Mae, el despiche que tenemos con la inseguridad en el país ya llegó a un punto en que hasta los expresidentes que estaban más callados están saliendo a tirar línea. Y esta vez le tocó el turno a Luis Guillermo Solís, quien se apareció por la Asamblea Legislativa y soltó una bomba que dejó a más de uno con el ojo cuadrado. El exmandatario, que siempre se había mostrado súper reacio a la idea de extraditar costarricenses, ahora dice que la cosa cambió y que hay que ponerse serios. Según él, la reputación de Costa Rica como la “Suiza Centroamericana” está en juego, y honestamente, viendo el panorama, cuesta no darle la razón.
Pero vamos al grano, porque la vara más interesante que soltó no fue el típico jalón de orejas al gobierno de turno, sino su cambio radical de postura sobre la extradición. Durante su mandato, Solís y su gente decían que ni de broma, que eso se podía prestar para “revanchismos políticos” y que nuestra soberanía judicial estaba primero. Una posición muy Pura Vida, muy de manual. Sin embargo, parece que la realidad le pegó un manotazo. Ahora, con una firmeza que sorprendió, afirmó que reconsideró todo porque “a lo poco que le tienen miedo estos narcotraficantes es pasar el resto de sus días en una cárcel de los Estados Unidos”. ¡Tome chichí! Un cambio de discurso en toda regla.
Diay, y para los que ya estaban pensando que todo este show era por la reciente solicitud para extraditar al exmagistrado Celso Gamboa, Solís se apuró en aclarar que no, que su nueva visión va más allá de un caso puntual. Según él, es una reflexión más profunda sobre cómo enfrentar al crimen organizado, que ya nos tiene hasta el cuello. O sea, no es una reacción en caliente, sino una conclusión a la que llegó viendo cómo el monstruo del narcotráfico ha crecido sin que nadie le ponga un alto. Es básicamente admitir que la estrategia que defendió en su momento ya no es suficiente para la crisis que vivimos hoy. Un golpe de realidad bastante duro.
Al final, el mensaje de Solís va más allá de un simple debate legal. Lo que está en juego es esa imagen de paz y estabilidad que por décadas fue nuestro mejor producto de exportación y nuestro mayor orgullo. Él dice, y con razón, que esa reputación se nos está yendo al traste por la incapacidad de coordinar entre poderes y tomar decisiones valientes. Pasamos de ser el país sin ejército a un titular recurrente por balaceras y sicariato. Es una torta monumental que estamos pagando todos, y el mundo lo está notando. Ya no somos la excepción idílica del barrio, y eso, maes, duele en el alma.
La gran pregunta que queda en el aire es si este cambio de opinión de un expresidente realmente moverá la aguja o si se quedará en una declaración más para el archivo. Cuando una figura que se oponía radicalmente a una medida tan drástica cambia de opinión, ¿es señal de que de verdad tocamos fondo? ¿O es puro oportunismo político para volver a sonar en la palestra? El tema es complejo y tiene muchísimas aristas, desde la soberanía hasta la efectividad de la medida. ¿Ustedes qué dicen, maes? ¿Le compran el discurso a Solís o creen que es parte del mismo circo de siempre? Se abre el debate.
Pero vamos al grano, porque la vara más interesante que soltó no fue el típico jalón de orejas al gobierno de turno, sino su cambio radical de postura sobre la extradición. Durante su mandato, Solís y su gente decían que ni de broma, que eso se podía prestar para “revanchismos políticos” y que nuestra soberanía judicial estaba primero. Una posición muy Pura Vida, muy de manual. Sin embargo, parece que la realidad le pegó un manotazo. Ahora, con una firmeza que sorprendió, afirmó que reconsideró todo porque “a lo poco que le tienen miedo estos narcotraficantes es pasar el resto de sus días en una cárcel de los Estados Unidos”. ¡Tome chichí! Un cambio de discurso en toda regla.
Diay, y para los que ya estaban pensando que todo este show era por la reciente solicitud para extraditar al exmagistrado Celso Gamboa, Solís se apuró en aclarar que no, que su nueva visión va más allá de un caso puntual. Según él, es una reflexión más profunda sobre cómo enfrentar al crimen organizado, que ya nos tiene hasta el cuello. O sea, no es una reacción en caliente, sino una conclusión a la que llegó viendo cómo el monstruo del narcotráfico ha crecido sin que nadie le ponga un alto. Es básicamente admitir que la estrategia que defendió en su momento ya no es suficiente para la crisis que vivimos hoy. Un golpe de realidad bastante duro.
Al final, el mensaje de Solís va más allá de un simple debate legal. Lo que está en juego es esa imagen de paz y estabilidad que por décadas fue nuestro mejor producto de exportación y nuestro mayor orgullo. Él dice, y con razón, que esa reputación se nos está yendo al traste por la incapacidad de coordinar entre poderes y tomar decisiones valientes. Pasamos de ser el país sin ejército a un titular recurrente por balaceras y sicariato. Es una torta monumental que estamos pagando todos, y el mundo lo está notando. Ya no somos la excepción idílica del barrio, y eso, maes, duele en el alma.
La gran pregunta que queda en el aire es si este cambio de opinión de un expresidente realmente moverá la aguja o si se quedará en una declaración más para el archivo. Cuando una figura que se oponía radicalmente a una medida tan drástica cambia de opinión, ¿es señal de que de verdad tocamos fondo? ¿O es puro oportunismo político para volver a sonar en la palestra? El tema es complejo y tiene muchísimas aristas, desde la soberanía hasta la efectividad de la medida. ¿Ustedes qué dicen, maes? ¿Le compran el discurso a Solís o creen que es parte del mismo circo de siempre? Se abre el debate.