ¿Le alcanzará la gasolina para setiembre o se va a quedar botado a media cuesta?