¡Ay, Dios mío! Parece que el Ministerio de Educación Pública (MEP) anda con resaca educativa, porque la situación no pinta precisamente color de rosa. Entre resultados de PISA que dan pena ajena, regulaciones que parecen sacadas de otro planeta y la polémica desaparición del programa de afectividad, la educación pública tica está dando motivos para más de un "¡qué torta!"
Según datos duros del Centro de Investigación y Docencia en la Educación de la Universidad Nacional (CIDE-UNA), hemos perdido terreno en matemáticas en la prueba PISA –un desplome de 402 a 385 puntos– y estamos cargaditos de 80,000 incapacidades de docentes por estrés. ¡Pero eso no es todo! El 96% de los alumnos de colegios públicos tienen niveles insuficientes, y en cuarto grado, apenas alcanzan el 57% del nivel esperado. ¡Menuda vara!
El ministro Leonardo Sánchez intentó defenderse diciendo que los alumnos evaluados entraron al sistema en 2012. Sí, claro, como si eso justificara los resultados actuales. Además, el CIDE no se anduvo con rodeos: calificó las pruebas estandarizadas como “de mala calidad”. ¡Y vaya que sí lo están! ¿A dónde vamos a parar?
Ahora, como si fuera poco, el MEP ha lanzado unas nuevas Pruebas Nacionales Estandarizadas Sumativas para primaria y secundaria. Estas pruebas, supuestamente, van dirigidas a esos estudiantes que no aprobaron. Claro, porque obligarlos a hacer más exámenes siempre es la solución mágica, ¿verdad? Prometen docentes guías, pero a ver si realmente les ayudan a entender la vara.
Pero la cereza del pastel son las nuevas normas que entrarán en vigor en 2026. Se acabó el juego con tatuajes, piercings y maquillaje en la escuela. Ahora, si te ven con tinta en el cuerpo, ¡reporte al PANI! Excepto, claro, si eres indígena o tienes alguna justificación médica. Y ni se hable de uñas postizas o largas; ¡eso es peónísimo! ¿Hasta cuándo vamos a estar debatiendo sobre cómo deben verse los estudiantes en lugar de mejorar la calidad de la educación?
El CIDE, con toda la razón, critica que esta discusión desvía la atención de los problemas reales: rezagos en lectura, falta de infraestructura adecuada y, sobre todo, una formación docente que necesita urgente una revisión. No hay estudios que demuestren que los tatuajes o el maquillaje afecten el rendimiento académico, así que esto parece más bien un intento de controlar la apariencia en lugar de abordar las raíces del problema.
Y para rematar, recordemos el polémico adiós al Programa de Afectividad y Sexualidad Integral, impulsado por líderes religiosos y el mismísimo presidente Chaves. Eliminar la educación sexual integral, considerada un derecho por la Unesco, es un paso atrás que nos pone al filo de la navaja en temas de salud y derechos humanos. Eso sí que es irse al traste, pura y dura.
Con todo este panorama, uno no puede evitar preguntarse: ¿Estamos priorizando la imagen sobre la educación, el control sobre la creatividad y la política sobre el bienestar de nuestros niños y jóvenes? ¿Será que necesitamos un cambio radical en la forma en que concebimos y abordamos la educación pública en Costa Rica?
Según datos duros del Centro de Investigación y Docencia en la Educación de la Universidad Nacional (CIDE-UNA), hemos perdido terreno en matemáticas en la prueba PISA –un desplome de 402 a 385 puntos– y estamos cargaditos de 80,000 incapacidades de docentes por estrés. ¡Pero eso no es todo! El 96% de los alumnos de colegios públicos tienen niveles insuficientes, y en cuarto grado, apenas alcanzan el 57% del nivel esperado. ¡Menuda vara!
El ministro Leonardo Sánchez intentó defenderse diciendo que los alumnos evaluados entraron al sistema en 2012. Sí, claro, como si eso justificara los resultados actuales. Además, el CIDE no se anduvo con rodeos: calificó las pruebas estandarizadas como “de mala calidad”. ¡Y vaya que sí lo están! ¿A dónde vamos a parar?
Ahora, como si fuera poco, el MEP ha lanzado unas nuevas Pruebas Nacionales Estandarizadas Sumativas para primaria y secundaria. Estas pruebas, supuestamente, van dirigidas a esos estudiantes que no aprobaron. Claro, porque obligarlos a hacer más exámenes siempre es la solución mágica, ¿verdad? Prometen docentes guías, pero a ver si realmente les ayudan a entender la vara.
Pero la cereza del pastel son las nuevas normas que entrarán en vigor en 2026. Se acabó el juego con tatuajes, piercings y maquillaje en la escuela. Ahora, si te ven con tinta en el cuerpo, ¡reporte al PANI! Excepto, claro, si eres indígena o tienes alguna justificación médica. Y ni se hable de uñas postizas o largas; ¡eso es peónísimo! ¿Hasta cuándo vamos a estar debatiendo sobre cómo deben verse los estudiantes en lugar de mejorar la calidad de la educación?
El CIDE, con toda la razón, critica que esta discusión desvía la atención de los problemas reales: rezagos en lectura, falta de infraestructura adecuada y, sobre todo, una formación docente que necesita urgente una revisión. No hay estudios que demuestren que los tatuajes o el maquillaje afecten el rendimiento académico, así que esto parece más bien un intento de controlar la apariencia en lugar de abordar las raíces del problema.
Y para rematar, recordemos el polémico adiós al Programa de Afectividad y Sexualidad Integral, impulsado por líderes religiosos y el mismísimo presidente Chaves. Eliminar la educación sexual integral, considerada un derecho por la Unesco, es un paso atrás que nos pone al filo de la navaja en temas de salud y derechos humanos. Eso sí que es irse al traste, pura y dura.
Con todo este panorama, uno no puede evitar preguntarse: ¿Estamos priorizando la imagen sobre la educación, el control sobre la creatividad y la política sobre el bienestar de nuestros niños y jóvenes? ¿Será que necesitamos un cambio radical en la forma en que concebimos y abordamos la educación pública en Costa Rica?
